Con una distribución muy insuficiente, se proyectó durante noviembre y parte de diciembre un ciclo de cine joven francés y las 18 películas integrantes del Segundo Festival de Cine Francés. En total, más de 25 producciones de una cinematografía crecientemente activa, que en los últimos años ha conseguido penetrar el mercado fílmico internacional con cintas como La felicidad está en el campo, de Etienne Chatiliez; El quinto elemento, de Luc Besson; Ridículo, de Patrice Leconte, o Western, de Manuel Poirier, que en Francia representan un vigoroso contrapeso comercial frente a las superproducciones estadunidenses.
Hasta hace pocos años, la presencia del cine francés en México se limitaba a las pocas películas que con retraso conseguían llegar (y naufragar) en la cartelera comercial, y a las propuestas de los cineclubes, en particular a las programaciones de la Alianza Francesa y el Instituto Francés de América (IFAL), mismas que al paso de los años languidecía irremediablemente. A lo que asistimos hoy es, por un lado, a la revitalización de la oferta cultural francesa en México en materia de cine, y a un interés renovado de las distribuidoras por la producción fílmica de Francia, que anualmente propone un promedio de 120 películas nuevas.
Del Segundo Festival de Cine Francés, efectuado en Acapulco del 20 al 23 de noviembre, se exhibió después en México una selección de lo mejor de esa muestra, con lo que el público se ha visto privado de conocer muchas de las cintas más interesantes del festival, entre ellas la realización más reciente de Claude Chabrol, Rien ne va plus. De igual manera, durante el mismo evento en Acapulco se proyectaron paralelamente, para posibles compradores, cintas tan notables como La mujer prohibida, de Philippe Haret, o El cuento de verano, de Eric Rohmer, de incierta fortuna comercial en México.
También fue patente en la programación del festival la ausencia de películas tan importantes como Chacun cherche son chat (Cada quien busca a su gato), de Cédric Klapisch; Comment je me suis disputé (ma vie sexuelle), de Arnaud Desplechin, y Encore, de Pascal Bonitzer. El criterio de la selección fue eminentemente representativo, y su intención manifiesta la de presentar globalmente el cine que se proyecta este año en Francia, desde lo más comercial (y fallido), como Heroínas, de Gérard Krawezyk; Marta o la promesa del día, de Jean Loup Hubert; La apuesta, de Didier Bourdon, y Pédale douce, de Gabriel Aghion, hasta propuestas de calidad como La recamarera del Titanic, de Bigas Luna; El círculo perfecto, de Ademir Kenovie; El séptimo cielo, de Benoit Jacquot, y Odio el amor, de Laurence Ferreira Barbosa. Algo notable fue la variedad de propuestas temáticas en el cine realizado por mujeres, con tres películas interesantes: Post coitum, animal triste, de Brigitte Ronan; Odio el amor (J'ai horreur de l'amour), de Ferreira Barbosa, y Lavado en seco (Nettoyage a sec), de Anne Fontaine. Una constante estilística en este cine es la forma naturalista, en ocasiones lacónica, en que aborda la pasión amorosa. También es notable el desenfado con el que toma distancias con los discursos y mensajes moralistas.
La respuesta del público en Acapulco fue entusiasta, ya que literalmente se abarrotó cada una de las funciones del festival. Las cintas de mayor popularidad fueron evidentemente las que lograron asegurar su distribución comercial en México, en particular Western, de Manuel Poirier, presentada también en la Muestra Internacional de Cine, y El jorobado (Le bossu), del veterano Philippe de Broca, con Daniel Auteuil y Fabrice Luchini. Pero la gran sorpresa fue la cinta de Bigas Luna, La recamarera del Titanic (La femme de chambre du Titanic), relato de la pasión desbordante del joven obrero metalúrgico francés Horty (Olivier Martinez) por una bella desconocida, supuestamente recamarera en el célebre trasatlántico, a principios de siglo. Mezcla de realidad y ficción, cuento erótico y fantástico, con una formidable presencia femenina: Atana Sánchez Gijón. Esta cinta seguramente habrá asegurado, a estas alturas, su distribución comercial en México. Cabe señalar también el impacto de una película hiperviolenta, Dobermann, de Jan Kounen, relaboración del cine de Quentin Tarantino que combina elementos del cine gore y del neothriller estadunidense, con el apoyo de un notable conjunto de actores.
El pasado viernes, el IFAL propuso una larga noche de cine joven francés con la exhibición de cinco largometrajes, entre los que destacó por su originalidad y excelente factura la cinta de la directora Noémie Lvovsky, Olvídame (Oublie moi). es de esperar que de esta profusión de propuestas fílmicas francesas, organismos como la Cineteca Nacional y la UNAM puedan rescatar lo mejor y, con el apoyo de los servicios culturales franceses, hacer llegar este cine a un público mucho más numeroso. Esta es la condición primordial para la continuidad de este impulso cultural.