Esos días sin noticias, en que los periodistas se preguntan cómo llenar sus planas, producen extraños resultados, como una entrevista de una página a un hombre que no dice nada. Massimo D'Alema, en efecto, a pesar de que es vicepresidente de una Internacional que se dice socialista, en su entrevista a nuestro periódico y en toda su actividad mostró preocuparse exclusivamente por los problemas italianos, hablar para la prensa italiana, pensar en función de la política italiana, trasladar al exterior su competencia con la izquierda alternativa italiana. Esa es su costumbre provincial. Ahora no sintió la necesidad de hacer una conferencia de prensa para los medios locales y brinda en cambio pocas revelaciones: que desea dar la vuelta al mundo con su yate proletario en el que velea los fines de semana, que le gusta Italo Calvino más que Alberto Moravia (¡obvio!), que admira a Gramsci y a Leopardi. Pipitone, que le interroga, dice que ``pocos dudarían en su país en señalarlo como el político italiano más sobresaliente de este fin de siglo'': sin embargo, son muchos los millones de italianos que creen que Massimo D'Alema es más bien mínimo incluso ante su rival, el jefe de la otra izquierda, el comunista Fausto Bertinotti, al cual se dedicó a criticar desde México pues D'Alema, viejo stalinista y siempre intolerante, considera que no hay otra izquierda fuera de su partido y que él es el Profeta de la misma.
Como se comprueba en la entrevista, D'Alema es un político que no expone ideas políticas nuevas pues ve el socialismo como ``un movimiento real que desarrolla una crítica de las contradicciones y las injusticias de la sociedad contemporánea'', repitiendo a Bernstein, o pone en el mismo plano, como ingredientes de un nuevo sincretismo político, el marxismo, el liberalismo, el ambientalismo, el feminismo, así, en bloque, en bruto y a secas, lo cual no es muy productivo y tampoco nuevo. Además, jugando con la falta de información en México sobre Italia, se atribuyó el mérito de un plan de creación de 100 mil nuevos empleos para los jóvenes y de la institución de la semana laboral de 35 horas, medidas ambas arrancadas, contra la oposición de buena parte de su partido y de su gobierno, por Refundación Comunista, incluso al precio de una crisis gubernamental. Pero donde mostró cuántos carates tiene fue en sus declaraciones a la prensa italiana. Dijo allí lo que piadosamente Pipitone no le preguntó: a) que no viajaba a Chiapas pues no quería entrevistarse con gente que elige el camino de las armas; b) que el PRD tiene más muertos que los zapatistas, lo cual demuestra que es más peligroso que éstos para el régimen; c) que admira al PRD pues está compuesto por muchas tendencias de centro, como su propio partido; d) que el problema indígena y chiapaneco debe ser resuelto dejando de lado la vía violenta. No se tomó el trabajo de averiguar que Cuauhtémoc Cárdenas y la dirección del PRD viajaron reiteradamente a Chiapas y se entrevistaron con el EZLN a pesar de que no comparten la idea de la lucha armada; tampoco pensó ni un instante que los indígenas de Chiapas o de Guerrero, que mueren cotidianamente a manos de la violencia represiva, pueden ser a la vez perredistas y zapatistas; ni se enteró de que el EZLN hizo la guerra en 1994 para no tener que guerrear y desde entonces no ha respondido a la violencia constante y ha buscado soluciones políticas; tampoco imaginó que los votos a Cárdenas no son todos votos al PRD, que entre aquél y éste no hay un signo de igual, que lo que hace importante al PRD no es la composición de su liderazgo partidario sino el sentido que le dan los votantes a sus sufragios, a la vez exigencia, protesta, anhelo, ni tuvo en cuenta la magnitud del voto en blanco, que no es siempre expresión de despolitización. En una palabra, Massimo (mínimo) D'Alema mostró cuán poco político y cuán poco socialista es. En cambio, dio lo mejor de sí mismo cuando dijo a la prensa italiana que le había resultado difícil convencer al PRD sobre las ventajas de la globalización. Vino, en realidad, para eso, y para vender la idea de la necesidad de conseguir gobernabilidad reduciendo la representación proporcional y reforzando al Poder Ejecutivo (es promotor de un semipresidencialismo que trata de imponer aliándose a la derecha). Ahora bien, en México esas recetas las propone Héctor Aguilar Camín, pero no se dice socialista. Y, además, tanto el PRD como el EZLN rechazan el modelo neoliberal y quieren más democracia, no menos. Se entiende así por qué il signore D'Alema no habló de México.