La Jornada 13 de diciembre de 1997

Reconocer que hay paramilitares, uno de los acuerdos de las partes en pugna

Hermann Bellinghausen, enviado, El Limar, Chis., 12 de diciembre Ť Se necesitaron cuatro mesas de madera, 70 sillas (y una treintena de muertos, casi 6 mil desplazados, incontables casas quemadas) para que se realizara la primera negociación efectiva entre las distintas autoridades municipales de Chenalhó.

Frente a frente, el ayuntamiento constitucional y el concejo municipal autónomo, en los hechos se están reconociendo interlocución. Jacinto Arias Cruz, de sombrero, encabeza la representación del municipio priísta, con sus agentes municipales y su cabildo, y sólo muy de vez en cuando dirige la mirada a Domingo Pérez Paciencia, presidente del concejo autónomo, quien no deja de mirarlo con una cierta sonrisa detenida en los labios.

Buena parte de las intervenciones son en tzotzil, pues el encuentro a fin de cuentas es entre ellos, los de Chenalhó. Participan como testigos representantes del gobierno estatal, la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH y su sucursal estatal) y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.

Los puntos a discutir

Ha sido difícil llegar hasta aquí, que es el primer paso apenas. Once puntos a discutir según los autónomos, ocho según los constitucionales, llenan de puntos y derivaciones los dos extremos sobre la cancha de basquetbol de la primaria de El Limar, en el crucero de Chalchihuitán, y punto intermedio entre San Pedro y Polhó, las dos cabeceras municipales que se reclaman como legítimas.

--Tenemos que pensar cuál punto urge para una paz justa --dice un agente del concejo municipal autónomo.

En eso están todos de acuerdo. Hay que detener la violencia. ``Un alto al fuego y desarme de las guardias blancas y grupos paramilitares'' es el primer punto de los autónomos. El quinto de la agenda de los militantes priístas destaca que ``se prohíben estrictamente las amenazas, homicidio calificado, tentativa, allanamiento de morada, en el camino ni la parcela''.

También participan ex presidentes municipales de Chenalhó y representantes de las organizaciones Majomut y Las Abejas. De la gravedad de lo que se disputa depende la paz en este lugar.

Durante la reunión --que se lleva todo el día-- pasan por la carretera grandes camiones de la policía, convoyes militares y un conspicuo Volkswagen rojo que, según comenta uno de Las Abejas, ``es el automóvil con el que patrullan los paramilitares el camino''.

Esta mañana hubo varios disparos en Tzajalucum, un pueblo abandonado por sus pobladores, cuando se dirigían allá representantes de organismos civiles y del gobierno chiapaneco.

La tensión no es poca. A la altura de San Pedro, cabecera constitucional, un exigente retén de la Policía Judicial del Estado y los agresivos agentes de Migración, controlan el acceso a Chenalhó.

Y todo esto, en medio de un ir y venir de ``antorchas guadalupanas'', especie de maratón religioso que practican los jóvenes católicos de las ciudades chiapanecas en vísperas del 12 de diciembre.

--Hay gente que no le gusta el arreglo --señala un militante autónomo--, cada plática en esta región pasa así.

No acaba de decir Gustavo Moscoso, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado, que este encuentro ``llena de alegría al gobierno del estado'', cuando Jacinto Arias Cruz informa que se están quemando casas y hay disparos en ese momento en Chimix.

--Caras vemos, el corazón no sabemos --había dicho poco antes el propio Arias, echando rápidos brillos de su dentadura de oro. Sugiere además que eso impide la negociación.

Las pláticas anteriores se han suspendido por incidentes durante el encuentro. Hoy no es así. Se decide que las partes sigan negociando mientras va una comisión a verificar lo que sucede en Chimix.

Así, la comisión acude al mencionado pueblo, donde las casas destruidas y baleadas de los perredistas y zapatistas dan testimonio de lo que ha ocurrido en las semanas recientes. La versión resulta falsa. La propia guarnición policiaca de Chimix (prácticamente una fuerza de ocupación, en un pueblo de mayoría priísta), en voz del segundo oficial Vicente González Castellanos, reporta que ``todo está tranquilo. No hemos recibido reportes''.

El agente municipal priísta insiste en que sí hay un ataque, pero aclara que él no piensa ir al sitio de los presuntos hechos. A su vez, el representante de la autoridad de Polhó insiste en ir. Un agente de la policía comenta: ``Los priístas saben que es mentira''.

No presentan ningún testigo directo, y la única confirmación la da un hombre que ``vio humo'' en un paraje lejano de Chimix. Por todos lados se ven columnas de humo; los campesinos ya empezaron la quema de las futuras milpas.

De manera que el ``borrego'' o bola de humo no resulta y, pese a todo, la negociación llega a una firma conjunta.

Curiosamente, una vez que regresó la comisión enviada a Chimix, ya nadie del cabildo priísta se interesa en que se informe de la denuncia que ellos hicieron.

Domingo Pérez Paciencia, presidente del concejo autónomo, dice a su vez:

--Cara se ve, el corazón no se sabe --y sonríe.

Realmente, el refrán ese es muy popular en estos rumbos. Como sea, las autoridades constitucionales, a su pesar, reconocen la existencia del municipio paralelo. El que reclama el retorno de casi 6 mil desplazados, amontonados en campamentos en Polhó, Acteal, Poconichim, Xcumumal y San Cristóbal de las Casas. Las reticencias del edil Arias y su gente no alcanzan para detener la redacción de un primer acuerdo, bajo el arbitraje de Gustavo Moscoso y Gonzalo Ituarte.

El reconocimiento clave, aun con eufemismos, está en la mesa: existen grupos paramilitares armados, y hay que frenar su actividad. Y por decirlo franciscanamente, ``lo demás se dará por añadidura''. ¿Será?