José Steinsleger
¿Cooperación, ayuda o limosna?

Si los países ricos destinasen el uno por ciento del Producto Nacional Bruto (PNB) para la ayuda internacional a los sistemas de atención primaria de salud podrían prevenir 80 por ciento de los casos de enfermedad y desnutrición del mundo pobre. El exiguo porcentaje (que incluye todos los recursos financieros destinados a los países pobres, incluida la inversión privada) fue adoptado por primera vez en el decenio de 1950 por el Partido Laborista británico y aprobado por el Consejo Mundial de Iglesias (1958) y la Asamblea General de las Naciones Unidas (1960).

En 1969, el Comité de Asistencia para el Desarrollo de la Organización para el Comercio y el Desarrollo (OCDE), compuesta inicialmente por nueve naciones que ahora son ya 21, introdujo la idea de ``Ayuda Oficial para el Desarrollo'' (OAD). A fines del decenio de 1970 la AOD se incrementó ligeramente. Pero después, lejos de aumentar hacia el nivel del objetivo propuesto, la AOD fue declinando año tras año. Actualmente, el nivel bordea el 0.30 por ciento, el punto más bajo de los últimos 20 años, en tanto que los países ricos siguen haciendo nuevos recortes.

Noruega encabeza la nómina de la AOD con 1.05 por ciento de su PNB; le siguen la Dinamarca, Suecia y Holanda (1994). En el extremo opuesto aparece Estados Unidos con 0.15 por ciento, pero 18 por ciento de este porcentaje va para Egipto e Israel.

La política de empobrecimiento planificado ha sido calificada de perversa por los países pobres. No obstante, en 18 países ricos la brecha entre niños ricos y pobres indica datos sugerentes. Estados Unidos, por ejemplo, ocupa el lugar número 16, sólo aventajado por Irlanda e Israel. En el resto, el nivel de una familia promedio de bajos ingresos está un tercio mejor que el correspondiente niño estadunidense de una familia con un ingreso similar.

En 11 de los 18 países ricos la pobreza infantil fue reducida a la mitad gracias a las medidas de bienestar aplicadas por los gobiernos. La ayuda estatal en Estados Unidos y Francia impide que 25 por ciento de sus niños y niñas vivan en la pobreza. En Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Luxemburgo, Noruega, Suecia y Suiza las medidas de bienestar ejecutadas por sus gobiernos han logrado mantener la pobreza infantil por debajo de 5 por ciento. La deducción es obvia: en los países ricos los niños pobres también son prescindibles.

¿Pero hay plata o no hay plata? En 1992 la ganancia conjunta de las 100 trasnacionales más grandes del planeta (General Motors, Royal Deutch Shell, Exxon, Ford, IBM, etcétera) fue de dos billones 897 mil 474 millones de dólares (2.897.474.000.000). Este valor triplicaba entonces la deuda externa del mundo pobre, así como la propia de Estados Unidos. Sólo la fusión entre la petrolera Exxon y Natura Gas Field (1994) fue de cuatro billones 800 mil millones de dólares. Entre 1984 y 1995 el monto de diez ``megafusiones'' trasnacionales (petróleo, alimentación banca, comunicaciones) fue de 19 billones 480 mil millones de dólares (19.480.000.000.000).

Para tener una idea de este valor inconcebible, basta recordar que con sólo el 0.23 por ciento solicitado por los organismos internacionales (50 mil millones de dólares anuales) todos los problemas básicos de los niños del mundo podrían ser completamente resueltos.