La Jornada Semanal, 4 de enero de 1998



EL HORIZONTE AZTECA


Jacques Meunier


Para rendir un homenaje desde México a Georges Bataille, nada mejor que acercarnos a su fecunda relación con nuestra cultura prehispánica. Jacques Meunier traza las coordenadas del viaje de Bataille por el país de los aztecas.



En el Petit Larousse de los años cuarenta, el adverbio alegremente está definido así: ``con alegría. Ejemplo: caminar alegremente hacia la muerte''. ¿Por qué esa comicidad involuntaria que debería de tener, en el espíritu del redactor, una connotación más militar que guerrera, me ha hecho siempre pensar en Georges Bataille y en los aztecas? ¿Será porque en un diccionario usual no es común ver brutalmente asociados el orgullo, la risa y la muerte?

Los aztecas caminan alegremente hacia la muerte y se convertirán, para Bataille, en un pueblo elegido. Una suerte de referencia dionisiaca donde reencuentra a la vez a Nietzsche, Sade y Los Pieds Nickelés.* Civilización del sol y del sacrificio (no de la empresa y de la masacre), el horizonte azteca, el espíritu mexica, le parece un más allá histórico del bien y el mal. Adivina un humor negro, constitutivo del universo, que conviene a su temperamento y a su lógica. Leyendo a Torquemada, Sahagún y Prescott, sueño con esos aztecas que se afanan en el sacrificio como uno se afana en el trabajo. Visiones ebrias y sonámbulas, llenas de sangre, de flores, de moscas, de perfumes y de corazones arrancados. Nostalgia de un sistema llevado a su punto de fusión.

Bataille saca las consecuencias de una hipótesis audaz. Tal vez -todo para sus demonios futuros- no se toma el tiempo de mirar atentamente las crónicas y los codex. Tal vez exagere la nota suicida y a pesar de todo, alegre. Tal vez cante demasiado pronto la epifanía y el sentido profundo de este derroche ritual. Así pues, ¿es necesario ver consumación ahí donde, en el sentido contable del término, los aztecas hacen ``caballería''? Y Bataille, ¿no confunde el excedente, la huida por delante y el perfecto déficit?

Avanzando con saltos de 52 años, la civilización azteca va de fin del mundo en fin del mundo. Bataille se dejará seducir de inmediato por ese perpetuo todo o nada. Sobre todo porque los aztecas, en lugar de esperar a que el cielo se les viniera encima, respondían a su destino con la puesta en escena, el espectáculo y la fiesta. El voyeurismo de Georges Bataille parecía prometido a esta civilización extrovertida.

``La vida es un sueño del que uno se despierta muriendo'', reza un viejo proverbio náhuatl. Esto explica sin duda la sonrisa flotante de ciertos demiurgos precolombinos y su marcado gusto por la broma cósmica. Bataille, quien según Michel Lecamp precede ``a una suerte de lectura etnológica de su inconsciente'', es afecto a cultivar este género de correspondencias ocultas. Mantiene una relación fantasmagórica con la Weltanschauung azteca, y en vez de preguntarse acerca de su ``aztecofilia'' más valdría cuestionar su falta de entusiasmo por los incas, los mayas, los toltecas y los olmecasÉ

¿Qué es lo que según él hace la diferencia entre los aztecas y los otros? Aquí es necesario señalar que Georges Bataille no cae en el etnocentrismo habitual de los comentadores: jamás explica, por ejemplo, que los aztecas podrían compararse con los romanos, los mayas con los griegos, los toltecas con los etruscos y los olmecas a los sumeriosÉ para él, los mayas son blandos (¡como los khmers!) y los incas centralizadores, pero sobre todo les falta aquello mediante lo cual los fantasmas individuales pueden identificarse con los ritos y los mitos: el cuerpo.

La etnología personal de Bataille pasa, efectivamente, por la celebración de la risa, es decir: por el conocimiento tembloroso del universo. Por el asalvajamiento del saber. Por las imágenes conmovedoras y las ideas que no piensan. Por el matrimonio -que no tiene nada de fortuito- de la biblioteca y el matadero. Todo eso, además de la religión que circula en los gestos, lo sagrado y lo risible al fin reconciliados, el desenfreno colectivo, se ve expresado por un pueblo cuyo Maldoror se nombra Tezcatlipoca, ``el espejo humeante''. ¡Oh demonios! ¡Oh maravillas!

Bataille vuelve con frecuencia al carácter sorprendentemente feliz de los horrores aztecas. Más allá de la provocación, comprende que el sacrificio no puede juzgarse moralmente y que no se explica sino en el interior de un orden generalizado. Se queda antes que nada con el carácter resueltamente socarrón: la práctica de la alegría frente a la muerteÉ

La referencia a los Pieds Nickelés, a los chistes de Quetzalcóatl, o a Van Gogh, como acto aislado de mutilación y de sacrificio solar, constituye la parte de la locura y de la burla. Pero cada vez, señalémoslo, la referencia al cuerpo une a la reflexión y le permite a Bataille dramatizar e interiorizar la descripción etnológica. A través del cuerpo se constituye su nihilismo estético.

De esta manera, o por el olfato y la adhesión, donde el ambiente de un pueblo y su ``genio'' cuentan tanto como el detalle de las reglas de vida o el estudio en profundidad de su lengua. La norteamericana Ruth Benedict lo demuestra en El crisantemo y el sable y en Muestras de civilización. Simple encuentro bajo la insignia de Nietzsche, con la influencia de Mauss y de Métraux, no se le puede considerar un discípulo, aún lejano, de la escuela culturalista. Le basta con ser un escritor antropólogo y, en el sentido chino, un letrado.

Bataille funciona por amor a primera vista. Sus opciones son instantáneas y totales. Los aztecas -en una perspectiva así- no se comprenden sino en bloque, de una sola vez, en una sola mirada. Bataille predica el descubrimiento ``demoniaco'' de los otros y le da al espejo étnico un papel operante. Nada se produce fuera de la emoción y la resonancia íntima. En eso, hegeliano entrenado, utiliza y rebasa los datos de la etnología clásica. De una ciencia del hombre, de una técnica de descentramiento y de análisis, sólo se quedaÊcon el efecto: el choque de regreso. La gruta de Lascaux, el potlach, el vudú, los sacrificios aztecasÉ están para él a un palmo de distancia del hombre en su humanismo mullido, y a la vez son experiencias antipódicas y subversivas, personales, en el campo de lo posible.

* Aquí se evocan tres textos de Georges Bataille, que aparecen en el tomo I de sus obras completas: Amerique disparue, Les pieds Nickelés, La mutilation sacrifitielle et L'oreille coupe de Van Gogh.

Traducción: Guadalupe Sánchez Nettel