SINALOA: EL ``ORGULLO'' DE SER NARCO
María Rivera, enviada /II, Las Huacapas, Sin. Ť No somos causa sino consecuencia del narcotráfico, sostiene Mario Quintero Lara, compositor de Los Tucanes de Tijuana, grupo que ha sido acusado de ser vocero de los principales capos del narcotráfico mexicano.
Personajes de todo tipo se entremezclan en el camerino del grupo musical antes de su actuación en el Salón Río Nilo, de Guadalajara. Jóvenes que buscan la foto o la firma de sus ídolos esperan en los pasillos, mientras un grupo de hombres cómodamente instalados en una salita, son atendidos con especial esmero por el representante artístico Gustavo Félix.
Entre el tintineo de las copas sobresale el acento sinaloense de los hombres. ``Pásale mi'jo'', dice uno de ellos mientras atrae hacia la sala a un adolescente que comparte la vestimenta del padre y sus amigos: camisa de seda, cinturón piteado y finas botas piel de avestruz.
Los integrantes de Los Tucanes: Mario Quintero, cantante y compositor: Joel Higuera, acordeonista: David Servín, bajo, y Mario Moreno, batería, posan para la foto. No dejan de sonreír. Parecen deslumbrados por su reciente fama.
Las preguntas son contestadas por Mario Quintero.
-¿De dónde son ustedes?
-De Mocorito, Sinaloa. Bueno, más bien de Las Huacapas, un rancho de la sierra.
-¿A qué se dedica la gente de ahí?
-Cultiva maíz, frijol y cacahuates. No hay empleos, sólo está la tierra.
-¿En la sierra de Sinaloa sólo se cultiva maíz y frijol? ¿Nada más?
-Bueno, también amapola y mariguana, Mire, yo leí en un periódico que fue el mismo gobierno allá por los 40 el que empezó el cultivo de esto para financiarse. Ellos fomentaron esos cultivos entre los campesinos.
``Caro Quintero hizo escuelas...''
Al comentarle sobre la nota publicada en Proceso, en la que Alejandro Hodoyán, lugarteniente de los Arellano Félix, los relaciona con sus ex jefes, el cantante se ríe. ``No nos molestó la nota. La verdad es que nos dio publicidad, entre más nos conozcan, mejor''.
-Dicen que ustedes hacen una apología de los narcotraficantes, que ustedes los convierten en héroes...
-El narcotráfico existe, es una realidad. Aunque por otra parte el narco es un hecho lamentable. Con mis canciones trato de abrirles los ojos a los jóvenes del riesgo de entrarle a eso.
-¿Pero qué piensan ustedes de los narcotraficantes?
-Bueno, hay muchos de ellos que han ayudado al pueblo. Esa gente ayuda. Caro Quintero hizo escuelas, puso alumbrado en algunos pueblos. Hacía más que el gobierno. Ahí está también El Cochiloco, el fue un verdadero benefactor. Entre ellos hay gente bien derecha...
El representante, quien es mencionado como familiar de los Arellano Félix, ha seguido la última parte de la conversación. Toma a Mario Quintero del brazo y lo jala. Le dice que es hora de entrar al escenario. Sin embargo, pasa media hora antes de que comience la actuación. El compositor se despide amablemente. ``Ya me tengo que ir'', explica.
La tierra de Los Tucanes
Las Huacapas, la tierra de Los Tucanes, es un caserío a la entrada de la sierra sinaloense. Apenas 500 habitantes que se dedican al cultivo del maíz y del cacahuate, según el maestro de primaria. Sin embargo, los alumnos dan cuenta de otros cultivos. Platican entre risas que días atrás pasaron helicópteros fumigando plantíos del lugar. Por lo visto la producción cacahuatera sufrió considerables daños.
Rodeada por un gran patio, está la casa de los Quintero Lara, padres del cantante y compositor. En un cobertizo, una troca es el único signo del éxito de uno de los integrante de la familia, en el resto no se distingue de las otras casas del lugar.
Las paredes de la terraza están adornadas con carteles de Los Tucanes y de Los Incomparables de Tijuana. ``Los Incomparables son sus tíos, ellos se los llevaron a los 12 años a Tijuana'', comenta orgullosa Cayita Lara, madre del compositor de los 14 tucanazos censurados.
Recuerda que Mario se fue a la ciudad fronteriza a estudiar la secundaria y a aprender música. ``Mario desde chico tuvo gusto por la música. Le compramos una guitarrita y se la pasaba toque y toque''.
La madre muestra una fotografía de su hijo a los cuatro años: es la imagen de un niño de camisa desabotonada y huaraches cruzados, acompañado de un gran cerdo que era su mascota. El contraste con la imagen que sigue en el álbum familiar es clara: Mario aparece vestido con un traje norteño azul y dorado, finas botas y una gruesa cadena de oro de la que pende un enorme dije del mismo metal con una enorme M.
Cayita está orgullosa del éxito de su hijo, aunque lamenta no poder verlo tan seguido. ``Hace un año que no lo miro. Qué quiere que le diga, una como madre se preocupa por los peligros que anda corriendo, pero Dios lo ha de cuidar''.
Los habitantes de Las Huacapas se sienten orgullosos del éxito de sus coterráneos. Cuentan que cuando los músicos llegan son días de fiesta. Los niños son los más entusiasmados. ``Tocamos con ollas, con palos, con lo que sea para aprender. Queremos ser como ellos'', se anima un muchachito de 10 años. El mundo del narco y sus trovadores son sus perspectivas inmediatas.
Una canción de Los Tucanes se escucha en un radio del pueblo: El que persevera alcanza/ eso lo supe hace tiempo/ hoy tengo lo que yo quiero/ aunque me sigue el gobierno/ pero eso no me preocupa/ ser pobre ¡sí me da miedo!
Para llegar a Las Huacapas desde Mocorito se hacen cuatro horas de viaje, pese a mediar apenas 40 kilómetros, por las condiciones de la brecha. Por si fuera poco, otro de los obstáculos para el desplazamiento por la zona son las gavillas que asaltan en el camino.
Nada más al pasar los primeros poblados, los nombres de los ranchos dan cuenta de la principal ocupación de sus habitantes: Pacas de a Kilo ostenta uno en el portón. De la Buena, se llama otro.
Los habitantes de la zona nombran orgullosos a los capos surgidos de la región. El Güero Palma es de La Noria, ``aquí nomás a 10 kilómetros''. Rafael Caro Quintero es de otro poblado vecino: Santiago de los Caballeros. Su tío, Ernesto Fonseca, Don Neto, también es de ahí. El quién es quién del narco es de la zona.
El auge del narcocorrido
Escuchar narcocorridos forma parte de la cotidianidad de los habitante de Sinaloa. Las tiendas de discos de la región apenas si ofrecen otra cosa. Pero el éxito de este género musical no para ahí: un periódico de Culiacán tiene un anuncio clasificado que ofrece narcocorridos personalizados. Uno va a este sitio y lo entrevistan. Ahí cuenta su historia, cuántos muertos lleva en su haber, de quién es hijo, de dónde es, y listo: su propio narcocorrido por 3 mil pesos.
La doctora Arcelia de la Torre, quien realiza por parte de la Universidad Autónoma de Sinaloa una investigación sobre el surgimiento de este género musical, lo ubica en la década de los 70. Aunque puntualiza que no fue sino hasta hace cinco años cuando adquirieron una popularidad masiva tanto en México como en el sur de Estados Unidos, lo que además motivó la producción de un movimiento cinematográfico.
La investigadora rechaza las opiniones de aquellos que ven en esta música un grito de rebelión o algo genuino. ``Los que piensen eso son personas ajenas a la realidad sinaloense; no tienen ni idea de la violencia que genera el narcotráfico. Es lamentable que los jóvenes del estado, y ahora del país, consideren que esos son valores por seguir''.
Por su parte, el escritor Leónides Alfaro explica que en la mayoría de las ocasiones estos grupos responden a intereses de capos de la droga que desean ser perpetuados. ``Cuando se tiene dinero, poder y todo ¿qué sigue?: pasar a la historia con un narcocorrido''.