Tijuana tiene para todos nosotros una desagradable resonancia de narcotráfico, crímenes violentos y abusos de trabajadores -sobre todo mujeres- en las maquiladoras, por no hablar de las desdichas de los inmigrantes indocumentados mexicanos y de otros centroamericanos. Por supuesto que esa pésima fama molesta a muchos tijuanenses de bien (la mayoría), al grado que me reclaman, como si fuera yo la responsable, que en los diarios de circulación nacional sólo se destaquen esos hechos nefastos. Yo bromeo y les respondo que deben publicar en sus periódicos que la ciudad de México se está haciendo famosa porque los taxistas asaltan. Fuera de bromas, es importante resaltar que en esta ciudad formada por inmigrantes de toda la República existen polos de cultura, muy específicamente de cultura teatral.
El Centro de Artes Escénicas del Noroeste, AC (CAEN), a cuyo frente está Ignacio Flores de la Lama -y que cuenta entre sus miembros a teatristas muy conocidos a nivel nacional como pueden ser Angel Norzagaray y Luis Torner, que reparte su tiempo entre Tijuana y San Diego- representa un atractivo polo teatral para la zona. Ofrece un diplomado con su planta docente, además de que invita a impartir cursos a gente como Ludwig Margules, Margie Bermejo, Rosa María Bianchi y otros; ha llamado a Héctor Mendoza para que presente su gran lección de actuación dramatizada Creator principum. Representa obras de autores locales, nacionales y extranjeros. Por si fuera poco, edita textos dramáticos (Vicios privados, antología de pequeñas obras; A buen fin, adaptación de Héctor Mendoza a una obra shakespeareana; 5 monólogos, de Luisa Josefina Hernández; La prisionera, de Emilio Carballido; 10 obras en un acto, de Hugo Salcedo; En la soledad de los campos de algodón, y Tábata, de Bernard Marie Koltés).
Ahora presenta Espacio escénico, una revista semestral de la que se me invitó a escribir la presentación. En ella se publican lo mismo las reflexiones sobre la dramaturgia bajacaliforniana de Hugo Salcedo o el mito de lo regional de Cutberto López, que un delicioso relato de Luis Torner en recuerdo de Julio Castillo. Asimismo, un ensayo de Rodolfo Obregón que habla de las vanguardias y dos textos: uno acerca de Hamlet, escrito por Karla Barro de Vent Mois (tomado de la revista ADE), y otro de Guillem Catalá (tomado de la revista Primer Acto), en el que se estudia a Pier Paolo Pasolini junto con lo que escribiera Angel Norzagaray hace un par de años en las jornadas contra la censura que se llevaron a cabo en la Muestra Nacional en Monterrey. En las páginas centrales se ofrece un cuadernillo desprendible -de muy grata presentación, como lo es toda la revista- con El último recurso, pequeño texto dramático de Daniel Serrano.
La revista se presentó (junto con mi libro Ires y venires del teatro en México) en la segunda jornada de reflexión teatral ¿Qué pasa con el teatro en Baja California? Resumen anual en la voz de los protagonistas, que este año cubrió los rubros de los centros de formación, las instituciones y los propios creadores. Las ponencias presentadas, unas en voz de sus autores, otras enviadas para ser leídas (y otras más sin poder conocerse por la falta de interés de quienes, estando invitados y habiendo confirmado su asistencia, nunca llegaron al pánel respectivo) tuvieron, como suele suceder, diferencias de nivel. Pero en todos los casos, excepto uno -al que me referiré enseguida- tuvieron la virtud de hacer una reflexión acerca del propio quehacer.
La excepción a que me refiero fue la diatriba, que no suscitó adhesión alguna, de Adolfo Zúñiga, del Teatro del Norte-IMSS. El señor Zúñiga, cuyo grupo detenta en comodato el teatro del IMSS -y que en apariencia no ha podido cumplir con las metas fijadas en el contrato, según se dijo allí- objeta, entre otras cosas, que al CAEN se le haya dado un presupuesto muy alto para la escenificación de Romeo y Julieta, que dirigió Ignacio Flores de la Lama dentro del Programa de Teatro Escolar para los Estados. Lo que parece ignorar es que el espléndido proyecto que Mario Espinosa implantó en el INBA es un proyecto federal, que a cada grupo de los estados se les da una partida semejante y que en ese caso no se le otorgó al CAEN, sino al conocido director y dramaturgo Flores de la Lama en lo personal para que hiciera, al igual que en todos los casos, su montaje con el elenco que eligiera -casi todos los actores fueron ajenos al CAEN- y lo escenificara en el teatro del IMSS, copartícipe del proyecto. No hubiera valido la pena detenerse en ese chismesito si no fuera porque en provincia las bolas ruedan y se van haciendo más grandes. Sería una lástima que un caso así echara por tierra lo que los integrantes del CAEN han logrado hasta la fecha.