Octavio Rodríguez Araujo
Problemas de interpretación

Por increíble que parezca, a cuatro años del levantamiento zapatista todavía existen en los medios priístas-gubernamentales interpretaciones fantásticas sobre las razones de la rebelión en Chiapas y, en consecuencia, sobre las políticas a seguir en ese estado. Habría que preguntarse hasta qué punto esas interpretaciones son las que han influido en la estrategia que ha seguido el gobierno y si esta estrategia es compartida por el Ejército federal.

Como en la novela de John Le Carré (El sastre de Panamá), un grupo de diputados priístas, encabezado por Ricardo Monreal, arma una interpretación conspirativa asociada al 31 de diciembre de 1999, fecha en que Estados Unidos entregará el Canal de Panamá a los panameños y relaciona este hecho con los antecedentes conspirativos internacionales en torno al Istmo de Tehuantepec, los intereses petroleros en el sureste mexicano y las riquezas de Chiapas. De aquí, el grupo de priístas deriva y sugiere que Marcos es financiado por intereses extranjeros que se disputan el control de la región, para desestabilizar al gobierno mexicano, para desprestigiar al PRI y para desplazarlo en favor de otras ``fuerzas políticas dispuestas a cooperar con los intereses que realmente se encuentran detrás de la disputa por Chiapas'' (El Financiero, 7/1/98).

Para los priístas encabezados por el diputado Monreal el movimiento zapatista no tiene nada que ver con la situación de los indígenas chiapanecos, sino con intereses inconfesables que quieren apoderarse de las riquezas del sur y sureste de México. Esto es, se trata de una conspiración de grandes intereses internacionales por dominar la zona y restarle soberanía al país.

De manera parecida se ha estructurado el razonamiento estratégico del Ejército Mexicano, con matices relevantes sobre el papel de los tecnócratas en el gobierno.

En tiempos del gobierno de Salinas el Ejército Mexicano interpretaba el levantamiento zapatista como una conspiración de fuerzas e influencias diferentes para mermar la soberanía de los países latinoamericanos y en particular de México. Vale recordar que para el Ejército soberanía es territorio, como lo confirma el análisis del general Rivas Peña sobre las supuestas exigencias de ``los transgresores'' (Proceso, 4/1/94, p. 9). Este concepto de soberanía, relacionado con la integridad del país, de la patria, es compartido por quienes encabezan ahora la Secretaría de la Defensa, como nos los recuerda Ibarrola, vocero de las fuerzas armadas en El Financiero (ver ejemplar ya citado). Pero, además, este nacionalismo no es, en opinión del Ejército, compartido por los civiles tecnócratas del gobierno ya que en ``Harvard, Yale, Oxford... no enseñan, no pueden enseñarles, el amor a la patria, el sacrificio y la vocación de servir a quienes más lo necesitan'' (Idem).

Tendríamos entonces una misma interpretación sobre el carácter conspirativo del levantamiento zapatista, pero dos objetivos distintos para no dejar avanzar en sus demandas al EZLN: un objetivo supuestamente nacionalista (en la interpretación de que el EZLN es financiado por intereses extranjeros que se quieren apoderar de las riquezas del sureste mexicano), que defenderían el Ejército Mexicano y los diputados que encabeza Monreal, y el objetivo de los tecnócratas que no aman a la patria ni tienen vocación de servicio para quienes más lo necesitan, es decir el objetivo de disponer las riquezas del país en favor de los mercados en la lógica de la inserción de México en la globalización económica.

El gran problema es que quienes están en posibilidades de resolver el conflicto en Chiapas, garantizar la paz, lograr negociaciones positivas y retornar a la gobernabilidad ahora perdida, no quieren salirse de su esquema de interpretación, a todas luces demencial, y razonar en el marco de un esquema mucho más simple y fácil de constatar: que el EZLN tiene el apoyo de los pobres y más explotados de México y de otros países, y de ninguna manera de los dueños del dinero, mientras que el gobierno tiene el apoyo del FMI, del Banco Mundial, del gobierno de Estados Unidos y de los grandes capitalistas para continuar su política en contra del EZLN y de los pobres de México.