Marco Rascón
Observando el escenario

La decisión por el cambio político constituye una fuerza precisa y concreta que se gesta a partir de la insistencia opositora y que logró vencer la confusión, el desaliento, los magnetismos del poder, la visión conservadora y la parcialidad de los medios de comunicación en permanente Teletón ideológico. Sin esa fuerza actuando y actuante en el movimiento que es ahora el Distrito Federal, tanto para la sociedad como para el gobierno no será posible ganar las batallas a los viejos intereses de la discrecionalidad y la corrupción.

Mantener la cohesión de la fuerza política del 6 de julio es una tarea a hacer desde los altos niveles del gobierno, desde el PRD y desde los movimientos sociales; si bien cada uno tiene su lógica y espacios de responsabilidad, los tres deben mantener cohesión estratégica y claridad en las consecuencias de cada decisión que afecte los intereses de los anteriores gobiernos y sus alianzas de reparto. Esta cohesión requiere instinto de defensa, pues la alianza entre derecha, gobierno federal y priísmo, es un hecho. Ya se sienten en el Congreso los efectos del golpe al PAN con el caso Lankenau, así como la declaración de guerra contra el gobierno de Cárdenas, pues la concertación con el PAN no sólo fue política sino financiera y hasta tuvo un nombre emblemático: Banca Confia.

El PAN, rezagado a causa de sus errores políticos, ha optado por radicalizarse para ganar la vanguardia política contra el cardenismo; desde la Secretaría de Gobernación a través de su vocero, Alejandro Carrillo Castro, y el Cisen (Centro de Investigaciones en Seguridad Nacional) se articulan las campañas contra la designación de funcionarios y, en particular, contra el procurador Samuel del Villar. La intención primera es poner al gabinete cardenista a la defensiva y en actitud de resistencia frente a los medios y la propaganda.

El origen de los rumores, versiones sobre el caos y la violencia a diez días de iniciado el gobierno, es el principio de una estrategia de desgaste, donde la tarea es someter a los funcionarios al terreno de las declaraciones espontáneas, retractoras y fuera de toda estrategia de comunicación. Por el lado de la derecha, la confrontación será fundamentalmente en el terreno ideológico y de la propaganda mediante rumores y mentiras, mientras los medios irán construyendo la idea del caos y el desorden. La política se vuelve consigna.

El revanchismo unificado de priístas y panistas, defensores y ratificadores de la misma política económica, dan un giro al escenario general de las fuerzas afines y contrarias al cambio democrático: Lakenau es el Raúl Salinas del PAN. Si en el sexenio pasado los unió el salinismo y el neoliberalismo, ahora, a la mitad del sexenio zedillista, los unificará la lucha contra el gobierno cardenista en el Distrito Federal y contra la política del PRD en el Congreso.

El PRD debe estar consciente de que el largo camino opositor desde 1988, es hoy cultivo de muchos resentimientos que tenderán a crear un solo frente contra la fuerza política configurada el 6 de julio.

Por lo tanto, no hay mejor estrategia que avanzar y marcar el camino donde los otros tendrán que definirse; quedarse a responder los conflictos planeados, sería echar a la basura la expectativa del cambio y la construcción de nuevas alianzas políticas y sociales a todos los niveles. Castillo Peraza, por ejemplo, afirma tener ``material de sobra contra Cárdenas'', cuando de lo que debiera preocuparse es por el material de sobra que tiene el mismo PAN contra él por haber derrumbado la fuerza de ese partido en el Distrito Federal.

El PRD no puede asumir una posición de resistencia. Los cuestionamientos en relación a los nombramientos en la Procuraduría de Justicia, son parte de las primeras escaramuzas que buscan debilitar al equipo de Cuauhtémoc Cárdenas en primera instancia, pues el propósito es impedir su capacidad de reformas y de decidir. La moral del PRI y del PAN es la misma y se demuestra en el fracaso de ese partido en la Procuraduría General de la República y luego en el caso Lankenau, donde no se distingue entre un Lozano y un Diego Valadez o entre el panista Lankenau y Raúl Salinas.

La confrontación será en toda la línea y frente a fuerzas políticas que se aliarán sin duda en contra de todo lo que represente el PRD. No será poniéndose a la defensiva y desarrollando una política conservadora, como se consolidarán las fuerzas del cambio democrático.