Carlos Marichal
Retórica empresarial y realidad popular

Existe un sorprendente consenso entre las declaraciones de voceros del gobierno, del alto empresariado nacional y representantes de la banca internacional acerca de las perspectivas de crecimiento para la economía mexicana en 1998. Casi todos ofrecen estimaciones de un aumento del producto interno bruto de entre 5 y 6 por ciento, fincado sobre un incremento sostenido de las exportaciones y de las inversiones extranjeras. Se trata claramente de una campaña publicitaria para levantar los ánimos de los inversores: hay que vender México como buena mercancía globalizada.

Sin embargo, es patente que para la microeconomía de las grandes mayorías de la población nacional el panorama sigue siendo desalentador. La precariedad en el empleo, la caída en los salarios reales, la falta de crédito y las dificultades para sobrevivir que enfrentan decenas de millares de pequeñas empresas y millones de individuos son testimonio de un profundo malestar en la economía mexicana. El contraste entre la retórica de los grandes empresarios y la cruda realidad popular no puede esconderse.

Un ejemplo individual de las penurias que siguen sufriendo las clases populares basta para ilustrar el punto. Un albañil, casado y con cuatro hijos, encuentra en estas navidades que su empleo sigue siendo tan irregular y su salario tan bajo en la capital que no puede mantener a su familia. Como tantos miles más, regresa a su pueblo natal y deja su mujer e hijos a cargo de su anciana madre. Al poco tiempo, él parte para Estados Unidos. Su hermano, que ya está en el país vecino, le proporciona los mil 500 dólares que cobra el coyote por lanzarlo al peligroso cruce a través de la frontera.

La razón por la cual este albañil, al igual que tantos otros trabajadores, está dispuesto a arriesgarse a emigrar, radica en el abismo creciente entre costo de vida y salario. El pagar la renta, los alimentos, los útiles escolares, la ropa y zapatos, el gas, luz y el transporte ya no es posible para franjas enormes de la población. Y si a ello se agregan los gastos médicos que han avasallado a tantas familias en este invierno, se trata simplemente de un problema de sobrevivencia.

Existe, por lo tanto, una notoria contradicción entre las cifras que eligen proyectar el gobierno y las organizaciones empresariales, y otros datos todavía más concretos y crudos de la realidad económica y social que experimenta la sociedad en su conjunto. ¿Porqué no se dedican los medios masivos y destacar la realidad de la pobreza y se limitan generalmente a transmitir los sueños de una riqueza que solamente está al alcance de una minoría? La razón, evidentemente, es que no hay voluntad entre gobierno y empresarios para considerar aumentos de salarios que realmente garanticen un nivel de vida decente a las grandes mayorías. Eso, aparentemente, va en contra de los principios de la nueva religión del neoliberalismo y sus sacerdotes. Mientras tanto, hay que tener mucho cuidado con creerse los numeritos tan bonitos que se están publicitando sobre la economía mexicana pues, en efecto, hay otros números mucho más desagradables que hablan de otra realidad más profunda.