La Jornada 24 de diciembre de 1997

Anticastristas: el fin del bloqueo, en nuestras manos, no en las de Clinton

Jim Cason y David Brooks, enviados, Miami, 23 de diciembre Ť Muchos cubano-americanos aquí sospechan que los asesores de política exterior del presidente Bill Clinton desean levantar el bloqueo contra Cuba, pero varios señalaron en entrevistas esta semana su satisfacción de que la ley Helms-Burton no permite que la Casa Blanca cambie la política hacia la isla.

``Pueden cambiar detalles dentro del bloqueo, pero no pueden deshacerse de él'', afirmó el representante federal Lincoln Díaz Balart. ``El día que nosotros (los cubano-americanos) decidamos levantar el bloqueo, será levantado.... No está en manos de Clinton'', señaló en entrevista con La Jornada.

El legislador argumentó que las medidas contenidas en la Helms-Burton --las cuales estipulan que las sanciones económicas sólo pueden ser suspendidas si Fidel y Raúl Castro salen del gobierno, si todos los prisioneros políticos son liberados, si se permite la actividad política libre y si se convoca a elecciones-- congelan de manera efectiva las opciones del presidente en torno a un cambio de política.

No obstante, en esta ciudad, cada declaración de Clinton y su equipo, cada visita a Cuba, cada intercambio diplomático, son examinados bajo lupa para descubrir cualquier evidencia de un cambio microscópico en la política anticastrista, vigilancia intensificada desde la muerte del líder más influyente de esta comunidad, Jorge Mas Canosa.

Cuando un alto funcionario del gobierno de Clinton y el analista de la CIA para Cuba se reunieron con funcionarios de la cancillería cubana en La Habana el mes pasado, circularon especulaciones de que Estados Unidos estaba ofreciendo ``suavizar'' el bloqueo a cambio de ``gestos'' o ``concesiones'' por parte de Castro. Esto provocó alarma entre muchos aquí, ya que esta reunión se produjo semanas después de que Clinton declaró, durante su gira por Sudamérica, que una ``señal'' desde La Habana podría provocar una revaluación de la política estadunidense hacia la isla.

Díaz Balart y otros reconocen que hay esfuerzos en camino para cambiar ciertos aspectos menores del bloqueo, incluyendo propuestas legislativas en el Congreso para aflojar restricciones sobre el envío de asistencia humanitaria a Cuba. El senador Christopher Dodd ha logrado el apoyo de varios colegas republicanos y, con el respaldo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, tiene programadas audiencias legislativas sobre esta medida a principios del próximo año.

Varias fuentes legislativas informaron a este diario que incluso antes de promover esta medida para su aprobación, es posible que Clinton, como gesto de buena voluntad durante la visita del Papa a Cuba en enero, ordene distender restricciones sobre asistencia humanitaria, viajes entre Estados Unidos y Cuba o envío de remesas de dinero a la isla desde este país.

Margen de maniobra reducido

Las voces minoritarias de esta comunidad que promueven un cambio en la política estadunidense conceden que Clinton tiene un espacio de maniobra muy reducido, dadas las estipulaciones de la Helms-Burton. Sin embargo, señalan que sí hay pequeñas acciones para enviar un mensaje positivo si Castro decide hacer un ``gesto'', por ejemplo, durante la visita del Papa. ``Clinton tiene varias señales que podría enviar'', indicó Alfredo Durán, dirigente del grupo anti-bloqueo Comité Cubano por la Democracia. ``Podría reiniciar los vuelos directos, podría elevar los límites de remesas en efectivo, o aflojar las limitaciones sobre el envío de alimentos y medicinas''.

Otro actor notable que promueve este tipo de cambios en la política es la Cámara de Comercio de Estados Unidos. ``A nuestra junta directiva le gustaría que se levantara el embargo'', explicó el director de políticas de la Cámara, John Howard durante una reciente entrevista con La Jornada en Washington.

``Estamos opuestos a las sanciones económicas unilaterales'', señaló Howard, y añadió que aunque levantar el bloqueo en esta coyuntura no es algo factible políticamente, su organización está instando a los legisladores a apoyar la propuesta legislativa para aflojar las restricciones sobre la asistencia humanitaria como ``un primer paso''.

Dentro de la administración Clinton existe por lo menos una corriente que cree que, en algún momento, Estados Unidos tendrá que negociar con Castro, ya que no hay evidencias para suponer que desaparecerá del escenario en el corto plazo. Recientemente, el director de la CIA informó al Congreso que su agencia cree que Castro no enfrenta una oposición popular ``significativa'' en este momento. ``Fidel Castro parece saludable y con su posición segura'', dijo George Tenet en respuesta por escrito a preguntas sobre el asunto de legisladores, texto que fue hecho público en noviembre.

Irónicamente, esta evaluación de la salud física y política de Fidel alimentó la opinión de Díaz Balart y otros de que Castro está enfermo. ``Quieren encubrirlo'', comentó el legislador a estos reporteros. ``¿Cuándo ha filtrado la CIA antes un informe de que goza de buena salud? ¿Por qué mencionarlo? Si lo mencionan es porque tiene que estar bien enfermo''. Pero, con esto, el representante señaló que lo preocupante es qué tipo de políticas promoverá Estados Unidos en una transición pos-Fidel Castro.

``Veo un segmento del gobierno de Clinton que estaría inclinado a apoyar el statu quo'', explica Díaz Balart. ``La interrogante es si actuarán para salvar a Raúl''. Bajo esta perspectiva, el gobierno decidiría apoyar un gobierno encabezado por Raúl Castro para asegurar la estabilidad de Cuba y evitar crisis que podrían generar otra ola de inmigrantes o un conflicto interno. ``Esperaríamos que el gobierno estadunidense sería respetuoso de la soberanía cubana y que no actuaría para apoyar a Raúl'', señala Díaz Balart, uno de los legisladores que constantemente ha promovido acciones más agresivas de Washington para derrocar el régimen castrista.

A largo plazo, los cubano-americanos conservadores reconocen que hay por lo menos dos intereses encontrados guiando la política estadunidense hacia Cuba. Por un lado están los cálculos políticos de que el apoyo a la actual política de línea dura gana votos y recursos en estados electorales clave como Florida y Nueva Jersey.

Además, el analista Max Castro señala que la política hacia Cuba es el último y único teatro donde aún se juega a la guerra fría dentro de Estados Unidos y donde políticos considerados insuficientemente anticastristas pueden ser dañados bajo acusación de acomodar a comunistas.

Por otro lado, hay otra corriente manifiesta en la voluntad del gobierno de Clinton de negociar un acuerdo migratorio en secreto con el gobierno cubano en 1995, y prever aún más negociaciones pese a los gritos de protesta de la Fundación Nacional Cubano Americana y otros sectores.

Políticos como el propio Clinton y Al Gore, quien espera ser presidente en el 2000, están conscientes del peligro de una nueva ola de inmigrantes como resultado de un deterioro de la estabilidad en Cuba, así como posibles consecuencias regionales, y Díaz Balart bien podría tener la razón de que estos cálculos podrían sobreponerse a las consecuencias de perder el apoyo de la comunidad cubano-americana en este contexto. Pero mientras se siguen analizando posibles transiciones en Cuba en un futuro pos-Fidel, en Miami la comunidad cubano-americana y los estrategas de la política nacional en Washington están evaluando la actual transición pos-Mas Canosa ahora en curso en esta ciudad y sus implicaciones tanto para el eje político Miami-Washington como el de Washington-La Habana.