Rechazo indígena a incursiones militares
Juan Balboa, corresponsal, X'oyep, Chenalhó, Chis., 3 de enero Ť El Ejército Mexicano utilizó hoy por primera vez en Chiapas la Policía Militar Antimotines para detener la protesta que realizaban unos 200 indígenas desplazados contra la presencia de los soldados, además de que fortaleció su base en el lugar y cercó con 400 soldados el segundo campamento de refugiados internos más grande del estado.
En una acción de gran envergadura, el Ejército Mexicano movilizó integrantes de la Policía Militar Antimotines, pertrechados con escudos eléctricos, espinilleras, gases lacrimógenos y caretas de acrílicos, así como tropas de infantería y especializadas y un helicóptero de la Policía de Seguridad Pública del estado contra los toztziles, que intentaron a toda costa que los militares abandonaran X'oyep.
Mujeres de la comunidad recuperan algunas gallinas.
Foto:José Carlo González
Indígenas y militares se mantuvieron cara a cara durante cuatro horas, la mayoría del tiempo con constantes empujones; la paciencia de los soldados se desvanecía de momento y propinaban golpes o ``toquecitos'' a los indígenas; los gritos de ``¡fuera el Ejército, aquí no nos sirve!'' y ``¡violadores de mujeres, váyanse!'', se mantuvieron vivos, pero sobre todo aparecieron amenazas constantes.
Por minutos daba la impresión de que los militares dispararían sus armas contra una muralla sólida construida principalmente por mujeres y niños tzotziles, que en lengua materna mantuvieron durante 240 minutos un concierto de voces reclamándoles su tierra, repitiéndoles hasta el cansancio el estribillo ``Chiapas, Chiapas no es cuartel, fuera el Ejército de él'', y rechazando la instalación de un nuevo campamento castrense a unos 300 metros del poblado, justo donde nace el ojo de agua.
De súbito, como si la sorpresa fuera parte de su fuerza, unas cien siluetas de mujeres aparecieron -muchas de ellas con niños en los brazos y la espalda- sobre los caminos rumbo a la punta de la montaña de X'oyep, y atrás niños y hombres con andar lento las seguían cautelosos. En menos de cinco minutos, mujeres y hombres rodearon a los militares y fueron protagonistas de uno de los hechos más peligrosos que pudo tener un desenlace fatal.
X'oyep es el segundo campamento de desplazados por la violencia en el municipio de Chenalhó. Es, al igual que otros 15 puntos del municipio, uno de los principales objetivos del Ejército para establecer un campamento castrense. En tres ocasiones, los desplazados habían hecho pública su inconformidad por la presencia militar en ``un campamento de civiles por la paz que han sido agredidos''.
El jueves lo intentaron a pesar de que ``no son bienvenidos''. El viernes volvió el Ejército a pesar que la propia comunidad le había dicho que ``su servicio social no lo querían''. El sábado permanecieron, pero la paciencia india se desbordó y acorraló a los militares durante cuatro horas.
A las 11:45 horas de este día los indígenas de X'oyep rodearon el campamento en donde se encontraban, en ese momento, unos 200 soldados del 94 batallón de Infantería a cargo del mayor Armenta. En tan sólo 15 minutos, los soldados se enfrascaron en una riña incontrolable y su campamento se redujo a un pequeño círculo en donde se encontraban sus viviendas y alimentos.
Uno de los militares con más alta graduación giró la cabeza hacia los pocos periodistas presentes en el lugar y, sin pensar, amenazó: ``Ustedes los trajeron con tal de hacer noticias'', dijo, refiriéndose a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos de La Jornada y Televisa.
En cada minuto que transcurría el círculo de los militares se reducía. A las 13 horas los ánimos estaban candentes: ambos se gritaban y los empujones eran cada vez más violentos de ambos lados. El militar que operaba el radio no despegó un solo minuto el auricular de su oído. El mayor ordenaba desmantelar el campamento.
A las 13:15 horas tomaron fuerza los gritos y los empujones continuaron. Quince minutos después, de la parte baja del cerro de X'oyep se escuchó una voz: ``Venimos a protegerlos a ustedes''. Era la voz del hombre que venía al frente de la Policía Militarizada con sus pertrechos y escudos eléctricos. Atrás de él, otro grupo que presidía el general Jiménez.
Con espuma en la boca, roja la cara, el hombre obeso que dirigía la Policía Militarizada hablaba como loco, no lograba hilar una frase clara, preguntaba a los mil vientos sobre el supuesto líder de los desplazados: ``Su líder, queremos hablar con su líder, porque los líderes no dan la cara''. La respuesta en tzotzil fue unánime: ``Aquí los líderes somos todos''.
En su desesperación por comunicarse con el supuesto líder, preguntó: ``I don't speak english?'' Un silencio lo rodeó. Su paciencia había llegado al clímax y, sin dejar de masticar -no era chicle-, dio inicio a una tanda de agresiones: ``No sean cobardes, ponen a sus mujeres e hijos. Que sus líderes den la cara''.
14:25 horas: comenzó un sobrevuelo en el campamento el helicóptero con matrícula XC-BGC de la Policía de Seguridad Pública del estado. Finalizaron los empujones y las riñas. Había una espera silenciosa por ambos lados. El helicóptero hizo tres intentos de bajar al campamento, pero no lo logró. Sólo se pudo observar que policías tomaban fotos desde la nave.
Veinte minutos después logró aterrizar. Nadie bajó de él y volvió a despegar. Se reiniciaron los empujones y los gritos. A las 15 horas, el helicóptero intentó una vez más bajar. La neblina cubría el cerro de X'oyep, por lo que la nave regresó a su base, cerca del poblado de Polhó.
A las 15:15 los indígenas se retiraron hacia el poblado. ``Nos comunicaron que llegan más soldados y seguramente nos quieren agredir''. Diez minutos después arribaron más integrantes de Infantería. El general Jiménez, encargado de la operación, aceptó hablar con los periodistas acusados de ``haber llevado a la gente'' y les dijo: ``La gente no está en plan agresivo, sólo mal orientada''. A las 15:45 horas, 400 soldados cercaron la comunidad