Maravillosa combinación hacen en estos días el soberbio Palacio de Iturbide y las pinturas de Cristóbal de Villalpando, magníficos exponentes del barroco, cada uno en su género. Ese estilo muy ornamentado que se creó en Italia en el siglo XVII, fue muy afín al carácter novohispano, por lo que aquí se desarrolló con exuberancia, expresándose en todas las artes, incluida la gastronomía. Curiosamente el nombre de barroco se le aplicó un siglo más tarde, derivado de baroque, que en francés significa extravagante.
No es alejado de la verdad dicho concepto, pues hay muchas obras arquitectónicas y plásticas que definitivamente se pueden considerar extravagantes o al menos muchos detalles de las mismas. Díganlo si no, los desproporcionados hércules que coronan el enorme marco del bello portón, que abarca dos pisos del llamado Palacio de Iturbide; se supone que son deidades protectoras de los moradores; en el interior destacan las gárgolas con caras de animales. Ya hemos mencionado que guarda gran semejanza con el Palacio Real de Palermo, de donde era originario el marqués de Moncada, que al casarse con la hija del conde de San Mateo Valparaíso, recibió el suntuoso recinto como regalo de boda.
La opulenta pareja lo vivió únicamente 15 años, partiendo a radicar a Europa de manera definitiva en 1800. A partir de esa fecha tuvo innumerables usos, entre otros lo habitó brevemente Agustín de Iturbide, que le dejó el nombre de Palacio de Iturbide, mismo que se utilizó años más tarde cuando se convirtió en uno de los hoteles de postín de la ciudad. En el ínterin fue sede de la Lotería Nacional; temporalmente alojó a los estudiantes del Palacio de Minería; durante la nefasta ocupación norteamericana, tropas invasoras lo habitaron.
En 1890 lo adquirió el prominente don Francisco S. Iturbide, de quien hemos hablado en otras ocasiones, pues compró varios de los palacios más bellos de la antigua ciudad de México, los arregló y tuvo el buen gusto de contratar a los mejores artistas para que los decoraran con bellos murales. A raíz de esta adquisición, el arquitecto Emilio Dondé lo remodeló, y continuó funcionando como hotel hasta 1928. En 1966 el edificio pasó a ser propiedad del Banco Nacional de México, hoy Banamex, que lo ha dedicado a fines culturales, exponiendo frecuentemente obras de arte de su extraordinaria colección.
Ahora se unieron Fomento Cultural Banamex, El Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, CNCA y el Grupo Modelo para presentar una amplia selección de la obra del excelente artista barroco novohispano Cristóbal de Villalpando. El trabajo previo fue arduo, ya que requirió una vasta labor de investigación de la vida y trabajos del artista y la localización de obras, muchas desconocidas hasta la fecha.
Parte del problema fue que muchas de sus pinturas no están firmadas, y otra es que él dirigió un importante taller que realizó innumerables trabajos en todo el país, por lo que sólo los especialistas pueden determinar cuáles son de su autoría. Su obra incluye cuadros de caballete y enormes lienzos para iglesias y catedrales, así como frescos; lo que nos ofrece el Palacio de Iturbide es sólo una probada de su vastísima producción, que aunque desigual -hay cuadros espléndidos, otros regulares y uno que otro francamente fallido- vale mucho hacerle una visita.
Para no perder el espíritu de esos tiempos, se puede ir a comer a la preciosura barroca que es la Casa de las Sirenas, en la calle de Guatemala, con su linda terraza desde donde se pueden admirar las soberbias cúpulas y torres de la catedral; y al salir, para ``bajar'' la comida, tras deleitarse con el encaje de piedra de la fachada y su dos sirenas, nada mejor que un paseo por el zócalo para gozar la iluminación navideña que este año está particularmente bonita y alegre.