Cuando en el año 2076 se abra la cápsula espacial puesta en órbita con motivo del bicentenario de la independencia de Estados Unidos, una muñeca Barbie aparecerá entre los múltiples iconos representativos del american way of life.
Las ventas internacionales de Barbies, calculadas en mil 700 millones de dólares para 1996, representan 60 por ciento de las utilidades de juguetes Mattel. Con un catálogo de 125 muñecas distintas, Barbie se vende en más de 140 países.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Los problemas derivados de la solidez del dólar y la creciente economía informal de países como México provocan disminución de ventas internacionales. A su vez, la piratería da empleo a miles de familias en talleres clandestinos y puestos ambulantes. Las copias son burdas, pero permiten que muchas niñas pobres tengan, esta Navidad, una de las barbies mexicanas. Los ambulantes las ofrecen en un precio que va de 5 a 35 pesos, frente a las Barbies Mattel que en almacenes de prestigio cuestan entre 50 y 429 pesos, sin contar la variedad de accesorios --ropa, autos, mascotas, casas, etcétera-- cuya suma puede rebasar mil pesos.
Para algunas personas la Barbie ofrece una educación para el consumo y exalta los valores tradicionales de la feminidad; otras, en cambio, ven en la muñeca, creada en 1959 por Ruth Handler --cofundadora de juguetes Mattel--, una expresión cultural que refleja los cambios del momento: de la elegancia de Jackie Kennedy pasó a la psicodelia del flower power de los años sesenta y, luego, al estilo disco de los setenta.
Para los años ochenta, la Barbie se convirtió en instructora de aerobics y en ejecutiva con tarjeta de crédito. La corrección política, aunada al deseo de abarcar más mercados, dio lugar a una Barbie afroamericana y a otra de rasgos hispanos. En los noventa, adopta un aire new age y en el 92 fue la primera candidata femenina a la Presidencia de EU.
Si su curvilíneo cuerpo ha permanecido esencialmente inalterado, el cambio más radical ocurrió en 1971 en plena revolución sexual. Originalmente sus ojos miraban hacia abajo en la actitud pasiva de las mujeres convertidas en objetos sexuales, pero a partir del modelo setentero Malibú la muñeca nos mira de frente.
Muchas feministas critican a las Barbies como símbolo del consumismo. La muñeca podrá ser una imagen universal, pero lo que representa en la vida interna de una niña puede ser tan personal como una huella digital. La Barbie proyecta valores de autonomía al no tener figuras de autoridad: padres o marido. Eterna soltera, Barbie disfruta la vida y sus cambios de atuendo (maestra, veterinaria, modelo, diseñadora) pueden leerse como formas de vida deseadas, ajenas a las ataduras domésticas. A partir de los años ochenta, las Barbies interesan a coleccionistas dispuestos a pagar hasta 5 mil dólares por una de 1959 que pudiera estar arrumbada en un cuarto de trebejos. Aunque no todos los modelos incrementan su valor, la extravagancia llevó a la creación de ediciones limitadas de muñecas vestidas por Ralph Lauren, Anne Klein y Christian Dior. En México circula un ejemplar de colección en homenaje a la Marilyn Monroe de Los caballeros las prefieren rubias, mientras los modelos sencillos y las Barbies piratas son vehículo para la fantasía de niñas cuya imaginación puede correr por senderos distintos a los previstos por los fabricantes.