Antonio Gershenson
Cuando las palabras salen sobrando

La sucesión de los hechos, no sólo de la matanza en Chenalhó sino desde la aparición de los grupos paramilitares, o como se les quiera llamar, es de tal manera cruda que las palabras salen sobrando. Cualquier funcionario o cualquier otra persona puede decir esto o lo otro, sin que cambie lo que ha sucedido ni sus efectos políticos.

Grupos armados y entrenados, incluso con armas de uso exclusivo del Ejército, actuando durante casi dos años, quemando y matando con absoluta impunidad. Postergación, una y otra vez, de las pláticas que ya habían dado lugar a acuerdos en principio en San Andrés Larráinzar. Hasta que llegó la gota que derramó el vaso de la indignación, con diversas reacciones dentro y fuera del país.

Sólo pueden hablar los hechos: paz en Chiapas, reforma constitucional incluyendo los derechos de las etnias indígenas, erradicación de lo que queda del caciquismo, entendimiento entre las partes, inicio de la construcción de una nueva realidad. Ninguno de esos hechos es imposible ni políticamente inaceptable para el gobierno mexicano. Pero si esos hechos no hablan, el creciente desgaste político puede causar o abrir la puerta a daños mayores.

Estas medidas políticas, sumadas obviamente a la vigencia de la ley y el proceso penal a quienes han asesinado y destruido, son la única respuesta política sensata a lo que ha sucedido.

Ese debe ser el centro de la discusión, y hacia allí debería enfocarse, cada vez más, el centro de la atención.

Esto no sólo es políticamente necesario y justo socialmente. Es la manera de reintegrar a Chiapas a la vida política nacional. Y es que hay que decirlo: si a escala nacional hemos vivido avances democráticos, si hemos tenido elecciones claras y con los resultados reconocidos por los mismos contendientes, el que en Chiapas las cosas estén como están lo separa de la vida política nacional. Eso se parece más a lo sucedido en algunos lugares de Centroamérica y no de la actual, sino de aquélla de hace 15 o 20 años.