La Jornada domingo 4 de enero de 1998

Carlos Montemayor
Chiapas y la Secretaría de Gobernación

Las palabras de Francisco Labastida Ochoa al término de la ceremonia de protesta como secretario de Gobernación constituyen una señal de alarma para el proceso de pacificación en Chiapas. Entiendo, por su discurso, que se propone una restructuración importante de la dependencia. Pero el mensaje que sobre el caso de Chiapas ha dado al país es peligroso. Su mensaje no da señales de avance, sino de retroceso; no es de apertura, sino de recrudecimiento.

Un proceso político que ha afectado tanto al país desde el estado de Chiapas no puede tratarse con la ligereza de un cambio de mobiliario de una oficina. No estamos hablando de los conflictos no resueltos de un secretario de Gobernación, sino de uno de los más graves conflictos del país, que cualquier secretario de Gobernación tendrá que enfrentar como necesidad nacional y no como accidente administrativo. No tendremos ningún avance si el nuevo secretario se apoya en los anteriores errores. Necesita cambiar su enfoque; ciertamente requiere de análisis político, no de análisis coyunturales o de grilla política, sino de análisis político.

Es un grave error empezar confundiendo los acuerdos de San Andrés Larráinzar con los ``propósitos planteados en San Andrés''. El gobierno mexicano suscribió esos acuerdos, se comprometió. Se trata de compromisos que el gobierno mexicano se ha resistido a cumplir. No firmó ``buenos propósitos'', sino acuerdos. Pacta sunt servanda, decían los viejos romanos, que por lo visto sabían más de derecho que los asesores de la Presidencia de la República. Los pactos deben cumplirse, sabían los romanos. El gobierno mexicano no lo sabe. El nuevo secretario de Gobernación parece confundir el desestimiento de un compromiso, el incumplimiento o irresponsabilidad ante un compromiso, con el refrendo de un buen propósito.

Recurre al mismo expediente desgastado de la administración anterior: emplea en el discurso oficial ``las técnicas jurídicas'' como justificación de un incumplimiento. No ha habido dificultad de técnica jurídica alguna; ha faltado decisión política. Un nuevo discurso de un nuevo secretario de Gobernación no cambiará errores cometidos anteriormente ni la realidad política de hoy y mañana. Hay que reconocer estos errores, recordar este incumplimiento. De otra manera no habrá avance.

Mala señal no saber que el EZLN es algo más que un puñado de armas y un puñado de hombres. Mala señal no reconocer que la Conai es algo distinto que los puñados de armas y pueblos que se llaman EZLN. Mala señal la amnesia del nuevo secretario ante palabras como EZLN, Conai, Cocopa, acuerdos de San Andrés, reformas constitucionales en materia indígena, comisionado para el diálogo y la paz. Mala señal que antes que concluyan las investigaciones de la PGR, que se propone retrotraerlas hasta el año de 1996, el nuevo secretario dé por sentado que se trata de una lucha fratricida en la que el gobierno mexicano no interviene, en la que el gobierno de Chiapas no es culpable ni de ``omisión'' siquiera. O el nuevo secretario de Gobernación no quiere entrarle al toro por los cuernos, o cree que el toro está ya bloqueado y a punto de recibir la puntilla. No está de más señalar que, entre otras cosas, por haber tenido esta confusión su antecesor, él ocupa ahora su nueva oficina.

Mientras no se desocupen otras oficinas de gobierno del estado de Chiapas, no podrá ver claro el panorama el nuevo secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa. Ni tampoco podrá verlo el país.