La Jornada sábado 20 de diciembre de 1997

Carlos Martínez García
La pentecostalización del campo religioso

Dos movimientos religiosos son los que más conversos logran diariamente en el mundo contemporáneo; el pentecostalismo y el fundamentalismo islámico. Esta afirmación la hizo Peter Berger en la introducción al libro de David Martin, quien se ocupa de documentar e interpretar la expansión del pentecostalismo en América Latina.

El protestantismo se asentó en tierras latinoamericanas en el último tercio del siglo XIX. Por ejemplo, en México su presencia data de 1872, aunque es necesario tener en cuenta la obra del enviado de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, James Thomson, que llegó a nuestro país en abril de 1827. Es decir, 50 años antes de la implantación definitiva de los protestantes en la nación mexicana. Por su parte, el pentecostalismo inició su estadía en Latinoamérica a finales de la primera década del siglo que está por expirar. Tanto en Los Angeles, California, como en los distintos países de nuestro continente, la irrupción pentecostal fue vista (por observadores laicos, jerarcas católicos y protestantes de las llamadas iglesias históricas) como una manifestación religiosa extravagante. Así tenemos que las primeras noticias acerca de cultos pentecostales en Azusa Street, cuna del pentecostalismo moderno, aparecieron en The Los Angeles Times (18 de abril de 1906). La nota refería que ninguna ``persona en su sano juicio podría entender la más reciente secta religiosa que estaba empezando en Los Angeles''. Una de las cosas que llamó poderosamente la atención, aparte de los trances extáticos de los congregantes, fue el hecho de que estuvieran juntos blancos, negros y latinos.

Hoy en iglesias pentecostales se congregan siete de cada diez evangélicos latinoamericanos. Su influencia ha trascendido al protestantismo y se ha filtrado a las filas del catolicismo romano. La cara pentecostal católica es el movimiento carismático o de la Renovación, como más se le conoce. Por eso algunos sociólogos de la religión hablan de la pentecostalización del campo religioso. Es decir, esas manifestaciones marginales, incomprensibles para la racionalidad moderna han pasado en pocas décadas a tener en sus filas a 65 millones de latinoamericanos. Definir una realidad religiosa tan dinámica como el pentecostalismo no es fácil. Bernardo Campos sintetiza bien los rasgos característicos de la pentecostalidad: es ``...una categoría religiosa que aparece, al menos, en toda la historia del cristianismo, una `experiencia espiritual' inmediata y transformadora (una `experiencia extática'), cuyo primer logos --su primera articulación intelectual-- es el testimonio, un quehacer narrativo que se expresa en el culto y que halla una primera racionalización en la predicación pública, en el discurso apologético o en la oración (experiencia contemplativa). De allí hay una transición a la formulación ética o la confesión dogmática y la articulación teológica. El pentecostalismo, en una situación histórica y social particular, en este caso la de las sociedades latinoamericanas, vive esa experiencia y la expresa en la vida y el culto.''

El pentecostalismo crece vertiginosamente tanto en sociedades urbanas como en rurales. Las razones para explicarlo están siendo investigadas por un creciente número de antropólogos, sociólogos y preocupados dirigentes de la Iglesia católica. Me parece que una de las razones por las que atrae diariamente a miles de personas en todo el mundo, es que ofrece una experiencia espiritual intensa en la sociedad global caracterizada por un déficit de éxtasis. Las causas de este déficit son múltiples, pero lo constatable es que la gran mayoría de los conversos pentecostales, cuando narran cómo es que llegaron a su nueva fe, manifiestan lo central que fue el encuentro que llaman espiritual con Dios. Otra afirmación acerca de la pentecostalización del campo religioso, es que el movimiento se disemina con mucha mayor rapidez entre la población de menos recursos económicos, entre los pobres del campo y las ciudades. Esto no implica que otras capas de la sociedad sean impermeables a la prédica pentecostal. De hecho una vertiente, el neopentecostalismo identificado con la teología de la prosperidad, se ha mostrado eficaz en alcanzar a las capas medias y altas. Por más que desde diferentes ópticas se descalifique al pentecostalismo, lo cierto es que esta corriente sigue atrayendo hacia sí a hombres y mujeres de muy diversos trasfondos religiosos, educativos y económicos. Es hora de pensar las causas y las implicaciones sociales de este fenómeno.