El aumento que se anunció a las tarifas eléctricas cumple sólo una parte de los objetivos que debería. Habrá, sí, un ingreso real un poco mayor para el sector eléctrico. Eso permitirá hacer frente un poco mejor a las necesidades de la inversión, que durante años ha estado rezagada. Pero la forma como se dio el incremento responde, más bien, a criterios y objetivos de corto plazo, y descuida otros criterios de fondo.
Una parte de los cambios denota influencia de los acuerdos finales en la Cámara de Diputados entre el PRI y el PAN para aprobar impuestos, ingresos y presupuesto. Se ofrecía un menor cobro en las tarifas eléctricas a pequeños consumidores. Lo que se cambia es que el alza mensual para los primeros 75 kilowatts-hora de consumo doméstico aumenta lo mismo que el esperado del promedio de precios al consumidor, mientras que los siguientes kilowatts-hora se elevan 3 por ciento, en términos reales, a lo largo de 1998. Se incrementó la participación de los municipios en el ingreso fiscal, pero se aumentó 10 por ciento, más un escalamiento equivalente a un alza real, también del 3 por ciento, para las tarifas 6 (bombeo municipal) y 5A (alumbrado público en áreas que no sean las zonas metropolitanas del Valle de México, Guadalajara y Monterrey).
El ajuste del ingreso del sector eléctrico será relativamente bajo. El consumo doméstico es una cuarta parte del total, con lo que el ingreso mencionado sube, a causa del aumento a este consumo, menos de uno por ciento. En cuanto a las mencionadas tarifas municipales, el consumo es 4 por ciento del total, y por lo tanto el ingreso del sector eléctrico aumenta, al elevarse estas tarifas en los montos indicados, en aproximadamente 0.5 por ciento.
En cambio, las tarifas por electricidad entregada en mediana y alta tensión, correspondiente a empresas medianas y grandes, no tienen cambio real y sólo se mantiene el ajuste automático con los costos, necesario, pero en las actuales condiciones de ninguna manera suficiente. Los grandes consumidores en alta tensión, que apenas pasan de 400, recibieron en 1996 el 26.3 por ciento de la energía, y si les sumamos el consumo en tensión media, el 60 por ciento de la electricidad vendida en el país. Sin embargo, el kilowatt-hora les costó menos de la tercera parte que a un pequeño comercio que lo recibe en tensión baja.
Otra forma de ver hasta qué punto están subsidiados estos grandes consumidores, es el aumento en su consumo. Mientras que en 1995-1996 el de empresas chicas y municipios bajó en más del 4 por ciento, las empresas que recibieron energía en tensión media lo aumentaron en 2.2 por ciento en 1995 (con la crisis) y en 10.1 por ciento en 1996. Y las que la reciben en alta tensión, tuvieron en los mismos años aumentos de 9.8 por ciento (pese a la crisis) y 15.3 por ciento (pese a un aumento real en esos años, que ahora ya no se dio).
Se dejó prácticamente intacto el subsidio a los primeros kilowatts-hora de los grandes consumidores domésticos. En suma, los millonarios seguirán recibiendo electricidad subsidiada, seguirán aumentando su uso de energía a niveles de derroche y, con ello, demandando más inversiones en más plantas eléctricas para satisfacer su consumo. Lo poco de aumento para malamente hacer frente a esas crecientes necesidades, vendrá de municipios con un consumo decreciente y del doméstico.
El aumento era necesario, pero se aplicó en los lugares y en las formas equivocadas. No es sólo cuestión de justicia, que es algo que por supuesto cuenta, sino que también se condena al sector eléctrico a más conflictos por tarifas, a baja capacidad de inversión y a una demanda que crecerá, una vez más, por encima de lo oficialmente esperado.