Convivo con la gente, no hago populismo: Cárdenas
Elia Baltazar Ť Si convivir con la gente es populismo, Cuauhtémoc Cárdenas acepta el término y advierte: ``Lo seguiré haciendo los 365 días de cada año que dure mi gobierno''. Promesa, más que próposito del jefe de la administración de la ciudad de México para los tepiteños que lo acompañaron a festejar la llegada de 1998, en el corazón del barrio, la Plaza de La Conchita.
A las 23:00 y minutos, Cárdenas dio los primeros pasos hacia las entrañas del barrio. La banda de música que amenizó la espera, mientras Cuauhtémoc llegaba, se puso a la cabeza, seguida por un grupo de colaboradores del perredista; entre ellos, Rosario Robles, secretaria de Gobierno; Rodolfo Debernardi, titular de Seguridad Pública; el responsable del Medio Ambiente, Alejandro Encinas, y el delegado en Cuauhtémoc, Jorge Legorreta.
Atrás caminó Cárdenas. El rostro tenso, en principio. Apenas sonreía y tomaba fuerte del brazo a su esposa. ``Cómo se nos ocurrió traerlo aquí'', dijo una voz oficial. ``No va a pasar nada'', repetía una y otra vez Debernardi, sin uniforme. Y Legorreta mirando hacia uno y otro lado, a veces preocupado, a ratos sonriente.
``Todo va a salir bien y estamos muy contentos'', eran las palabras del equipo de gobierno. Como él lo quiso, no hubo más vigilancia que la ofrecida por los tepiteños, quienes formaron una valla, y otra y otra, hasta cercarlo en un pequeño círculo donde nadie podía verlo. El mejor lugar para intercambiar el saludo con el visitante fueron las ventanas de las viejas vecindades, de las que por cierto sólo brotaron algunas manos.
Algunos olvidos
No se hicieron los altos programados en el camino. Nadie se acordó de la casa de José Guadalupe Posadas, ni de donde vivió Resortes. O del lugar donde supuestamente tocó alguna vez la campana Juventino Rosas. No había tiempo. Los últimos minutos del año se escurrían y aún faltaba camino por delante.
Cárdenas sólo alcanzó a mirar de reojo la fachada oscura del Deportivo Kid Azteca y, a propósito, Elsa Teresa González, lideresa vecinal, le dijo: ``Necesitamos más espacios para que los niños jueguen, ingeniero. Sólo tenemos una casa de cultura, y sin actividades''.
Por fin, el arribo a la mítica Plaza de la Inmaculada Concepción Tequipehuaca, donde lo que antes fue río se convirtió en una masa compacta y amorfa de gente buscando por donde escapar. Allí, entre la multitud, pero apartada, Amalia Solórzano de Cárdenas esperaba a su hijo.
Las notas del mariachi se ahogaron en medio de los vivas a Cuauhtémoc, el Cuate, Cuatemochas, como le gritaron los niños. ``La culpa es de la tele, pero no se trata de ofender al inge'', explicó un hombre al toparse con la mirada de uno de los colaboradores de Cárdenas.
El templete preparado para el jefe de gobierno ya estaba ocupado por la gente. Fue la ley del más fuerte la que hizo llegar a Cárdenas hasta el lugar desde el cual dirigió su mensaje a los tepiteños, en el que destacó la importancia de los niños y jóvenes para el nuevo gobierno y prometió continuar con sus recorridos para conocer y solucionar los problemas de los capitalinos.
El nuevo año acechaba y la fiesta pugnaba por seguir. ``Para todas y para todos, feliz año 1998'', dijo. Y ahora sí, sonrisas, abrazos a colaboradores y amigos, a los niños tepiteños que se colaron entre piernas, a los que pudieron llegar hasta él.
Unos minutos después, Cárdenas se escurrió entre la gente. ``Este --dijo-- es el primero de una serie de recorridos que tendremos a lo largo del año, por todas las delegaciones del DF, para conocer las necesidades de la gente de manera directa''. Atrás quedó Tepito con su ponche y antojitos, que no probó, y una camioneta de regalos para los niños del barrio.