Los hechos de Acteal no pueden entenderse como resultado de un conflicto entre indígenas. Son declaración de guerra de los grupos posesionados del poder a los desposeídos durante siglos.
Mujeres y niños acribillados con armas de alto poder mientras rezaban. Muertos, inocentes que nos espejean, en un reactivo al revés, de una inopinada visión retrospectiva de lo que pensábamos era la realidad mexicana y ya no volverá a ser. No porque haya evolucionado adicta a sus valores, sino porque ha entrado brusca y desconsideradamente en una fase explosiva, escandalosamente disfrazada de humanitarismo lingüístico y cuya preponderante escuela educativa es el terror.
Todo lo cual se nos muestra como la eclosión de una nueva guerra, de una guerra que nace con ínfulas de crueldad brutal, de agitación estruendosa que lo invade todo y nos confiere un sentido espeluznante que rebasa los límites de la razón y se instala en la fuerza bruta, en lo patético. El patetismo del exterminio de los desposeídos a los que acucian la pobreza, el hacinamiento, las enfermedades. El dolor que canta recorrido por los estertores de la muerte. La muerte que consume a Chiapas y la sobrepasa y se anida en todos los mexicanos.
La vida actual mexicana no conoce la firmeza pero sí, y hasta en sus formas más equívocas, la brutalidad. (Desnutrición, neurosis traumática, asaltos, robos, corrupción, secuestros y la guerra que parece nacer esta Navidad). La brutalidad como fuerza ciega que oculta la omnipotencia del poder. Omnipotencia que per se lleva la muerte como forma de defender ese poder. Horror que se enseñorea de México, de Chiapas, Chenalhó, Acteal, esta Navidad y fin de año.
El indígena, que al ser acribillado por los grupos de poder pasa del estupor al pánico. La pérdida de los límites y la razón y la aparición -¡como no!- de la muerte. El desconocimiento ante la barbarie y el salvajismo con tal de conservar el poder, la sensación difusa de ser Dios, de infligir el máximo dolor al otro para regodearse en la sensación deífica.
¿Habrá aún posibilidades de dar fuerza al diálogo y a los acuerdos de San Andrés?
Como dice el editorial de nuestro periódico: ``Habrá que emprender el desmantelamiento de las estructuras represivas y oligárquicas que en lo político y económico imperan en la entidad, y entender que el reclamo principal de los indígenas de Chiapas y todo el territorio es recibir tratos de seres humanos, de iguales, y que no es este reclamo, sino la guerra que mostró su rostro el lunes en Acteal, lo que amenaza con desintegrar al país''.
¿Habrá todavía posibilidades de que aparezcan la razón, la palabra, la negociación?