La Jornada Semanal, 14 de diciembre de 1997
Este es el cuento de la Gran Carrera loca...
Ahí, piensa Chiquito Pisa-rápido, los tiempos del polvorón, el vénganos a tu reino, son a la velocidad de la luz estrobótica. El Toques González, ejemplar máximo de la antiquísima era de acuario, se acuerda, todo era contemplación. Hoy las supercarreteras han trastocado la noción del tiempo cotidiano: por ahí Chiquito Pisa-rápido es el eslabón perdido.
Ay que tiempos aquellos, tío Alberto, de la calentura saciada en un restregón, o cargando el cartoncito de cerveza, en la lustrosa pista de baile iluminada con foquitos chinguiñosos, entre Luces de Nueva York y Pedro Navajas. Hoy se paga un boletito y ya hornos de microondas con tu table dance.
Antes, Pancho López, papá del Toques González, era chiquito pero matón; ahora, el Chiquito Pisa-rápido es el Chiras pelas, habitante consuetudinario de las coladeras; es, vayamos muriendo alfabetizados, carnalito, now, un plomazo en la cabeza y ave María. Antes, la fiesta brava era fiesta a tal grado que hasta Manuel Capetillo cantó y actuó. Hoy la parafernalia del vuelo acrobático del enmascarado hizo talco a la apasionada entrega por la graciosa huída del bien armado Perro Aguayo. Pura democracia representativa.
Con decirles que en la H. Buenos Aires el fast track legitimó las sentencias ipso facto a los indocumentados; primero Jaguar, luego existes.... ¡existías!
Perro Pulgoso ha tomado la delantera.
En tiempos del polvorón, la velocidad del individuo va de acuerdo a su prisa por vivir en el Postmictlán para iluminarse como foquito de Navidad en el Tzompantli... Tan es así que hay voces que reclaman la ciudadanía a los dieciséis años para Chiquito Pisa-rápido, cuando en la era de acuario Gigiolla Chincuetti le cantaba al Toques González que no tenía edad para amar. Fast. Toc. Cof. Ogh.
Hoy los Homus mochilitas, ante la envidia del Chiquito Pisa-rápido y de Pierre Nodoyuna, se calzan con tenis de aire y pantalones de mezclilla agujereada para evitar la resistencia al viento, las camisolas amarradas a la cintura como alas para levantar el vuelo de la gorrita a la Luis García.
La velocidad es el horror a los hoyos negros, asume la visión apocalíptica del Chiquito Pisa-rápido, visión que le chorean los enviados del nuevo cristianismo, los insurrectos de Juan Diego y la Tona Guadalupe, el new age nopal's, las waves que bañan el espíritu de los hijos del Chicomostoc.
Aquí, Penélope Glamur pasa a la punta de la Gran carrera loca.
Para Chiquito Pisa-rápido, los desayunos para los niños que reparte el gobierno se encogieron por arte y magia del agujero del ozono. Te acordás, Pancho López, de los envases de la leche... en la década de los sesenta parecían naranjada bonafina; hoy, al final del milenio, asemejan el tamaño de los envases del yakult, y las palanquetas de cacahuate en vez de ser mafer parecen chiclosos toficos, de los chuchulucos que regalaba Pepe Ruiz Vélez en "Estrellas infantiles", y el plátano del desayuno no es morado, ni tabasco, bueno, ni tan siquiera dominico... Para Chiquito, en la era del polvorón los desayunos son fast food.
En la Gran Carrera Loca, Penélope Glamur se polvea la nariz para agarrar velocidad, Pierre Nodoyuna puntea y Pequeño Pulgoso va a la cola.
Por fin, Chiquito pisa-rápido, entiende la máxima cuántica: a mayor velocidad mejor comprimido. Snif, snif, y san se acabó.
(Nota: leer, por favor, escuchando música para caricaturas.)