El barómetro de las relaciones entre el gobierno de Israel y el Departamento de Estado marca ``tiempo tormentoso'': así lo demuestra la carta de apoyo y saludo que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, envía a un espía israelí condenado a cadena perpetua en Estados Unidos por venderle secretos militares al gobierno de Tel Aviv. Esta actitud sin precedente revela, por un lado, un enfriamiento notable en las relaciones de éste con Washington (que antes no sólo brindaba gratuitamente ese tipo de secreto, sino que financiaba el desarrollo israelí de todo tipo de armas, sin exclusión alguna) y, por el otro, muestra la irritación del gobierno de Netanyahu.
``No nos suicidaremos sólo para satisfacer a Estados Unidos y a los europeos'', declaró en efecto el líder derechista israelí, quien trata de evacuar el mínimo posible de las tierras palestinas que, según los tratados de paz, ya deberían haber sido devueltas en una proporción al menos diez veces mayor que el 3 por ciento actual de territorios palestinos administrados por el gobierno de Yasser Arafat.
Estas declaraciones, además de la irritación y obstinación impotente que reflejan, contienen una evidente falsedad y un total desconocimiento de las resoluciones de Naciones Unidas y de los tratados de paz, solemnemente firmados por Israel, y que Netanyahu hace de todo para no cumplir. En efecto, lo que se exige es que, junto al Estado israelí, cuya seguridad todos garantizan, surja también un Estado palestino, pequeño, pobre, casi sin armas, que de ninguna manera puede afectar la supervivencia de Israel, la mayor potencia militar de la zona. Lo que se reclama es el cumplimiento, incluso parcial y gradual, de los tratados y de las normas y leyes internacionales, y el fin de las agresiones continuas contra los habitantes árabes, la devolución de los territorios palestinos, libaneses y sirios ilegalmente ocupados, el cese de la colonización de tierras árabes, la búsqueda seria de bases efectivas para obtener la paz, cediendo en cambio en la ocupación de territorios ajenos y abandonando las miras expansionistas y las prácticas violentas y racistas contra los palestinos.
La resolución de la Unión Europea de ayudar por todos los medios a la creación del Estado palestino y de hacer pesar ``todo su apoyo político y moral'' con este fin, coincide con la presión internacional (Naciones Unidas, Conferencia Islámica, en particular) y con la de Estados Unidos, que no quiere crearse problemas con Rusia, China y la UE, para servir los intereses de la derecha israelí, en una zona que Washington controla firmemente.
Netanyahu acaba de ser derrotado por una huelga general en Israel mismo (a pesar de haberla declarado ilegal) y se tambalea, pues la mitad del país se le opone y se niega a aceptar las conclusiones lógicas (y terribles) de la política del actual gobierno de Tel Aviv, o sea, el aumento de la magnitud y la violencia de la ocupación israelí en Cisjordania y Gaza, el terrorismo y la inseguridad en ascenso, las dificultades económicas que podrían resultar de una menor ayuda estadunidense, la tensión creciente y quizás una nueva guerra con los Estados vecinos que, aunque estén débiles y tengan gobiernos conservadores, no pueden tolerar la opresión de los palestinos, el racismo y mucho menos aún, que Netanyahu fomente con su política el fundamentalismo islámico, que es hostil tanto a Arafat como a los demás gobiernos árabes.