La Jornada Semanal, 14 de diciembre de 1997



LAS EXPERIENCIAS QUE NO HE TENIDO


Armando Alanís


ENTREVISTA CON ADOLFO BIOY CASARES

Adolfo Bioy Casares fue uno de los grandes ausentes de la Feria Internacional del Libro celebrada en Guadalajara, cuyo tema central fue la literatura argentina. El autor de La invención de Morel conversó por teléfono con Armando Alanís acerca de Borges, el humor y la veta necesariamente fantástica que sigue su literatura.



La literatura fantástica

¿Qué es lo que distingue al género fantástico de otros géneros literarios?

-Yo creo que el género fantástico, como el género policial, guarda una sorpresa para el lector. Eso lo hace distinto a otros géneros.

-La inclinación de usted por lo fantástico, ¿corresponde a una predilección por la trama, por las historias que cuentan historias?

-Sí, realmente la trama siempre me ha gustado: leer tramas y escribir tramas. Lo que desearía es escribir alguna vez historias que no fueran fantásticas, pero mi imaginación está acostumbrada a inventar historias fantásticas y me resigno a ellas.

-Sin embargo, no desdeña usted la psicología, el desenvolvimiento de emociones y sentimientos. ¿Le interesan también los personajes, más allá de la trama en la que se hayan involucrados?

-Claro que sí: quieren ser personas y ese deseo es ya muy importante.

El amor

-Otro tema que recorre su narrativa, tanto en sus libros de cuentos como en sus novelas, es el amor.

-Creo que es un tema lícito, el amor.

-A Borges no le gustaba muchoÉ

-No, no le gustaba. Teníamos largas discusiones al respecto.

-Uno de sus últimos libros, la novela breve que se titula Un campeón desparejo, es la historia de un amor imposible entre el taxista Luis çngel Morales y Valentina.

-Creo que sí, pero veo que usted recuerda mis obras mucho mejor que yo; yo no hubiera sabido darle los nombres de los dos personajes.

-Marcelo Pichón Rivire señala que en sus cuentos de madurez "la trama fantástica es un tenue telón de fondo" y "los enanos y gigantes somos nosotros, la gente". ¿Qué piensa usted de ello?

-Hay una tendencia en ese sentido, pero creo que las tramas fantásticas, sin embargo, están siempre en mis relatos, más de lo que yo quiero.

-¿Qué otro tipo de tramas le gustaría abordar?

-Yo he escrito Historias fantásticas e Historias de amor. Esos dos títulos son como una descripción de mi obraÉ Me da un poco de vergüenza llamar a mis libros "mi obra".

El humor

-¿Podría hablarme del humor en su narrativa?

-Mis amigas me aconsejan que renuncie al humor. Me dicen que el humor enfría, que aleja al lector del tema. Yo, sin embargo, recaigo siempre en el humor y me parece que no es un defecto en mi escritura sino más bien una virtud.

-Yo no noto que uno se aleje del tema sino que más bien se acerca a él un poco más; también contribuye a la calidez del cuento.

-Claro. Es como si dijéramos: "No tomemos tan en serio la vida: veámosla con un poco de humor."

El relato policial

-Es también muy conocida y reconocida su afición por el relato policial. ¿Qué atractivo tiene para un lector y para un escritor este tipo de ficciones?

-A los escritores jóvenes les convendría leer historias policiales, porque si una historia policial no está bien armada es ilegible. Yo creo que pueden servir como modelo para escribir novelas que no sean policiales. En cuanto a mi relación con el género, es como si me hubiera cansado un poco. Ya casi no leo novelas policiales.

-Cuando usted y Borges publicaron los libros que aparecen en El séptimo círculo, no gustaban mucho de los llamados escritores duros, ¿verdad?

-Es cierto. Preferíamos a los que armaban una trama inteligente y sabían resolverla.

-¿Las tramas de los escritores duros no les parecían suficientemente interesantes?

-No, pero a veces leo a alguno de estos escritores duros y me parece que no son tan malos como yo creía.

Borges

-Usted escribía cuentos al alimón con Borges. ¿Me podría hablar sobre esa experiencia y el método de trabajo que seguían?

-Puedo decirle que nos acostumbramos a escribir en colaboración, y cuando escribía cada uno aisladamente sus cuentos y sus novelas sentíamos que era una tarea muy dura, porque en colaboración fluía el relato sin hacernos padecer. También tuvimos una lección de humildad, porque pensábamos que uno puede siempre escribir lo que quiere y nosotros hubiéramos deseado hacer una historia que planteara claramente un enigma y resolverlo con honestidad. Sin embargo, cuando escribimos juntos nos dejamos devorar por las bromas: acumulábamos una broma tras otra, y llegamos así a realizar textos en los que nos perdíamos. Borges me preguntaba: "¿Y qué hacemos ahora con este personaje, cómo salimos de esta situación?"

-Se nota que se divertían mucho, son textos muy humorísticos.

-Nos divertíamos muchísimo. Me acuerdo que a veces Borges se reía a carcajadas de lo que escribíamos.

-¿Qué significó para usted su amistad de tantos años con Borges?

-Yo creo que he tenido una vida feliz en parte porque he tenido la amistad con Borges y algunos otros regalos, como la compañía de Silvina Ocampo.

Los inicios

-¿Siempre quiso ser escritor?

-Hubo un tiempo en que escribí y no sabía que quería ser escritor. Cuando realicé mis primeras novelas tenía ocho o diez años -novelas que quedaron inconclusas, por cierto-, y no sabía que iba a ser escritor. No sabía qué iba a ser; a lo mejor quería ser fabricante de automóviles. Lo cierto es que me ponía a redactar novelas.

-Usted ha dicho que sus primeros cuentos eran muy malos y que cuando escribió La invención de Morel se propuso que ese sería su primer libro bueno. ¿Le costó trabajo llegar a ser escritor en todo el sentido de la palabra?

-Muchísimo trabajo. Mientras hacía mis textos creía que estaba escribiendo bien; cuando los leía, me repugnaban. Fue un verdadero esfuerzo tratar de convertirme en otro escritor más aceptable. Sin embargo, cuando salió la primera edición de La invención de Morel me parece que todavía no había cortado con ese pasado horrible. La corregí mucho. La tercera edición ya es un libro decoroso.

-¿Lo fue corrigiendo de una edición a otra?

-De una edición a otra, así es.

-¿Escribir es una fiesta, una obligación o una tarea muy penosa?

-Es una fiesta: me encanta, soy muy feliz escribiendo. No le niego que a veces tengo dificultades al empezar una historia, pero dificultades que me interesan y que las venzo con placer.

-Después de todos los libros que ha publicado hasta ahora, ¿está satisfecho, contento con su obra literaria? Dice usted en sus Memorias que tal vez defraudó las esperanzas de sus padres.

-Si mis padres pudieran leer mis libros, los libros que vinieron después de esa serie de libros malos, y ver que soy un escritor aceptable, hubieran tenido alguna satisfacción. Ellos pensaban que yo debía ser abogado, como mi padre. Que no lo fuera frustró un poco sus esperanzas, pero tampoco creo que fuera una cosa demasiado trágica.

La nueva literatura

-¿Sigue usted escribiendo?

-Desde luego, siempre escribo. Ahora, como estoy un poco débil, escribo simplemente reflexiones, estados de ánimo y lo que me pasa en mi diario, pero tengo un libro de cuentos en preparación.

-¿Son también cuentos de corte fantástico?

-Desde luego, desde luego.

-¿Utiliza en sus relatos elementos autobiográficos?

-Casi nunca. Me parece que es una debilidad del escritor estar hablando de sí mismo siempre. Yo trato de inventar historias de otra gente, experiencias que no he tenido.

-¿Cómo ve la nueva literatura latinoamericana, los nuevos cuentistas y novelistas?

-Estos países, que probablemente tienen tantos defectos, producen una literatura aceptable.

-Después del boom, ¿cree usted que sigan surgiendo buenos escritores?

-Es mi esperanza, por lo menos.

México

-Tengo una gran nostalgia de México. Cuando estuve ahí pasé una temporada muy feliz. Desearía, antes de morir, visitar de nuevo México.