León Bendesky
Mitad del camino

Los resultados económicos de la primera mitad del sexenio han podido mostrarse como un éxito del programa de ajuste aplicado después de la crisis de 1995. El producto creció este año más de lo que se esperaba, el aumento del nivel de los precios apenas rebasó las estimaciones de las autoridades, el dólar cerró el año por debajo de lo que la mayoría suponía, hasta la crisis de los mercados financieros en Asia pudo ser sorteada sin mayores contratiempos, para el regocijo propio y el de los organismos internacionales que ven así compensado su esfuerzo para apoyar a México cuando hubo necesidad de ello. Hasta el presupuesto para 1998, que enfrentaba a una mayoría opositora en el Congreso y que parecía dispuesta a cuestionar el modelo económico del gobierno, pasó sin tener que hacer concesiones que lo desdibujaran. Al final del año, los responsables de la economía podían mostrarse satisfechos, y también los representantes empresariales que avalan la política económica y sólo tímidamente avanzan alguna crítica marginal y en un tono siempre comedido.

Sin embargo, sostener esta tendencia tan favorable en la economía puede ser más difícil en la segunda mitad del gobierno de Ernesto Zedillo. El ajuste que se aplica ha sido, sin duda, muy severo, y se impuso especialmente sobre los componentes de la demanda. Las caídas del consumo privado y de la inversión fueron muy grandes y ha sido, precisamente, sobre el registro de un producto interno que se redujo en más de 6 por ciento, sobre el que se han medido las cifras de una recuperación calificada por el propio gobierno como histórica. Según esos registros, hacía muchos años que no se tenían tasas de crecimiento trimestrales del PIB como las medidas recientemente; tampoco se habían tenido cifras tan bajas de inflación mensual. Todo este escenario ha sido expuesto de manera prolífica por los órganos oficiales y recuperado, para ser amplificado, por los analistas y los que logran entusiasmarse porque el índice de precios y cotizaciones de la bolsa de valores aumentó en la jornada de hoy. Pero este discurso tiene un destinatario específico que constituye un grupo selecto y cada vez más reducido, el eco reduce rápidamente su sonoridad apenas sale de ese espacio.

En el terreno de los grandes números, el de las cuentas macroeconómicas, es decir, de aquellas que corresponden a los equilibrios fundamentales de la partida doble de la nación, las cosas marchan a pedir de boca. Mientras tanto, los salarios reales siguen mostrando un atraso histórico y apenas se ha recuperado el empleo que había en 1994 cuando la economía creció artificialmente antes de las elecciones. Pero en el campo de lo social se exige tener más paciencia, ahí las cosas no pueden ir tan rápido, se necesita que en algún momento la fuerza de las cifras agregadas se desborde como en cascada hacia los grupos sociales que han resentido ya más de 15 años de muy lento crecimiento, de rezago en los salarios y de una menor participación en el ingreso. La cuestión es si ese desborde ocurrirá y cuál será su capacidad para abarcar a una parte grande de la sociedad.

El producto seguirá creciendo este año, las condiciones de las finanzas públicas así lo sugieren, como también la base exportadora que ha logrado crearse en los últimos años. Esto quiere decir que la estructura básica del programa económico seguirá siendo la misma. La demanda interna crecerá a partir de un aumento del consumo, aunque su ritmo de crecimiento será todavía bajo, y de la inversión. Pero el mismo crecimiento empezará a hacer visible la recreación de algunos desequilibrios crónicos de la economía. El primero es el externo, provocado tanto por las necesidades de importación para el funcionamiento de la planta productiva, como por el aumento de la importación de bienes de consumo que se abaratan con la apreciación del peso frente al dólar. Otro es el desequilibrio financiero de las empresas y de las familias, y que se asocia con la persistencia de altas de interés. La situación de sobreendeudamiento sigue siendo una cuestión crucial para una efectiva recuperación económica. El financiamiento de la inversión es aún una traba para el aumento de la capacidad productiva de la mayoría de las empresas, y los deudores hipotecarios que redenominaron sus compromisos en UDIS tienen ya un pasivo que vale el doble, mientras que su capacidad de pago no ha aumentado en esa proporción. El crecimiento sostenido y que, además, se exprese en un bienestar real de la población, será puesto a prueba en los tres años que siguen. Tal vez la reforma más apreciable provocada por el actual programa económico sea la relacionada con la gestión del tipo de cambio en un régimen flexible, pero en términos de la estructura productiva la prueba de fuego estará centrada en este nuevo periodo de recuperación cíclica. No es posible afirmar todavía que este ciclo de expansión termine sentando las bases de un crecimiento sostenido.