La Jornada domingo 4 de enero de 1998

Fernando Benítez
Nuestro amigo el Popo

El paisaje de nuestro valle sería muy distinto si no tuviéramos el altivo y maravilloso volcán Popocatépetl. Hace muchos siglos que el Popo está fumando su pipa al lado de la Mujer Dormida bajo su manto de nieve. Cuando Hernán Cortés lo escaló, murieron de frío sus soldados cubanos, y un capitán descubrió que el azufre era bueno para hacer pólvora.

El Popo se divierte, a veces, lanzando llamaradas y ceniza pero ha respetado la ciudad del emperador Moctezuma, la ciudad del Virreinato y la ciudad de los presidentes, hasta la fecha.

¿A qué viene, entonces, tanta alarma por sus fumarolas? Yo no soy geólogo, pero sé algo de historia y pienso que el Popo es nuestro amigo. Estemos, pues, tranquilos, porque ese volcán siempre nos ha demostrado un gran respeto.