Una y otra vez se ha dicho que las subastas no suelen fijar precios de mercado, porque el ingrediente azaroso tiene que ver en ellas, y en parte es lo que las hace atractivas. También sucede, aunque en menor proporción, que alguien pueda llevarse un buen cuadro no necesariamente cotizado en el mercado por un precio bajo. Eso es lo que sucedió con La familia (1930), óleo de Ione Robinson, estadunidense que posó para Siqueiros en alguna ocasión, que conoció a Orozco y que posiblemente llevó amistad con otros pintores mexicanos, como Guerrero Galván y Julio Castellanos, de quien se le advierte influencia. La pieza, de 105 x 132 cm, es integrable a los mejores rubros costumbristas de la Escuela Mexicana y Sotheby's la vendió a precio de martillo en 8 mil 500 dólares.
Tenía más de un ``pretendiente'' y eso suscitó que saliera por encima de los estimados, que fluctuaban entre 5 mil y 7 mil dólares. Es un cuadro que llamó la atención de algunos que lo vimos reproducido en el catálogo. El nombre de Ione Robinson dice algo sólo a pocas personas que la conocen a través del retrato que Siqueiros le hizo por esos mismos años y que Olivier Debroise integró a la muestra Siqueiros. Retrato de una década 1930-1940 presentada en el Munal y en Londres. La artista, nacida en 1909, debe haber resultado simpática y agraciada a los pintores del México de aquellos años. Después su figura se desleyó, si bien en alguna ocasión pude escuchar a Justino Fernández mencionarla en alguna de sus clases, lo mismo que a Xavier Moyssén. Nunca se me olvidó, y cuando el MAM recibió por conducto de Rafael Tovar su retrato pintado por Siqueiros procedente, creo, de la colección Fernando Gamboa (de las pocas cosas que pudieron quedarse aquí) recordé de inmediato lo que de ella se había dicho. Bien poco, pero lo suficiente para rememorar que había sido pintora y grabadora y que después de su estancia mexicana había emigrado a otro país.
El cuadro en cuestión es una pintura muy representativa del momento en que fue realizada y además bien ideada. Había otra pieza en Sotheby's que parecía idónea para integrarse a un museo nacional. Es el soberbio retrato de Diego Rivera realizado en 1913 por el pintor ruso Alexandre Zinoview, mencionado por Ilya Ehrenburg en sus libros memoriosos. Diego, de cuerpo entero e imponente, está plantado en medio de la composición de 194 x 127 cm semejante al retrato que éste le hizo el mismo año a Adolfo Best Maugard y que alberga el Munal. Es tan interesante esta pintura como la que Diego hizo con Best como modelo, pero desde luego que por ser Zinoview un pintor poco conocido por el público que adquiere obra latinoamericana, los estimados eran bajos, entre 10 mil y 15 mil dólares. La monumentalidad con la que el ruso dotó a su composición típicamente modernista está fondeada con paisaje a manera de telón de fondo, glosando algo a los futuristas. Esta pintura subió por encima de los estimados, pero el precio de martillo no fue estratosférico: 25 mil dólares. Ojalá algún mexicano la haya adquirido. Su antiguo poseedor fue Eduardo Lassalle, de Mallorca.
Diego ensimismado, con traje negro, empuñando un legendario bastón ornamentado con incisiones, está parado sobre un pavimento ajedrezado y con los ojos cerrados. Lo que hay atrás de él es un recuerdo. El imagina la visión de lo que allí se encuentra. A ese mismo State de Mallorca pertenecían los cuadros de las castas, magníficos todos, realizados dentro del círculo de Juan Rodríguez Juárez (activo entre 1675 y 1728), también piezas dignas de cualquier museo.
Las obras de arte son cambiantes como el tiempo, los criterios para apreciarlas se modifican. No obstante el lote de pinturas contemporáneas que varios artistas donaron en favor de la obra filantrópica coordinada por Pepita Serrano, destinada a la escuela de música Eduardo Mata en Oaxaca, fue adquirida por los compradores casi en su totalidad a precios ajustados en Christie's. El gran cuadro de Francisco Toledo que aparece en la portada del catálogo se vendió en 350 mil dólares e igualmente llamó la atención (y fue adquirido) el de Sergio Hernández, que se encontraba entre los más gratos de todos. Por el de Irma Palacios se creó expectativa y las dos pinturas abstractas de Francisco Castro Leñero integraron un sólo lote que mucho favoreció al coleccionista que las adquirió. Es bien probable que todas estas obras ofrezcan perdurabilidad, al menos en décadas. Además de los valores plásticos que poseen, son testimonios del acontecer pictórico a fin de milenio.
La pieza estrella de las subastas se vendió en Sotheby's, es un formidable óleo de Wifredo Lam, La hierba de los dioses, de 1943, año en que pintó La jungla perteneciente a las colecciones del MoMa.
(La familia pudo adquirirse con parte de los fondos recabados en la subasta que la casa Morton realizó para Amigos del Museo de Arte Moderno. El cuadro se dará a conocer en el MAM-INBA el próximo año. Se agradece el envío de cualquier dato sobre Ione Robinson.)