La Jornada Semanal, 14 de diciembre de 1997
En esta penúltima entrega de nuestro ciclo sobre la transición, Ciro Gómez Leyva conversa con el senador independiente Adolfo Aguilar Zinser acerca de la transición y la cultura de la impunidad. En opinión del autor de Vamos a ganar (libro que relata su experiencia junto a Cuauhtémoc Cárdenas), el camino al futuro depende, no sólo de un cambio de mandos políticos, sino de romper las redes de la corrupción.
El pacto de la muerte
A pagar la cultura de la corrupción es una premisa inevitable para poder decir, sin duda ninguna, que el viejo reino mexicano de la impunidad quedó atrás. Pero abrir los expedientes e ir a fondo es, también, uno de los obstáculos más altos y difíciles de sortear para una transición. Revisar el pasado o decretar el borrón y cuenta nueva, he ahí el dilema, porque en este capítulo no parece haber puntos intermedios.
El senador independiente Adolfo Aguilar Zinser sintió el peso de los expedientes abiertos en 1996: como diputado que era entonces, halló el acta de una sesión de Consejo de Conasupo, siguió el hilo y terminó apuntando a Los Pinos. La presidencia reaccionó con furia. Y sólo fue un escarceo. Así parece entenderlo el polémico Aguilar Zinser, quien publicará un libro sobre corrupción a principio de 1998, y que ha dedicado los últimos meses a estudiar cómo se abordó el tema del pasado en las transiciones sudafricana, argentina, chilena y filipina. Para llegar al futuro, afirma con vehemencia, hay que desmantelar las redes de la impunidad del pasado, que son también las del presente.
-¿Qué tan atrás debe mirar una transición?
-Hay un incentivo de dejar el asunto de la corrupción en un nivel meramente retórico. Es el incentivo de pensar que ir al pasado supone confrontar los posibles arreglos de esta transición democrática con los intereses y las estructuras de poder del pasado. Se plantean las cosas en términos de "o hacemos la transición democrática, o vamos al combate de la corrupción".
-Siempre como dilema.
-Siempre como dilema: "Las tareas que tenemos enfrente no las podremos llevar a cabo en tanto estemos confrontados con el régimen, de manera irreconciliable, por el asunto de la corrupción."
-Tú opinas lo contrario.
-Hay una dinámica prácticamente incontenible por parte de la opinión pública que plantea que se esclarezca la corrupción del pasado. Si la ciudadanía no percibe que la corrupción ha sido atacada de manera implacable, entonces no va a pensar que el arreglo político es realmente democrático y participativo.
-¿Así lo crees?
-Sí, y hay además otro factor: la dinámica de incesantes escándalos públicos lleva a los partidos políticos a utilizar la corrupción como un arma, como una espada, en la confrontación interpartidaria. Eso hace que la búsqueda del pasado se haga a picotazos, a alfilerazos, a puñaladas. Se va hacia el pasado para clavarle una puñalada a alguien. Se va hacia el pasado de una manera anárquica, casuística, motivada por reacciones inmediatas del debate político. La dinámica actual hace que los dirigentes de los partidos estén constantemente reabriendo expedientes. Por todo esto, la corrupción y el combate a la impunidad tienen que colocarse en el primer lugar de la agenda de la transición democrática y de las relaciones entre las fuerzas políticas del país, de tal manera que el primer gran acuerdo al que lleguen sea el de cómo vamos a combatir la corrupción, cómo vamos a ir a revisar el pasado.
-¿De qué se trata esa revisión del pasado?
-De organizar un esfuerzo jerarquizado que nos permita conocer la lógica de las grandes operaciones de corrupción, que están vinculadas a los mecanismos de articulación del poder. Ese es el sentido del combate a la corrupción; no es castigar, aislada e individualmente, a los funcionarios que abusaron de sus cargos, sino desmantelar la estructura de poder que se conformó a partir del tráfico de influencias y de la impunidad.
-¿Qué tanta energía se pierde al mirar para atrás?
-Nos podríamos poner de acuerdo con facilidad en la formación de una nueva Contraloría en manos del Congreso. No nos representaría una gran dificultad.
-El propio presidente Zedillo lo ha pedido.
-Lo ha pedido, sí. Lo que pasa es que pide un borrón y cuenta nueva: "Ya no nos vamos a robar dinero de aquí para adelante, pero el que se robó de aquí para atrás, pues lo 'caido, caido'." Los funcionarios quedan indirectamente amnistiados. El pasado queda cubierto por un velo de entendimiento entre las fuerzas políticas.
-No han sido pocos los procesos de transición que lo han hecho así.
-En los lugares donde se ha hecho, ha sido porque los crímenes del régimen que termina son crímenes que tienen un resultado finito. La estructura del poder que dio pauta para que esos crímenes se cometieran, se modifica sustancialmente en el arreglo de la transición. Sudáfrica, por ejemplo: crímenes al amparo de un régimen de apartheid desmantelado por la transición; entonces no era necesario ir a buscar los hechos del pasado para quitarles el poder.
-¿México?
-No nos podemos dar el lujo de no investigar la corrupción, porque la estructura del poder está fincada en los arreglos de tráfico de influencias y de impunidad vinculados a los hechos del pasado. Si no desentrañamos esos hechos, no desmantelaremos esas estructuras. Decir "borrón y cuenta nueva" es dejarlas intactas, y a cada quien posicionado en donde logró colocarse por virtud de estos arreglos de tráfico de influencias, con la capacidad de decidir sobre las decisiones presentes.
-De cualquier forma, ¿no se perdería mucha energía política en esa revisión del pasado?
-¿Para qué necesitas la energía política?
-Para ir hacia adelante.
-Para ir hacia adelante, ¿haciendo qué?
-Creando nuevos arreglos, contrapesos.
-No es posible modificar esas estructuras sin tocarlas. Son estructuras que tienen una gran capacidad de reproducción. Las burocracias se reproducirán para mantener intocado el sistema de tráfico de influencias, independientemente de lo que haga la cabeza.
-¿Qué puede hacer la cabeza?
-O confrontarse, o tolerar. Si tolera, es para conservar el cargo. Si confronta, es para chocar con las estructuras del poder.
-¿Cómo sientes los ánimos, propicios para tolerar o para chocar?
-Siento a la clase política tradicional que sería afectada por la rendición de cuentas con una determinación absoluta de entregarle el poder a quien tengan que entregárselo. Eso no les causa la menor dificultad a estas alturas. Hay una especie de lógica un poco cínica: "Ya gozamos el poder por 70 años, si ustedes lo quieren con tanto empeño y ahínco, ahí está, con una condición: que me dejen ir tranquilamente, en paz, que no me estén hurgando mis cuentas de banco, que no se metan a ver cómo tomé tal decisión."
-¿Es un mal pacto ese?
-Es el pacto de la muerte, el pacto que aniquila la transición, porque el interés de estas fuerzas no es individualizado, no es un sujeto que abusó, sino el interés de redes. Y siempre seguirá existiendo la capacidad de reproducir los negocios, de hacer cómplices a los nuevos funcionarios, si no tocaste nada de eso.
-¿Qué es el pasado?
-Ahí está el punto de acuerdo. Tenemos que establecer los criterios bajo los cuales se va a ir al pasado, y qué hay en el pasado que nos interese. No nos interesa todo el pasado. Nos interesan ciertos arreglos y acontecimientos que conformaron pilares de la estructura de poder presente. Las privatizaciones, por ejemplo. No es que todas hayan sido ilegales, no, pero en todas hubo una dinámica de poder y de tráfico de influencias protegida por las murallas de la impunidad. Si no transparentamos las privatizaciones, no desmantelaremos la estructura de poder que se creó en torno a esas decisiones. No es quitarle las empresas a sus dueños, es transparentar.
-No creo que estén dadas las condiciones para llevar adelante la "propuesta Aguilar Zinser".
-Tiene que haber un gran sentido de futuro, de realización de la sociedad con ese proceso. Si no creamos algo que vincule a todos los mexicanos, algo que nos enorgullezca a todos, que nos presente con una cara nueva; si no nos queda la sensación colectiva de que hemos logrado una proeza, entonces nuestro arreglo democrático será delgadito, frágil, permanentemente cuestionado e impugnado, y será visto como algo excluyente.
-¿Crees?
-El fin de la corrupción es lo que nos va a desvincular del pasado. La corrupción es una manera perversa, pero muy bien estructurada, de repartir y acumular. Lo importante no es meter a Carlos Hank González a la cárcel. La satisfacción para la sociedad estaría en la restitución de las cuentas de banco a la hacienda pública, para aplicar ese dinero a un fin social. ¡Imagínate que los 100 millones de dólares de Raúl Salinas regresaran a la hacienda pública y que el Congreso discutiera en qué área social se van a aplicar!
-¿Eso es lo que quiere la sociedad?
-Las nuevas proezas de la sociedad son los actos restitutivos: restituir el medio ambiente, el dinero robado; recuperar mejores formas de vida comunitaria, etcétera. Imagínate el prestigio que alcanzaría un Congreso así.
-Lo importante no es meter a Hank González a la cárcel, pero en tu propuesta está implícito el castigo.
-No necesariamente. Investigamos con tres propósitos: transparentar, restituir y fincar responsabilidades.
-Responsabilidades penales.
-Eso no nos toca a nosotros. En la idea que tengo, el Congreso transparenta cómo se hacían los negocios: revisa documentos y recaba testimonios, y ahí puede otorgar amnistía a quien aporte un testimonio esclarecedor de hechos importantes de corrupción. En ese momento, el objetivo ya no es castigar, sino esclarecer. Ofreces una oportunidad de comprar un boleto de salida a quienes digan lo que saben o entreguen algo de lo que se llevaron. Carlos Hank González no es una persona, es una red inmensa de complicidades. Un proceso así hace que se acabe esa red de complicidades.
-¿Qué gana el país en términos de futuro?
-No vamos a ganar porque él vaya a la cárcel, vamos a ganar porque un poder así quedaría disuelto. Incluso, podemos no mandarlo a la cárcel, pero necesitamos que su estructura de poder quede desmantelada, despojándolo de sus mecanismos de ejercicio del poder.
-¿Cuánta energía, insisto, se va a gastar en esa lucha?
-Se debe emplear toda la energía política, porque eso va a liberar una gran cantidad de energía política.
-¿Tiene que ser así, entonces?
-Si no, lo que estás diciendo es: "Señores, en el nuevo gobierno, con las nuevas leyes, se van a encontrar los nuevos espacios de torcimiento para que, ustedes, los nuevos funcionarios que fueron elegidos por el pueblo con todo el entusiasmo, pasado mañana sean cómplices de esto." Si nosotros no hacemos el examen de la corrupción hacia el pasado, seguirán desde sus casas moviendo las burocracias del Estado a través de estas redes.
-En síntesis.
-Hay que abrir las cajas para decir: "En esta parte se operaba así, el dinero se movía así, pero ya está destruido y los actores erradicados del proceso." La vía electoral no los va a despojar del poder. Los puede despojar de las oficinas públicas y, potencialmente, de la capacidad de decisión para sanear la administración pública, si esa capacidad de decisión se ejerce. Es lo que estoy pidiendo: si nos dieron el poder en el Congreso, usémoslo para hacer esto.
-¿Ves un ánimo para llevar adelante esta "revisión del pasado"?
-No en el PAN ni en el PRD. Sigue vigente la idea en ellos de que no necesariamente van a recibir el poder porque lo ganaron en las urnas. Para ellos, la entrega del poder supone algún tipo de arreglo, algún tipo de coexistencia.
-El arreglo de no ir hacia el pasado.
-Así es, no desentrañar los asuntos de corrupción. Es un entendido que no ha quedado protocolizado en ninguna parte, pero atrás de la nueva dirigencia política de oposición está la pregunta: "¿Vale la pena lanzarnos en esta cruzada que puede terminar en una guerra de aniquilamiento?" La respuesta es: "Mejor hay que ir atenuando la corrupción a cambio de ir obteniendo de la clase política saliente una serie de garantías de salida." Es decir, la moneda con que le pagas a la clase política su retirada es el borrón y cuenta nueva.
-¿Los partidos no van, entonces?
-Hay una parte muy importante de la nueva dirigencia del PAN y el PRD que está decidida a dar esta batalla, porque se da cuenta en su contacto con la sociedad de que la lucha contra la corrupción es la demanda central. Y hay priístas que no son beneficiarios de las transacciones y que sí pueden beneficiarse de un esquema de exigencia de responsabilidades hacia el pasado, para ser parte del futuro.
-¿Quiénes?
-Esteban Moctezuma, en fin, todos aquellos que saben que pasó todo esto, pero que no se enriquecieron personalmente, que no tienen una cuenta sucia que ocultar. No son pocos.
-¿El Poder Judicial estaría listo para juzgar a los corruptos?
-No, va a rechinar cuando le lleguen los expedientes. Nada más que quien armó la investigación perfectamente documentada fue el Congreso. Le estás dando la salida al Tribunal.
-¿El Presidente de la República?
-Tiene que entregar toda la documentación que obra en poder del Ejecutivo, decir "me sumo y me someto", lo cual no es nada fácil, ahí está la experiencia de Conasupo: el documento más inocente conduce a los más reveladores actos de corrupción. Si no lo hace, se suma a la complicidad. O es hombre de la transición, o es el principal guardián del viejo orden. No hay medias tintas. Creo que Zedillo es suficientemente honorable como para poder dar ese paso. No ha sido lo suficientemente decidido, ni ha tenido el coraje para darlo.
-Fundamentas muy bien tus ideas, pero no dejan de prefigurar caos.
-Uno de los sofismas de nuestro tiempo es creer que las transiciones políticas se pueden lograr absoluta y totalmente de manera tersa y sin turbulencias, sin grandes rupturas. Aquí todavía no pasa nada. Aquí todavía mandan los que mandaban, aunque compartan espacios de poder con los que ganaron en las elecciones.
-¿Quiénes son los que mandan?
-Las viejas burocracias políticas dentro del aparato del Estado, una inmensa amalgama de gente: desde ex gobernadores, gobernadores, secretarios y ex secretarios de Estado, los que controlan los aparatos de seguridad, las cuentas bancarias, las lealtades burocráticas. ¡¿Quiénes son?! Es lo que tenemos que investigar. Te responderé después de la turbulencia, después de haber hecho la tarea, de haberlas diseccionado. Si descubres las cuentas bancarias de cien líderes políticos del país, destruyes una estructura formidable de poder. Pero si no tocas esas cuentas, no hay entrega de poder. Perdóname: no hay transición a la democracia. La transición es, en esencia, un acto restitutivo del poder.
-¿No hay más ruta que enfrentar a la corrupción?
-Oye, perdóname: el régimen de corrupción en México era la manera como se estructuraba el poder, y es la manera como se estructura el poder; es el mecanismo esencialmente propio del régimen de dominación política mexicana. El régimen no necesitó matar a todos sus contrincantes, ni mandarlos al exilio, ni meterlos a la cárcel. Los integró a una red, de todos los tonos, de corrupción. Si no desmantelas eso arriba y en los niveles medios, te va a chupar, a absorber todo. Así gobiernen los funcionarios más honestos del mundo. A los seis meses estarían agarrando dinero. No es un problema de naturaleza humana. Si en Suiza existieran los niveles de impunidad que existen en México, los suizos se robarían todo.
-¿Cuándo empiezan, senador?
-O se hace en estos tres años, o no se hace, precisamente porque el PRI va a perder las elecciones en el año 2000. En el tránsito de entrega de la presidencia a la oposición se tiene que fincar el régimen de responsabilidades públicas.
-El nuevo presidente puede ir al pasado.
-No. Esa es la tesis de los candidatos a la presidencia: "No le muevan ahorita, porque si no, no llego."
-¿Es ahora o nunca?
-¡No hay nada en las sociedades que sea ahora o nunca! Pero la oportunidad de construir una transición de poder sobre una base firme es ahora. Dentro de tres años veremos qué horizontes se nos plantean, pero ya no serán los de haber logrado transparentar el problema de la corrupción. Tendremos todavía esa asignatura pendiente. Y mi pregunta es, ¿la puede cubrir el Presidente de la República? El Presidente de la República es el menos indicado para encabezar el combate a la corrupción, aunque fuera el político más honesto, aunque fuera Cuauhtémoc Cárdenas o Vicente Fox. No lo podrían hacer. ¿Por qué? Porque el criterio sería gobernar al país en condiciones extremadamente difíciles. l iría a ver a los grupos de poder para que no lo socavaran. El Presidente es inmensamente más vulnerable a las venganzas o al contraataque de los grupos del poder que el Congreso.
-De acuerdo.
-Lo más riesgoso para la transición es que no hay ni un acuerdo para limpiar, ni nadie va a hacer un acuerdo para el borrón y cuenta nueva. El que haga ese acuerdo, morirá liquidado por la opinión pública. Entonces nos podemos quedar a medias tintas, en los picotazos, los alfilerazos.