La Jornada domingo 4 de enero de 1998

Adolfo Gilly
Mujeres

Ellas están salvando a las gallinas que no pudieron llevarse los soldados. Ella, en el primer plano de la foto, carga a su niño y lleva en una mano al guajolote. Su otro brazo sigue la curva del cuerpo y el vuelo de la falda. Su mirada repite un verso de otro tiempo: ``y por todos los siglos de los siglos / cierra el paso al futuro un par de ojos''. Cejas y boca dibujan el desafío del mundo. A su espalda, el pequeño repite el gesto altivo de la madre. Las demás son el coro, los brazos que se cruzan, la ira del silencio.

Ellas, las mujeres tzeltales, están cerrando el camino con sus cuerpos. Sus armas son variadas. Pueden verse en la foto: ``Son de palo y provienen de diversos tipos de árboles de la selva. Las hay de

caoba, de cedro, de hormiguillo, de canté, de bayalté, de huapac, de palo amarillo y de otras maderas''. Los cuerpos, no. Los cuerpos son humanos y están llenos de alma. Tal vez por eso repiten gestos clásicos: las lanzas de la Ronda nocturna de Rembrandt o las de las batallas medievales de Paolo Ucello. Ellas no lo saben, pero la memoria de sus cuerpos sí, porque son campesinos los que hicieron los gestos de las armas en todas las guerras de la historia.

Ella está deteniendo al soldado con sus manos, una en el arnés de la mochila, la otra agarrándolo del cuello. Otra, más pequeña, la ayuda empujando hacia atrás al hombre del fusil, el cargador y el casco, al soldado con cara de no entiendo y todo el desconcierto condensado en su mano en primer plano. Ellas, más atrás, son un muro furioso que empuja a los soldados.

Ella toma apenas, al modo campesino, la mano de la mujer de trenza y mira a la cámara como diciendo: ``Miren, esto nos hacen, aquí llevo a mi hijo pero no puedo dejar pasar a este policía tan enorme''. Ella mira, casi niña, y las dos manos unidas cierran también el paso, como las trenzas, como los cuerpos, como el par de ojos, como las maderas y las gallinas y los guajolotes.

Y allá está el niño de la campana de San Miguel, llamando a rebato para que se reúna el consejo de las mujeres de Yalchiptic.

Estas son las mujeres y sus hijos. Esta es la guerra. Por eso en Acteal mataron más mujeres que hombres y casi tantos niños como mujeres, que es como matar dos veces a las mujeres.

Estas son ellas. Esta es nuestra guerra y nuestra paz. Esta es nuestra vida y nuestra muerte. Todos somos en ellas y por ellas. Estas son las mujeres.