Marc Bolan, músico inglés que venía de ser modelo de pasarela, artífice, cantante y guitarrista de la banda T. Rex, escribió esta línea, que es piropo, en su malhadada canción Get it on: ``Estás construida como un automóvil''. La destinataria del piropo, que era seguramente Gloria Jones, debió preguntarle: ``¿Qué clase de automóvil?'' La canción es extraordinaria, pero tuvo la mala suerte de pasar a la historia gracias a un cover desdichado que le hizo algún hampón de la industria discográfica. T. Rex empezó a desintegrarse por los amoríos de Bolan con Gloria, su corista; fue víctima de ese hecho desintegrador de bandas (del líder perdiendo la cabeza por una mujer que acaba siendo líder, cabeza y verdugo) que ahora se conoce oficialmente como ``fenómeno Yoko Ono''.
De unos años para acá, los aditamentos de seguridad en los automóviles son tan importantes como la velocidad que alcanzan, o el diseño aerodinámico, o la parrilla que relumbra. Corren más que nunca. El sector catastrofista dice que tanta velocidad aumenta la posibilidad de un accidente; mientras, los diseñadores expían la culpa que les produce la creación de bólidos potencialmente mortales, llenando esa creación de dispositivos de seguridad. La desproporción de un extremo (¿cuántas veces rebasa el velocímetro la marca de los 200 kilómetros por hora?) queda aparentemente anulada al desproporcionar el otro extremo (infinidad de dispositivos de seguridad incapaces de ayudarnos cuando el velocímetro rebasa esa marca).
Tanta velocidad ha forzado la creatividad de los diseñadores: la bolsa inflable que surge del volante en el momento justo de la colisión y que envuelve al pasajero para protegerlo del golpe y desprotegerlo de la asfixia; o esa otra bolsa por venir que saldrá del cofre para proteger y desproteger a un probable atropellado. Para no hacer demasiado largo este recuento, habrá que terminarlo en el más humillante de los dispositivos, que aunque no está directamente relacionado con la velocidad, sí constituye un verdadero atentado contra la autodeterminación del chofer: un sensor que capta los grados de alcohol que carga el individuo en el aliento, y en el caso de que esos grados excedan la norma que impuso el diseñador (que debe ser un abstemio que desconoce el orgullo explosivo del borracho) no habrá dios que eche a andar el automóvil.
El 16 de septiembre de 1977, de madrugada, el auto de Marc Bolan se estrelló contra un árbol y dejó a T. Rex sin su líder, que estaba a punto de cumplir 30 años. Entonces Gloria Jones llevó el ``fenómeno Yoko Ono'' a alturas insospechadas, gracias a dos detalles: venía manejando el coche y sobrevivió al accidente. Otras líneas bellas y desmesuradas de Bolan, parte de su canción Life's a gas: ``Podría amarte, niña, como a un planeta. Podría encadenar tu corazón a una estrella''.
Los nuevos dispositivos automovilísticos difícilmente tendrán la repercusión social que en unos cuantos años alcanzarán los dispositivos domésticos de seguridad para niños. En el mercado puede comprarse toda clase de trampas para evitar un accidente. La historia comienza, por la cuna que puede aderezarse con barrotes más altos y clausurarse con una rejilla de madera que mantiene al niño encerrado y protegido; mientras no descubra, como han revelado estudios recientes, la manera de quitarle el gozne a las rejilla para escapar de su encierro y deambular por la casa, listo para enfrentarse con el protector de plástico para enchufes, que últimamente ha perdido eficacia porque los niños son capaces de anularlo con el gozne que le quitaron a la rejilla. A media casa se instalan una especie de compuertas, de poca altura y hermoso diseño, para que el niño concentre su actividad en un solo sitio bajo el control visual de su madre. Basta una distracción para que el niño, ayudándose de cualquier instrumento, que bien puede ser el capuchón plástico que le quitó al enchufe, desmonte las compuertas y se dirija al principio de las escaleras, que están protegidas por rejas igualmente vulnerables por el talento de la criatura cautiva. La industria de esos dispositivos domésticos de seguridad juega una carrera parecida a la de la industria automotriz: la nueva sabiduría genética de los niños es contrarrestada con sistemas de seguridad cada vez más sofisticados, que irán perdiendo gradualmente funcionalidad, a la vez que la raza de los niños irá ganando en sabiduría genética.
El algunas ciudades, como Amsterdam o Los Angeles, la policía empieza a diseñar estrategias para contener a esa generación del futuro, experta en desmontar cajas fuertes o edificios completos, y en escapar con sorprendente facilidad de la cárcel.