Masiosare, domíngo 28 de diciembre de 1997


El pueblo paramilitar de
LOS CHORROS

Andrés Aubry y Angélica Inda

La guerra de baja intensidad, el marco institucional que sustentó la masacre del 22 de diciembre en Acteal, parte de un minucioso análisis de las contradicciones internas de las comunidades indígenas antes de implantar la paramilitarización. En este ensayo, los antropólogos e historiadores Andrés Aubry y Angélica Inda acuden a los archivos diocesanos de San Cristóbal, que datan del siglo XVII, para buscar los orígenes de las divisiones sociales de un microcosmos ubicado en un punto estratégico

La política del crimen viene de la finca.

El actual ejido Miguel Utrilla-Los Chorros es el criadero de los paramilitares que acaban de azotar el municipio de Chenalhó. Con sus 5 mil habitantes, le gana en población a cualquiera de sus parajes y a la misma cabecera. Está cumpliendo casi dos siglos de conflictos nunca resueltos, desde que su actual mojón de Cruztón, frontera con Cancuc, le fue disputado de 1804 a 1809 por Pantelhó y Chenalhó. A continuación, el recuento de su largo calvario.

Los terrenos que ahora ocupa eran parte de la reserva territorial de la Corona, llamada ``tierras realengas'', es decir, prohibidas a los ``ejidos de los pueblos'' para que el rey pudiera regalarlas en premio a vasallos de rango y mérito. Llegada la Independencia, esos predios excitaban tanto a los indios para recuperarlos como a los hacendados para conquistarlos; en 1845, tzotziles de Mitontic y Chenalhó así como los tzeltales de Tenejapa y Oxchuc toman la delantera emigrando hacia sus bordes orientales para fundar el nuevo paraje de Tanaté. Ocho años más tarde, un ladino sienta sus reales en el nuevo pueblo y lo convierte en la finca de Las Pilas, así nombrada por sus lagunas en terrazas que permitían el riego. Mal le fue, porque una familia más poderosa y con más apoyos políticos, la de los Larráinzar, se la confiscó.

Manuel Larráinzar era un prócer de la oposición conservadora del siglo XIX, a quien el partido oficial trató de borrar de la memoria nacional. En tiempos de Santa Anna, su labor diplomática devolvió el Soconusco a Chiapas y a México (1842). Luego, siendo senador, fue comisionado a Washington para negociar el espinoso problema del istmo de Tehuantepec y logró evitar que fuera éste convertido en canal -conflicto que hoy resurge y debería traer a la memoria los brillantes argumentos del diplomático para defender la soberanía.

Como los tiempos eran de crisis, don Manuel, de familia riquísima, se negó a cobrar sus servicios. El gobierno lo agradeció enviándolo de embajador a Suecia y a Rusia. Sucedió que después las autoridades le permitieron resarcirse con las tierras vírgenes que iban identificando los deslindadores. La dignidad de don Manuel no hizo caso de esto, pero su familia sí. Mientras él estaba en el extranjero, sus hijos, hermanos y sobrinos (Ramón, Federico, Prudencio, Mariano), tan ricos como don Manuel, con todo y que eran conservadores en tiempos liberales, se sirvieron sin vergüenza con la cuchara grande y vinieron a ser dueños de un emporio. En Los Altos se hicieron de todo el macizo de Zontehuitz, desde Cuxtitali hasta Pantelhó (70 kilómetros) devorando de paso el rancho de Las Pilas y todo el espacio colindante de Los Chorros.

El Archivo Histórico Diocesano guarda el testimonio de los incesantes pleitos de los Larráinzar: con los curas, con la ciudadanía, con la administración pública. Se negaban a fiestas y bautizos porque esto le quitaba tiempo a su fuerza de trabajo, robaban baldíos a las fincas vecinas y a los suyos les cobraban una contribución fraudulenta para el Maestro de primeras letras. La familia fue tan odiada que ninguno de sus distinguidos miembros pudo terminar sus días en Chiapas, hasta que se extinguió (con un solo descendiente en el DF).

En aquel entonces, los principales productos de la finca Los Chorros eran el ganado, el maíz y la caña con sus derivados, principalmente el piloncillo y la panela. Pero los Larráinzar eran demasiado ricos para trabajar; dejaron la administración de sus fincas de Pantelhó, Chenalhó y San Andrés a la familia Trejo (sucesivamente Mariano, Manuel y Porfirio), la que terminó por apropiarse de sus tierras, no sin llamar al pueblo San Andrés ``Larráinzar'' para mejor camuflar el robo. En aquel entonces, don Manuel, nuevo dueño de Los Chorros, era jefe político y vino a ser, ¡por un mes!, el primer gobernador del Chiapas ``revolucionario'', en 1910.

La casa grande de Los Chorros tenía terraza con elegantes barandales y biblioteca; en ella se bebía vino francés en cada comida. Pero carecía de caminos; como la esposa de don Manuel estaba tan gorda que ningún caballo la aguantaba, los mozos la cargaban en un sillón con mecapal hasta su residencia de Cuxtitali -con los 3 mil metros de altitud de por medio- mientras, detrás de ella, y desde su caballo, don Manuel chicoteaba a los cargadores para acelerar el paso. Era tan pesada que se necesitaban varias tandas que se turnaban cada dos horas.

Larráinzar consiguió en Cuba un trapiche de bronce. Como su mujer, el aparato fue cargado a lomo de indios pues don Manuel solía decir: ``¿Pa qué voy a comprar bestias si tengo harto mozo?''. Pero él se cansó antes que sus peones. Dejó uno de sus trapiches en concesión a Moctezuma Pedrero para su fábrica de trago, descuidó sus cultivos y ganados, y hacía negocios con los alemanes de Simojovel, de las monterías de la selva o los cafetaleros del Soconusco, rentando sus trabajadores como si alquilara carros. En su administración, Los Chorros se convirtió, según expresión de Jan Rus, en ``finca criadora de mano de obra''. Vino a ser próspera gracias a la fidelidad de sus clientes alemanes.

A río agrario revuelto, ganancia de paramilitares.

En 1939, el presidente era Lázaro Cárdenas. Su contacto en Chiapas fue Efraín Gutiérrez, quien vino a ser gobernador, y había detectado los talentos de un joven quien, antes de llegar a ser el famoso don Erasto Urbina, fue baldío tzotzil (1), también en Chenalhó, de otra finca de los Larráinzar, cerca de Los Chorros. Gutiérrez primero lo mandó a indagar las condiciones de trabajo de los peones en las fincas cafetaleras del Soconusco. Allí, en Guatimoc, abajito de Las Chicharras, por Liquidámbar, don Erasto reconoció a los mozos de Los Chorros, alquilados por su administrador alemán, un tal don Martín.

1939 era también el año de la segunda guerra mundial. La coincidencia le pareció una ganga a don Erasto, pues México había escogido el otro bando opuesto a Hitler. Organizó a los trabajadores de Los Chorros para que reconquistaran la finca, mientras concentraba a los alemanes para que fuesen mejor vigilados.

Actuó con cautela. Empezó por poner de su lado a los finqueros nacionales. Les ofreció la mejor tierra de Los Chorros: Moctezuma Pedrero consolidó sus bienes en Viejo Trapiche; su hermano Hernán negoció Las Pilas y su riego con los Culebro; a los Robles Urbina ofreció Majomut, donde está el banco de grava. Las aproximadamente 2 mil 500 hectáreas restantes, don Erasto las regaló a los peones, o sea, parte de tanaté en la colindancia de tenejapa, el asiento de los Trejo en el centro de la propiedad y Acteal en dirección a Pantelhó.

La conquista del ejido (con la ayuda determinante de Erasto Urbina) se dio en 1939, pero la burocracia agraria la atrasó hasta 1974: ¡35 años! En 1940, Cárdenas dejaba Los Pinos a su sucesor, de tal forma que la resolución presidencial tardó hasta 1953, catorce años después; la ejecución dilató 21 años más, hasta 1974, y la escritura aún más tarde. Los comentarios sobran...

Así como los Larráinzar despojaron de sus tierras a don Manuel, o como los Trejo se hicieron de las de los Larráinzar, los alemanes robaron a la vez a los amos y a los mozos. El primer administrador alemán, el tiránico Walter Kronthal, en cuanto supo de la muerte de Manuel Trejo, se fugó con la paga de los trabajadores, compró varias fincas que revendió, y heredó por casamiento la montería de Livingston (por la sierra de Corralchén, al oriente de Altamirano), de la que su nieto era todavía dueño en 1987; su sucesor, Uvaldo Hess, se llevó de contrabando el ganado de Los Chorros a Corazón de María, cerca de San Cristóbal; Adolfo Obermayer, el tercer administrador, y don Martín, desaparecieron sin novedad al igual que Oscar Blum quien, desde San Cristóbal, aseguraba la conexión Chorros-Guatimoc en el Soconusco. Los otros alemanes, ahora mexicanizados: Sonnemans, Diestel, Pohlenz, Seltzer (que fue gobernador), etcétera, se dispersaron entre las fincas de Simojovel y Yajalón, negocios coletos y la Bolsa de Valores de Tuxtla.

Sin esperar la salida de los alemanes o la resolución presidencial, Erasto Urbina proclamó el ejido de hecho. Los viejos de Los Chorros recuerdan que les dijo: ``Agarren sus parcelas''. Los mozos, todos tzotziles, acataron el consejo; los baldíos, tzeltales en su mayoría, cuyo estatuto no estaba definido, tardaron. Muchos de ellos todavía no tienen tierras. Mientras los primeros formaron el pueblo de arriba, los segundos tuvieron que asentarse abajo y lo están en todos los sentidos; la quebrada que los separa es además una frontera lingüística. Muchos de ellos, sin derechos ejidales (ahora son varios centenares de jefes de familia) han sobrevivido de milagro o del robo de cosechas en parcelas lejanas de los ex mozos ahora ejidatarios. La paramilitarización de 1997 vino a ofrecerles una solución inesperada: con la institucionalización del botín para castigar, pueden legitimar ahora sus hurtos; el impuesto de guerra les proporciona ingresos; y sus armas les dan un desquite y un prestigio que nunca habían tenido.

El pueblo no dejó de crecer. Los 157 ejidatarios de 1974 ahora son más de 400, pero 50% más no han logrado serlo. A algunos de ellos se les ofreció una ampliación: ¡A 400 kilómetros de Los Chorros!, en terrenos despoblados de Pijijiapan, en la región Costa, que los primeros beneficiarios tuvieron que disputar a las víboras cascabeles e incluso a un tigre. Los Chorros es una especie de versión pueblerina del DF: pasó en pocos años de 700 habitantes a 5 mil, sin que crezcan sus servicios: en tiempo de secas se hace cola con machete en los ojos de agua, a veces con heridos, y quien no pelea su cántaro debe ``prestar el agua''; las calles siguen siendo de lodo o zacate; el gobierno no creó ninguna infraestructura productiva, pero cada sexenio levanta bienes ``suntuarios'': kiosco, casa ejidal, dos agencias municipales para un solo agente, cancha de basquetbol.

Divide y... reinarán los paramilitares.

Al proclamar el ejido de hecho en 1939, don Erasto les dijo: ``Respeten la Casa Grande porque les servirá para sus juntas; tomen posesión levantando su ermita y traigan su santo; yo me encargo de la escuela''.

Con esta consigna, nacieron los dos actores principales del devenir del pueblo: hasta la fecha son catequistas (desde la ermita) y maestros (desde la escuela). Actuaron en concierto hasta la creación del Prodesch (2) en los años setenta. El Mol Vicente, pasado comisario, fue a sus 16 años el primer maestro de la escuela, y su lealtad a los catequistas nunca falló. Ulteriormente, el gobierno los opuso.

Los problemas surgieron con el indigenismo. Los pleitos estatales entre Prodesch e INI (3) se proyectaron en la vida diaria del pueblo, y se complicaron con Inmecafé (4), sustituido después de su fracaso por Conafrut (5). ``Con tanto ingeniero'', decían los ejidatarios, ``ya no mandan los ancianos ni las autoridades del ejido''.

El Inmecafé generó el PST (6), que es ahora ``cardenista'' (del Partido Cardenista), o Socama (7). El primero de noviembre de 1979, los costumbristas quemaron casas del PST en Los Chorros y Yibeljoj, pero en 1980 los del PST ya tenían armas y se fueron a Golonchán a conquistar tierras. Con el poder tácito de sus fusiles de repetición, estos ``cardenistas'' exigen ``parejo'' cargos en todo: en el ejido, en la ermita y su cooperativa, en la escuela, y en los cargos costumbristas, de tal forma que ``los acuerdos'' son imposibles. Este periodo es también aquel de la aparición de los evangélicos que levantaron cinco templos de tres denominaciones. La colonia es ahora presa de una atomización de rivales que se disputan el mando, no tanto de sus bandos cuanto del pueblo: cualquier problema se sortea con las trabas de grillas que pelean posiciones de poder.

La ruptura del cerco en 1994 obligó a los grupos a escoger su bando, logrando una clarificación política pese a vacilaciones de trásfugas. Poco a poco, la contra se agrupó en torno del PRI, bien definiéndose por él (lo que fue una novedad, pues esa fuerza no existía fuera del escaso voto esporádico), bien porque se le unieron los cardenistas y Socama; sin embargo no eran sino influyentes personalidas pueblerinas individuales, no o mal organizadas. Del otro lado está el EZLN con sus aliados, a veces críticos, organizados en la ``sociedad civil'', progresivamente estructurada por los catequistas y la organización Las Abejas; ellos se hicieron visibles con manifestaciones en Chenalhó o en San Cristóbal, y constantes viajes a San Andrés para los cinturones de paz. Este grupo mostró la amplitud de sus números en la despedida y la recepción, al regreso, de los mil 111, y ahora en sus refugiados.

Sin embargo, hasta agosto de 1997, estas definiciones no habían quebrantado el frágil equilibrio de la comunidad. Este tronó cuando el presidente municipal (Jacinto Arias), obligó a sus agentes a levantar un censo político en cada paraje. Muchos priístas (y evidentemente sus contrarios) se opusieron terminantemente, porque eso era dividir la comunidad y suscitar peligrosos conflictos. Fue cuando el ayuntamiento mandó quemar las primeras casas de los disidentes, y llamó al PRI a disciplinarse, so pena del mismo castigo. Así nació la paramilitarización.

Los paramilitares son buenos estrategas.

¿Por qué se inició en Los Chorros y no en otros parajes? Por la posición estratégica del ejido. Es una cuña entre cuatro municipios: Chenalhó, Pantelhó, Cancuc y Tenejapa.

Por casualidad, otro grupo paramilitar se instala en otra cuña estratégica: los paramilitares del MIRA(8) se están entrenando donde colindan los municipios de Huixtán, Oxchuc, Cancuc y Chanal. Desde hace casi dos años, Paz y Justicia opera en torno a El Limar, estratégico nudo de comunicación con cinco municipios de la zona norte, varios de ellos con entradas a Amatán, Bachajón, Huitiupán, Simojovel y El Bosque.

Los paramilitares tienen buenos asesores. Con medios económicos, pueden paralizar el diálogo por la paz controlando 18 municipios y sus fronteras: la casi totalidad de Los Altos de Chiapas, casi el mismo número que administra la Secretaría Estatal de Atención a los Pueblos Indígenas, que dirige Antonio Pérez Hernández, un ex maestro y ex diputado tzotzil de Chenalhó, quien no le perdona a su paraje natal, Polhó, ser el bastión zapatista de su municipio.


1. Peón sin tierra.

2. Programa de Desarrollo Económico y Social de Chiapas.

3. Instituto Nacional Indigenista.

4. Instituto Mexicano del Café.

5. Consejo Nacional de Fruticultura.

6. Partido Socialista de los Trabajadores; en 1988 pasó a ser Partido del Frente Cardenista y actualmente es Partido Cardenista: organización paraestatal subsidiada por el PRI.

7. Solidaridad Campesina Magisterial: es la matriz de Paz y Justicia.

8. Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista.



Los dineros de

Chenalhó

Es uno de los 17 municipios de Los Altos de Chiapas y está considerado por la Secretaría de Desarrollo Social como de ``muy alta marginación''. En 1997 recibió un presupuesto de 17 millones 292 mil 791 pesos distribuidos de la siguiente manera:

  • 3 millones 137 mil para el Programa Normal de Alcance Estatal.

  • 2 millones 305 mil del Programa Normal del Gobierno Estatal.

  • 9 millones 756 mil 500 para el Fondo de Desarrollo Social Municipal.

  • 729 mil 912 para el empleo.

  • 501 mil para vivienda.

  • 591 mil 851 para el Fondo Nacional de Apoyo a Empresas Sociales.

  • 116 mil 566 para el Instituto Nacional Indigenista.

  • 154 mil 655 ubicado en el rubro de otros.

    El 86% de la población tiene un ingreso menor a dos salarios mínimos, pero la verdad es que cuando la situación de tensión disminuye y pueden salir a trabajar no ganan ni un salario mínimo.

    Chenalhó está ubicado como el séptimo municipio de los Los Altos de Chiapas en cuanto a mayores percepciones.

    El dinero destinado a la zona para este año tiene como antecedente la creación de los Centros de Atención Social Regional (CASR) que se instalaron en junio de 1996.

    Bases zapatistas han cuestionado que estos recursos se han destinado a labores de contrainsurgencia, para incrementar la guerra de baja intensidad. (Jesusa Cervantes)