DobleJornada, lunes 5 de enero de 1998
Ha conocido las dificultades --tanto en su vida familiar como en su actividad política--, pero es optimista.
El buen ánimo de Elba Esther Gordillo, evidentemente convertida en uno de los personajes con mayor movilidad en el priísmo, no la lleva a ignorar o a minimizar los desafíos de México, en general, y de su partido, el PRI, en particular.
La senadora y dirigente del sector popular del Revolucionario Institucional hace una autoevaluación globalmente satisfactoria de sus tareas políticas iniciadas hace 29 años en el sindicalismo magisterial en Ciudad Nezahualcóyotl -``he tenido más beneficios que costos''--, pero fija sus preocupaciones e intereses en el futuro inmediato del país.
Con su famoso tono vehemente y envuelta en su habitual elegancia, la legisladora no vacila en asegurar que una vía indispensable para que México avance sustancialmente es transformar el ejercicio de la política. Proclama la necesidad de que la política se practique con ética.
Diputada federal en dos ocasiones --una por el estado de México y otra por el DF-- y senadora plurinominal desde el pasado 1o. de noviembre, Gordillo consolidó su carrera pública cuando fue elegida secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), pasando sobre el prejuicio de que una mujer no podría conducir la organización sindical más numerosa de América Latina.
Participante también en actividades preponderantemente administrativas -entre las que sobresale su desempeño como titular de la delegación Gustavo A. Madero del Distrito Federal-- y en movimientos de la sociedad civil como el Grupo San Angel y Los compromisos con la Nación, la profesora chiapaneca habla de la necesidad de un ejercicio político con ética al referirse a los cambios en el PRI.
Entre los frecuentes timbrazos telefónicos de su despacho de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), la lideresa alza la voz cuando define las modificaciones que requiere su partido:
``Tenemos que reconocer que la sociedad mexicana y los priístas, el enorme priísmo que está en el territorio, en la fábrica, en el mercado, en las amas de casa, exigen y quieren un PRI que se comprometa con sus intereses y sus inquietudes''.
Mencionada insistentemente como la segunda mujer que --luego de la también senadora María de los Angeles Moreno-- podría alcanzar el liderazgo del tricolor, Gordillo dice, sin disminuir el énfasis, que tanto los militantes del Revolucionario Institucional como la sociedad ``quieren un PRI renovado, un PRI inteligente, un PRI comprometido''.
La dirigente cenopista --quien en las élites del PRI se distingue por su pública amistad con intelectuales como Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero y Enrique Krauze-- plantea, a la hora de hablar de compromisos específicos, que su partido ``debe dar una lucha seria y frontal contra la impunidad'', y también actuar en contra de la pérdida del poder adquisitivo.
Después de afirmar, no sin irritación, que ``un país con 40 millones de pobres es para preocuparse'', reconoce: ``Yo creo que la política económica ha afectado''.
Enseguida expresa que es necesario reivindicar el quehacer político. ``Es muy importante practicar la política con ética'', añade categórica, y propone que el PRI tiene que buscar el discurso y los instrumentos que se reflejen en los hechos.
Pero también pone el acento en que otra exigencia del priísmo es el fortalecimiento de su unidad interna. Advierte: ``Un partido sin unidad no puede tener éxito''.
Consolidar la cohesión interna ha de ser uno de los objetivos inmediatos del priísmo, recalca Elba Esther Gordillo, y explica que por eso no tiene por qué ser un tema prioritario el relativo a mantener cerrados o abrir los candados que surgieron en la 17 Asamblea Nacional del tricolor sobre los requisitos para obtener candidaturas a puestos de elección popular.
En torno a la presencia de las mujeres en la política, la senadora se declara plena partidaria de que crezca tal participación. Pero hace una aclaración: no es afín al movimiento pluripartidista que se ha propuesto que las mujeres obtengan de manera permanente el 30 por ciento de las postulaciones a cargos electorales.
La ex dirigente magisterial opina que la actividad de las mujeres en la política debe buscarse no necesariamente en lo cuantitativo, sino en lo cualitativo. También deja en claro que, independientemente de los cargos públicos que ocupen las mujeres, deben luchar en la defensa de sus derechos.
Integrante de la Comisión de Equidad y Género del Senado de la República, Elba Esther Gordillo --quien a los 19 años quedó viuda en el primero de sus dos matrimonios-- comenta con entusiasmo que en la Cámara de Senadores se trabaja en diversos programas cuya finalidad es defender la dignidad de las mujeres.
Atenta y preocupada por los conflictos nacionales, la profesora Gordillo sigue de cerca lo que pasa en torno al conflicto armado que surgió en Chiapas el primer día de 1994.
Sin titubear, la política chiapaneca se declara a favor de que se cumplan los acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Orgullosa de sus hijas Maricruz y Mónica, y de que se le reconozca como una mujer bien vestida, la maestra normalista hace un balance preliminar de su vida.
Lo favorable: ``Ser una mujer conocida, realizada. Soy víctima y actora también de contradicciones, de disputas, lo sé, pero al final debo reconocer que pocas mujeres han tenido la oportunidad que me he dado, pero que también me ha dado la sociedad, me ha dado el partido, me han dado las organizaciones sociales y, muy particularmente, el sector al que le debo mucho: los maestros''.
Y lo difícil: ``Hacer frente, muchísimas veces, a una pelea personal por no perder el encanto, el entusiasmo y la voluntad de ser. ¿Y por qué digo esto? Porque a veces en la política reinan factores de los que muchos ya estamos hartos: la mentira, la simulación, la política palaciega. En estilos como el mío pues no es fácil asumirse en este juego''; su gran aspiración es una política en que esas prácticas sean desterradas.
Le recordamos que cuando recientemente fue presentado el libro Fin de siglo, fin de ciclo, Alfonso Zárate -quien junto con Cosme Ornelas es autor del título-- se dirigió a ella y le deseó la realización de su sueño. ``El se refería -explica la senadora-- a que normalmente en esto se sufren momentos de decepciones, cuando una cree que da confianza y lo que recibe es lo contrario. Eso se da mucho en este mundo político. Entonces, una sueña con que algún día la política tome la dignidad humana esencial que se requiere. Una sueña en que la política no sea equivalente a denostación a corrupción, a simulación. Ese es el sueño que queremos hacer realidad''.