Después de que el Congreso aprobó el presupuesto de 1998 y la Ley de Ingresos, quedan dudas y preguntas importantes que es necesario analizar. El 6 de julio hubo la victoria de la oposición que generó otra mayoría en la Cámara de Diputados. Con ello se abrieron expectativas ciudadanas de cambios sustantivos en el país, no sólo políticos sino también económicos. Los diputados de oposición en situación de mayoría podrían modificar las condiciones presupuestales, pero no sucedió así, ¿por qué?
La decisión panista de aliarse con el PRI y con el gobierno y alejarse del grupo opositor ha sido muy polémica: para unos fue una traición, se perdió la oportunidad de modificar la política económica y cumplir algunas de las promesas de campaña; en cambio para otros, se trató de un acto previsible, el PAN en política económica está mucho más cerca del gobierno de Zedillo, que del PRD y de las posiciones de centro izquierda. El PAN informa a la opinión pública de los cambios que logró, como la ampliación de recursos para los estados y los municipios o la baja de la partida secreta del Presidente. Sin embargo, a pesar de todo hay una duda que permanece: la ruptura del grupo del G-4 se hizo por el acercamiento y las negociaciones entre el panismo y la Secretaría de Hacienda, con lo cual hubo modificaciones; pero si este partido se hubiera mantenido unido con sus aliados opositores ¿no hubiera logrado lo mismo e inclusive más reformas? Si la respuesta es afirmativa, entonces ¿qué pasó?
En México ya pasaron los tiempos en los que había un partido hegemónico que gobernaba al país con un pragmatismo funcional y en las orillas había otros modelos diferentes. Las oposiciones planteaban un México diferente al priísta, cuya característica más sobresaliente era su componente utópico. Hoy en día existe un cuadro distinto, las oposiciones gobiernan una parte importante del país y la tendencia es hacia una alternancia. La cercanía con el gobierno introduce perfiles de realidad y de pragmatismo, en el buen sentido, y acerca las posiciones que antes eran irreconciliables. Sólo hay que observar al nuevo gobierno perredista del Distrito Federal para ver cómo de un día para otro los políticos más combativos de la oposición necesitan transformarse en operadores eficientes y reconciliar intereses opuestos. La cercanía con el gobierno modera las posiciones radicales. Pero entonces los ciudadanos nos preguntamos, ¿dónde quedan las posibilidades para hacer cambios?, ¿los márgenes son tan limitados que casi no se notan las modificaciones?
Una hipótesis para ordenar la polémica sobre las diversas posiciones partidistas puede ser con criterios de tipo cualitativo y cuantitativo. Se puede decir que en el presupuesto de 1998 hay cambios cuantitativos, lo cual es una verdad de perogrullo por tratarse de pesos y centavos, pero la realidad es que no hay cambios cualitativos. El mismo día en que se anunció el aumento salarial de un poco más de 14 por ciento, empezó la larga cadena de aumentos a distintos bienes. Con razón dijo Porfirio Muñoz Ledo que la restricción salarial es el cuerpo del delito del paquete fiscal. En la propuesta inicial del G-4 se tenía previsto un aumento salarial de 5 puntos porcentuales por arriba de la inflación. El factor salarial es de tipo cualitativo y su cambio hubiera implicado una transformación en el modelo.
El salario tiene más de 20 años bajando por decreto ya que lo importante es el frente exportador. El presupuesto de 1998 sigue la misma lógica de los anteriores, y en ese sentido, el Partido Acción Nacional sólo reprodujo con su voto el mismo modelo. Quizá porque está de acuerdo con el modelo. El panismo logró cambios cuantitativos, por ejemplo, más presupuesto para las regiones, lo cual también hubiera logrado dentro del G-4.
La mayoría opositora tenía más márgenes y posibilidades para iniciar cambios cualitativos en la política económica. Tal vez lo que le faltó fue mayor audacia para impulsarlos, y, sobre todo, actuar como la fuerza mayoritaria y dejar de comportarse como minoría.