La Jornada 3 de enero de 1998

Crece la tensión entre soldados y bases zapatistas

Jesús Ramírez Cuevas /I, Chenalhó, Chis. Ť Las bandas paramilitares que operan en este municipio --como en otras regiones de Chiapas-- han recibido apoyo, entrenamiento y armas de militares en activo o retirados y ayuda de policías de Seguridad Pública del estado. Incluso algunos de sus integrantes son ex militares y ex policías estatales.

El grupo paramilitar que opera en Chenalhó se comenzó a formar en varias comunidades. En mayo de este año se hizo público que había campos de entrenamiento en Puebla, Yaxjemel y Los Chorros. Hay otros campos de entrenamiento en Canolal, Pechiquil y Santa Marta, cercana al municipio de San Andrés Larráinzar. Ahí son sus bases más importantes. Los priístas se fueron armando y entrenando con el apoyo de autoridades municipales y de algunos mandos policiacos y militares.

De acuerdo con lo que se ha podido documentar, existirían por lo menos 255 integrantes de grupos paramilitares en Chenalhó. Son paramilitares porque reciben entrenamiento militar, utilizan armas para uso exclusivo del Ejército y otras de alto calibre que les venden policías y soldados.

En una nota del diario chiapaneco Es! Diario Popular del 29 de diciembre, se dice que el Ejercito Mexicano hizo una auditoría al arsenal de la policía de Seguridad Pública del estado, y que la mayoría de las armas decomisadas a los paramilitares fueron compradas por el gobierno del estado en 1995.

Un ejemplo de cómo se movían los paramilitares con entera libertad, a pesar de los retenes de Seguridad Pública, fue cuando una semana antes del crimen múltiple, al interrumpirse el diálogo entre autoridades priístas y zapatistas en Chenalhó, un comando transportaba armas en una camioneta de tres toneladas, traían AK-47 dentro de costales de café. Pero el chofer se negó a seguir la ruta y las tuvieron que dejar en la comunidad de Los Toros, cerca de Las Limas, sede del diálogo municipal.

Otro ejemplo es que hace tres semanas los priístas armados robaron un equipo muy sofisticado de radiocomunicaciones que pertenecía a la Cruz Roja --ubicado en el cerro Tzontehuitz--, que los enlaza en toda la región de Los Altos. Este equipo era custodiado por el Ejército.

De acuerdo con los testimonios de indígenas de 14 comunidades de la zona, entre los priístas armados hay militares, ex militares y ex policías. Las principales autoridades municipales están involucradas en el apoyo y promoción de los grupos paramilitares. Entre ellos se menciona a Jacinto Arias Cruz, presidente municipal; Manuel Pérez Ruiz, juez municipal; Agustín Pérez Gutiérrez, José Ruiz Pérez, Juan Santiz Pérez y Cristóbal Gómez Santiz, regidores y síndicos. Victorio Cruz Velázquez y Cristóbal Vázquez Vázquez, destacados priístas de la cabecera municipal, también son señalados como instigadores de la muerte de seis jóvenes hace más de un año.

La estructura paramilitar del grupo que opera aquí funciona con unas 40 personas, que son las que coordinan las acciones y encabezan los ataques. Organizan los cobros a la gente y promueven reuniones y acciones. Reciben apoyo de Santa Marta, donde hay un campo de entrenamiento muy grande, y de El Pinar, otra base de entrenamiento de Máscara Roja, que opera en San Andrés Larráinzar --además de que ahí está destacamentado un contingente de Seguridad Pública, donde se dice que hay un mercado de drogas grande.

Los integrantes de Máscara Roja los han apoyado, vigilando la carretera y transportando armas, además de prestar otros apoyos logísticos a sus compañeros de Chenalhó.

Por medio de los agentes municipales realizan juntas y reclutan entre los militantes del PRI y del Partido Cardenista a los ``alumnos'' de estas ``escuelas de la muerte'', cuya misión es formar Rambos indígenas, con un esquema muy parecido al de los kaibiles guatemaltecos.

Aunque llegaron armas de fuera, estos mismos personajes comenzaron a cobrar dinero para comprar armas. Cuando comenzó el éxodo de los desplazados por los ataques a varios comunidades, organizaron el saqueo, el robo de granos, animales y de pertenencias abandonadas para venderlas y comprar más armas.

El ex presidente municipal, Eleuterio Arias, tiene una cantina en la cabecera municipal de Chenalhó que le renta desde hace un año a Pablo Hernández Pérez --un ex militar que se dio de baja de las fuerzas armadas en 1995 y que dio entrenamientos en Pechiquil cuando huyeron los simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y de la sociedad civil Las Abejas--. Ahí comenzaron a hacerse las reuniones de los agentes municipales para promover a los paramilitares.

Convertido en uno de sus centros de operaciones, en la comunidad de Pechiquil los paramilitares recibían adiestramiento militar de Mariano Pérez Ruiz, sargento segundo del 83 batallón del Ejército Mexicano, cuya base se encuentra en el cuartel de Rancho Nuevo, sede de la 31 Zona Militar.

De acuerdo con la versión de indígenas de esa comunidad, el militar en activo visitaba frecuentemente Pechiquil antes del ataque a Acteal para dar entrenamiento de combate y manejo de armas a un grupo de 20 jóvenes priístas encabezados por Pablo Hernández Pérez, Juan Pérez Hernández --también ex militar que salió hace tres años del Ejército-- y su hermano Nicolás. ``Son los meros mandones junto con Domingo Luna Pérez'', aclara José Hernández, habitante de Tzajalucum, quien permaneció mes y medio secuestrado con su familia por los mismos personajes.

``El 27 y el 28 de noviembre, Mariano Pérez Ruiz llegó a Pechiquil, reunió a los priístas armados y los llevó al campo de la escuela para entrenar. Después se pusieron pasamontañas y se fueron a disparar a Tzajalucum, donde quemaron tres casas el día 27. Ahí se robaron un becerro de los desplazados y lo vendieron en Pechiquil en 4 mil 500 pesos para comprar armas. Encerraron a la gente en el templo presbiteriano del lugar para que no se dieran cuenta de nada'', informó José Luis Arias, testigo de los hechos.

``El 28 regresó Pérez Ruiz con un AK-47 que vendió en 13 mil pesos a Pablo Hernández y los paramilitares. Nos amenazó: ``Si alguna persona dice algo de nosotros, lo vamos a agarrar y lo matamos'', cuenta José Luis, habitante de Tzajalucum, quien permaneció secuestrado por los paramilitares en Pechiquil durante dos meses.

José Luis Arias continúa su relato: ``Los priístas nos amenazaron, nos obligaron a robar las casas de nuestros compañeros y a hacer guardias para vigilar otras comunidades que iban a atacar. También nos obligaron a pagar dinero para comprar armas. Nos obligaban a cocinar si no nos amenazaban con matarnos.

``Mariano Pérez Ruiz es el que daba las órdenes y distribuía los trabajos como traer la gasolina para quemar casas, robar maíz o pollos. Al que no quería obedecer le saca una de sus dos pistolas. El dirige la guerra en Pechiquil'', concluye Arias.


Jesús Ramírez Cuevas /II y última, Chenalhó, Chis. Ť En Canolal hay otra base de operaciones de priístas armados que encabeza Marcos Arias Pérez, ex soldado del Ejército federal, quien se dio de baja hace dos años. Ahí se tiene el reporte de que un general del Ejército Mexicano acudía frecuentemente como instructor en los entrenamientos militares que se realizaban en las inmediaciones de esta población donde existe un destacamento de Seguridad Pública y donde frecuentemente bajaba un helicóptero de la policía.

``El 25 de noviembre, un helicóptero bajó en Canolal para amenazar que pronto iban a acabar la semilla de los zapatistas y de Las Abejas'', dijo Manuel Gómez, habitante de esa comunidad, quien fue testigo de los hechos.

Uno de los principales organizadores del grupo paramilitar de Canolal es Alberto Díaz Méndez, ``quien sabe de armas, las arma y las aceita, es armero'', cuenta Manuel Gómez. Además, hay otros ex policías de Seguridad Pública que están involucrados con los paramilitares.

Artemio Aguilar Pérez, habitante de Chimix, salió hace un año de la policía estatal; el representante del PRI en Chimix, Ignacio Gómez Gutiérrez, encabezaba las colectas para la compra de armas y organizaba las reuniones para las sesiones de entrenamiento. Otros ex policías implicados con los paramilitares en Chimix son Agustín Pérez Santiz (abandonó la policía estatal hace tres años) y Antonio Pérez Santiz (ex policía dado de baja hace tres años).

Asimismo, Víctor Arias Méndez y sus hijos Daniel y José Arias transportan armas en su camioneta.

Por otra parte, en Yiblejoj, Juan Santiz Pérez, regidor del ayuntamiento constitucional por el Partido Cardenista, es la cabeza de los paramilitares. Lo mismo ha organizado ataques y quemas de casas, que colectas y cobros de impuestos a los habitantes de esta comunidad para comprar armamento.

En Yabteclum, Mariano Pérez Pérez organiza a los paramilitares de ahí. Tiene relaciones con el grupo armado Máscara Roja, al que se le relaciona con militares y policías destacados en la zona, quien les ha proporcionado armas y entrenamiento militar.

Por lo que hace a Majomut, el juez municipal Manuel Pérez Ruiz y sus hermanos son los principales organizadores de los paramilitares en ese lugar, a pocos kilómetros de Polhó. Su casa es cuartel de la policía de Seguridad Pública. ``Desde ahí han cercado y disparado varias veces sobre Polhó y Yiblejoj. Además, ha organizado varios intentos de asaltar militarmente la sede del municipio autónomo en rebeldía.

En Los Chorros, Alfonso López Luna, un ex policía, es el que encabeza las agresiones y ataques contra simpatizantes zapatistas y de la sociedad civil.

Los paramilitares huyeron de Pechiquil

con la ayuda de las autoridades

Desde el 25 de diciembre, llegó a Pechiquil un destacamento del Ejército federal encabezado por el teniente coronel Reynaldo Godínez. Entrevistado --el día 27-- por un corresponsal extranjero sobre los paramilitares en la comunidad, el oficial dijo: ``Hemos oído que hablan mucho de los paramilitares, pero nuestro trabajo no es desarmar ni detener a nadie. Nosotros venimos a hacer trabajo social y cortarle el pelo a la gente''.

Un día antes de que arribara el Ejército corrió la voz entre los paramilitares de que llegarían a buscarlos a Pechiquil. ``Alguien les avisó y ellos intentaron escapar'', cuenta José Hernández Santiz. ``Los 12 jóvenes salieron con sus armas, iban uniformados de negro y con sus mochilas. Algo se les olvidó y regresaron por la escuela (donde está destacamentado un agrupamiento de Seguridad Pública). El comandante de la policía los interceptó y les dijo que se salieran del pueblo con su armamento. Otra vez pasaron frente a los policías con todo y sus armas largas. Regresaron otra vez, pero en la cancha de la escuela había unos jóvenes jugando y se espantaron. Salieron corriendo y le fueron a avisar a la policía que venían los contrarios y que iban a vengarse por lo de Acteal. Los policías se acercaron al lugar y estuvieron a punto de dispararles, pero se dieron cuenta que eran los paramilitares y hasta los llamaron por sus nombres''.

El indígena tzotzil continúa su relato: ``Entonces, escondieron sus armas en los cafetales y se regresaron a donde estaban los policías. Al brincar la reja de la escuela, Pablo Pérez Hernández --ex militar y cabecilla de los priístas armados-- se atoró en la alambrada y se torció el pie; ya no pudo caminar. Ahí los agarraron los policías, les quitaron las cartucheras y las balas que llevaban. Llegó el comandante de Seguridad Pública y les ordenó que se sacaran las ropas negras y que entregaran las mochilas. Les entregó ropa nueva y los ayudó a quemar los uniformes en la cancha de la escuela. Luego... los dejó libres. Pablo Pérez Hernández temblaba de miedo. Después llegó Agustín Jiménez, dirigente del PRI en Pechiquil, y le dijo al comandante que le entregaran las balas que les decomisó a los paramilitares. A cambio de ellas, les pagó con una caja de cervezas. El comandante les dijo a Pablo y a los agresores `mejor pélense unos días a otro lugar para que no los vean', pero los jóvenes no se fueron por miedo a que los agarraran en el monte''.

Iban a entregar a ``los viejitos''.

Enseguida, continúa, se reunieron las autoridades de la comunidad y decidieron que si venían los judiciales o militares por los jóvenes que participaron en la matanza de Acteal, entregarían a otras personas inocentes.

``Tomaron el acuerdo de entregar a los viejitos --hicieron una lista-- pero a los jóvenes les dio lástima que entregaran a sus familiares en vez de ellos y anularon el acuerdo. Los paramilitares se quedaron ahí. No los detuvo nadie, ni siquiera los soldados que llegaron después. Siguen en Pechiquil'', afirma Juan Hernández, quien permaneció mes y medio retenido por los priístas de ese pueblo.