Policía y gavillas, amenazas contra poblados nahuas de la sierra jalisciense
Cayetano Frías, enviado /I, Sierra de Manantlán, Cuautitlán, Jal., 2 de enero Ť La represión y la impunidad se han enseñoreado de estas tierras habitadas en su mayoría por nahuas. Los indígenas ya no sólo tienen que soportar a gavilleros encapuchados que roban, matan y violan a su gente, sino que ahora hasta elementos de la Policía Judicial del Estado allanan viviendas, golpean civiles y, para que no identifiquen a delatores, les cubren el rostro antes de llevárselos detenidos.
Los focos amarillos están encendidos y las autoridades, federales, estatales o municipales no pueden alegar ignorancia sobre lo que ocurre en esta sierra, donde la violación de los derechos más elementales de los indígenas data de muchas décadas.
Para muestra, un botón: de septiembre a mediados de diciembre de 1997, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) recibió 21 quejas por presuntas violaciones a los derechos de la comunidad nahua como detenciones ilegales, allanamientos de vivienda y golpes a personas inocentes, entre otras.
Todavía hace tres años, durante el temporal de lluvias, el poblado de Ayotitlán y más de una docena de caseríos quedaban aislados, porque al crecer los ríos no podían pasar los vehículos. Sólo era posible llegar a Telcruz por el lado de Colima, a través de un camino que sigue siendo de terracería y se convierte en lodazal cuando llueve.
Los indígenas prácticamente no tienen derecho a la procuración de justicia, pues la agencia del Ministerio Público más cercana está a 80 kilómetros de distancia y su titular nunca sube a la sierra. El juzgado de adscripción está aún más retirado.
Desde hace dos años y medio fue instalada una partida de la Policía Preventiva en Telcruz, insuficiente para vigilar tan vasto territorio. Además, en diciembre de 1993 un grupo de esos policías que patrullaba la zona mató a dos campesinos y dejó heridos de gravedad a dos más, en lo que los uniformados intentaron hacer aparecer como ``emboscada''; cinco fueron encarcelados, acusados de homicidio.
Persiste el problema agrario
La comunidad de Ayotitlán, que recibió del régimen colonial un territorio de 446 mil 742 hectáreas, para el 28 de agosto de 1963, según decreto firmado por el entonces presidente Adolfo López Mateos, enfrentó el cambio de tenencia a ejido, y sólo se les reconocieron 50 mil 332 hectáreas.
La Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) se tardó 13 años para entregarles 34 mil 700 hectáreas, y a la fecha -34 años después- aún está pendiente que les distribuyan 15 mil 632 a los ejidatarios.
Aunado a lo anterior, el conflicto de la indefinición de límites entre Jalisco y Colima ha afectado los derechos de las comunidades indígenas de Las Posadas, El Pedregal, Potros, El Platanar y Plan de Méndez. Un habitante de éste último poblado, por ejemplo, presentó una denuncia por abigeato desde junio, y a la fecha el Ministerio Público de Autlán no se ha presentado.
Desde hace varios años, el gobierno de Colima destina importantes cantidades para obras en las comunidades asentadas en territorio sin definición, y al mismo tiempo propicia que pequeños propietarios hostiguen y violen los derechos de los indígenas.
En ese territorio en conflicto está asentada también la empresa minera Peña Colorada, la cual contamina el río Marabasos desde 1961 y prácticamente está acabando con los manantiales de la zona, por una explotación indiscriminada que permite la Comisión Nacional del Agua (CNA).
Y para el cuadro de honor de la impunidad, está el hecho de que, a partir de julio de 1970 y hasta el mismo mes de 1992, en los poblados de ese ejido se cometieron 25 asesinatos y la Procuraduría General de Justicia de Jalisco ni siquiera levantó averiguaciones previas, como ordena la ley.
La tala clandestina y el contrabando de madera son otras historias muy largas.
Un testimonio
``La cosa es que estaba yo dormido, eran como las 12 de la noche cuando... estaba amarrada la puerta con una soga, la mocharon y se metieron pa dentro. Yo me recordé de pronto, y cuando ya me recordé, ya me iban afocando la cara con dos lámparas.
``Yo pensaba que eran, porque aquí hay una gente enmascarada que anda por dondequiera, robando, matando, entonces yo creía que eran esos; me quise levantar y me tenían afocadas las carabinas y las lámparas a la cara, me cegaron de carambazo.
``Me dieron un así (empellón en el pecho) cuando ya me había levantado, y no querían que prendiera la luz. Entonces yo de a güevo me levanté y encendí las luces, y ya que aluzó ya vi que era gobierno; yo les vi las armas y eran de gobierno.
``Yo ya estaba puesto pa si llegaban los enmascarados, pues pa hacer un deber; ya tenía de acuerdo a las familias, ellos sa- bían que querían que me dejaran a mí solo, porque es muncho lo que han hecho, aparecen nomás los muertos por allá en los lugares y se retiran, se van al cerro y (llevan) unas ropas como de gobierno, como rurales, así.
``(Pero) estos eran gobierno. Yo conocí que las armas eran de gobierno, entonces ya me levanté y me sacaron pa fuera y quedaron adentro tres changos. Y yo les pedía la orden de cateo y no me (la) presentaban; en lugar de que me la dieran, me querían dar un balazo.
``Y ya entonces dije: bueno, el gobierno no se porta así, y me dicen que hay un parte en contra de ustedes, que están dando de comer a los enmascarados. Le dije, mira yo no los conozco; hasta hoy que los estoy conociendo, porque uno de ellos iba enmascarado. Luego se retiraron y le hablaron a mi señora para que los acompañara, y llegaron a cinco casas, hicieron igual: se metían adentro.
``Y eso lo veo una cosa mal, que anden entrando en las casas, sin orden de cateo; a mí no me presentaron nada, a mí me dejaron libre y se fueron, ganaron parriba, a las demás casas.
``Eran ellos, era el gobierno, era un enmascarado; así anda, donde quiera me dan la razón que es de gobierno; entonces la cosa está mal, enteramente mal.''
Así lo contó Secundino Padilla Villa, del Consejo de Ancianos, y a quien la misma noche le detuvieron a un hijo, acusado de un homicidio que presuntamente cometió...