Jaime Martínez Veloz
Necedad empatada

Para Ricardo Rocha, por recordarnos Chiapas

¿Cuáles son las imágenes que desde el Congreso de la Unión nos han transmitido los medios de comunicación en los últimos días?

De pronto los papeles parecen cambiados: los diputados priístas toman la tribuna y festejan como victoria una derrota; la oposición desconoce los acuerdos que había asumido apenas la noche anterior y algunos despistados hasta votan doble. Ambas partes intercambian golpes e insultos. Se hacen declaraciones tan desatinadas que ``Por mi madre, bohemios'' ya no tiene espacio para darles cabida. Mientras, los fotógrafos y camarógrafos se dan vuelo y algunos comentaristas se preguntan con malicia si acaso esto es la democracia.

Pero ¿qué era realmente lo que se esperaba? De muchas formas se está pagando el costo de décadas de subordinación al Ejecutivo, inexperiencia de la oposición en las actividades de dirección y administración legislativa y la falta de práctica del PRI para negociar políticamente en condiciones equitativas. Esto se combina con el revanchismo, la confusión política y la falta de autonomía de los legisladores.

A pesar de estos hechos negativos, lo que tenemos ahora es mucho mejor que un Congreso de la Unión sumiso, acrítico y utilizado sólo como un medio para hacer currícula y aspirar a premios y ascensos. Lo que actualmente se discute va más allá del aparente juego de vencidas y orgullos lastimados que pretenden hacernos creer algunos medios de comunicación. No es tampoco sólo el subir o bajar unos puntos del IVA. Hay métodos y proyectos distintos y, en consecuencia, lo que estamos viendo son los primeros aterrizajes de esas diferentes concepciones.

Si bien la polémica es en sí misma positiva, junto a las naturales desavenencias se tiende a las descalificaciones y las invocaciones al desastre como argumentos. Es conveniente recordar, en esta hora de apasionamientos, que la política no es el arte de lograr todo o nada, sino de hacer posibles los acuerdos que beneficien a la mayoría de los ciudadanos, incluso por encima de intereses partidarios o personales.

Llevar el debate por el camino del porrismo legislativo y el sabotaje, empecinarse en no reconocer los errores propios y atribuirlos siempre al contrario, contribuye a aumentar la desconfianza ciudadana en la capacidad del Poder Legislativo. Esa misma capacidad que varios comentaristas y columnistas ponen en duda todos los días, algunos de ellos pareciera que lo hacen como parte de una campaña de desprestigio contra las Cámaras.

Las discusiones que ahora presenciamos, cualquiera que sea su resultado, no deben ubicarse como luchas de buenos contra malos. De ganar una u otra posición, esto no representará ni la debacle de México ni una gran traición contra la Patria.

Si hacemos memoria podremos entender el porqué el debate sobre este paquete fiscal está resultando tan desgastante para todas las fuerzas políticas. Es necesario recordar el efecto económico, social, institucional y hasta sicológico que tuvo la crisis de diciembre de 1994 en los mexicanos. Fue en ese clima de frustración y enojo social cuando además de las consecuencias negativas que se vivían se aprobaron medidas de emergencia, entre ellas el incremento del IVA.

A este duro golpe contra los bolsillos de los consumidores se agregó la celebración grosera de una victoria que a la postre resultó pírrica. La imagen de esa celebración recorrió el país entero. No nos sorprendamos que el precio que pagamos se haya reflejado en las urnas y en el retiro temprano de algunos personajes políticos. Hay más todavía. Si recordamos bien, se aseguró que el aumento en el IVA era una medida transitoria. Lo negativo es que tal compromiso se anotó en las calendas griegas.

Entonces, no nos extrañemos de la fuerza con la que ahora la oposición reclama estos y otros hechos. No apelemos a una ``normalidad'' cameral que nunca ha existido más que como sinónimo de subordinación. Mejor hagamos votos porque se construya una nueva normalidad en la que los legisladores sean guardianes de los intereses ciudadanos y no obedientes seguidores de consignas. ¿O acaso es que hay una lucha por mostrar quién es más necio?

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