La Jornada domingo 14 de diciembre de 1997

VENTANAS Ť Eduardo Galeano
Machos

Techo de palma, mostrador de cañas. Acodados en el mostrador, Dámaso Murúa y yo bebíamos cerveza, picoteábamos camarones al ajillo y escuchábamos las reflexiones de la clientela. No había mujeres en aquel bar de Mazatlán, pero sólo se hablaba de ellas:

--Lo dijeron en la tele. Cada día muere un montón de mujeres, dieciocho mil mujeres mueren cada día en el mundo. Así como lo oyes. Y a la mía ni le duele la cabeza.

--Ni modo. Es que hay matrimonios que acaban bien, y hay otros que duran toda la vida.

--Antes ella era buena, buena como mujer de otro, pero ahorita... Les das confianza y acaban pisándote. Y cuantimás peor.

--Si las mujeres fueran buenas, digo yo, Dios tendría una.

--Mujer que no jode, es hombre. Está probado.

--Puro hable y hable. Viboreando se pasan el día, puro chisme, pura queja, puro reproche.

--Pos sí.

--¿Quieres que te diga? Les falta cerebro, pero les sobra memoria.

--Eso se ve a simple vista, nomás con echarles un vistazo.

--Las mujeres tienen una pinche memoria. Y es lo peor que tienen, no te perdonan una, te recuerdan todo, óyeme bien, que no acostumbro mentir.