Julio Boltvinik
1998: más neoliberalismo

1997 tuvo tres excelentes noticias: el avance electoral de los partidos de oposición; el crecimiento económico, y la apertura de los medios de difusión masiva. Ellas fueron opacadas brutalmente por la masacre de Acteal. 1998 empieza bajo el signo ominoso del genocidio. ¿Qué avance democrático puede haber en nuestra sociedad si toleramos el genocidio? ¿De qué sirve el crecimiento económico si la vida puede ser segada impunemente? Las dos primeras noticias mostraron, además, su lado oscuro. El avance electoral de la oposición se mostró insuficiente para cambiar, ni siquiera levemente, la política económica. La recuperación económica no acaba de llegar a los bolsillos de la mayoría de la gente, y empieza a mostrar que será insostenible a largo plazo, dado el deterioro creciente en la balanza comercial y corriente con el exterior. La terrible masacre mostró, paradójicamente, su lado luminoso: el desprestigio del PRI ha llegado a tales extremos que el calificativo de priísta se ha vuelto uno de los insultos más ominosos, mostrando la derrota conceptual del PRI-gobierno.

El avance de la oposición se tradujo en la pérdida de la mayoría absoluta del partido oficial en la Cámara de Diputados. La aprobación legislativa automática de iniciativas presidenciales llegó a su fin. Las buenas noticias parecían continuar con la fortificación del bloque opositor (G-4). El chubasco de agua fría vino cuando el PAN negoció en privado con el PRI-Gobierno, y rompió el bloque, aprobando con el PRI el Prsupuesto de Egresos de la Federación (PEF) y de la Ley de Ingresos. La experiencia debe servir de recordatorio, por si los militantes del PRD lo hubiesen olvidado, que el PAN defiende el modelo neoliberal. Por tanto, en la medida en que PAN y PRI sigan teniendo la absoluta mayoría de los votos, tendremos más neoliberalismo en el futuro previsible.

La oposición de izquierda al modelo neoliberal no se explica porque ésta sea estatista, sino porque muchas de las medidas neoliberales aumentan la desigualdad social y la pobreza. Mientras para los neoliberales el control de la inflación es el objetivo central de la política económica (en torno a tal objetivo han autonomizado al Banco de México), y por tanto están dispuestos a sacrificar en su nombre cualquier otro objetivo (crecimiento, nivel de vida, lucha contra la pobreza), para la izquierda el objetivo central es aumentar el nivel de vida de la población y disminuir la desigualdad social.

Esta diferencia esencial se manifestó en las discusiones del PEF. El PRD propuso elevar los sueldos públicos de los empleados de base (y el salario mínimo, aunque nuestra absurda legislación presidencialista no le otorga facultades al respecto al poder legislativo) en 17 por ciento, cinco puntos sobre la inflación prevista para 1998, al mismo tiempo que se eliminaba la discrecionalidad en el autootorgamiento de bonos millonarios entre los funcionarios. Aunque parecía que el PAN participaba en tales propósitos, al final aprobó un presupuesto que los cancela y deja las cosas tal como estaban.

La propuesta del PRD era esencial. Los sueldos públicos y los salarios mínimos son los instrumentos de que dispone el Estado para orientar los niveles salariales de toda la economía. Desde 1983 los aumentos a ambos han estado por debajo no sólo de la inflación, sino de los movimientos salariales privados, mostrando que su función ha sido la de empujar a la baja todos los salarios. Con o sin pactos, los porcentajes de aumento a los mínimos y a los sueldos públicos, que vuelven a estar por debajo de la inflación observada en 1997, marcan la línea para lo que habrá de ocurrir con los salarios contractuales en 1998.

A pesar de Paoli Bolio, la población sí votó por un cambio en la política económica el 6 de julio de 1997, y fue traicionada por el PAN en el Congreso. En 1998 habrá elecciones en numerosos estados de la República. Los enterados de esta traición dejarán de votar por el PAN. Para fortuna de este partido, el nivel de desinformación es todavía muy grande, a pesar de que los medios de difusión masiva dejaron de ser abiertamente gobiernistas y asumieron actitudes más equilibradas y críticas. El PRD está en situación ideal para capturar esta pérdida electoral del PAN y la que seguramente sufrirá el PRI como consecuencia de su creciente desprestigio. Para ello requiere una estrategia coherente. Romper totalmente con el PAN en el Congreso no es conveniente, puesto que son muchos los temas donde las coincidencias de ambos pueden ser importantes, como en la reforma del Estado. También debe insistir en que se haga justicia en Chiapas y se respeten los acuerdos de San Andrés. El desempeño en el DF será definitivo para el 2000.