Juan Angulo Osorio
Un millón de ciudadanos al Zócalo
La matanza de Acteal trajo al primer plano, de modo trágico, las responsabilidades del Estado nacional hacia los pueblos del sur, sometidos a élites locales que se han distinguido por gobernar con la violencia y la represión.
Hasta ahora estos grupos han recibido todo el apoyo del Estado, y aquí radica uno de los principales lastres de la transición.
Por eso, la llegada de Roberto Albores Guillén a la gubernatura de Chiapas no alienta esperanzas de un cambio de fondo, pues representa los mismos intereses que están detrás de la violencia política en aquel estado. En medio de la tormenta, esa sustitución demuestra que los gobernantes del PRI todavía no sienten que su poder se deba al apoyo ciudadano, y que tengan que responder a éste.
Otro ejemplo de este anacronismo del régimen lo encontramos actualmente en Guerrero, donde los políticos priístas se desviven por quedar bien con Rubén Figueroa y con los militares. Creen que en ese poder, y no en el voto de los ciudadanos, se encuentra su futuro político. El nuevo presidente estatal del PRI, Raúl González Villalva, y el secretario general, Héctor Vicario Castrejón, son figueroístas de primera línea. Lo es también el recién designado presidente del PRI en Acapulco, César Flores Maldonado, y el nuevo contralor estatal Celestino Baylón. Además, todos los precandidatos a gobernador por ese partido buscan el respaldo del ex gobernador.
En cualquier país democrático, los políticos que dependen de las urnas tratan de limpiar su pasado, de pintar su raya de hechos que han causado el repudio de la sociedad. No en balde Felipe González perdió en España cuando no pudo convencer de que su gobierno nada tuvo que ver con la guerra sucia contra ETA.
Pero a los priístas guerrerenses no les preocupa el recuerdo de la matanza de Aguas Blancas, a la que se ha señalado en estos días como antecedente de la de Acteal, y también al entonces gobernador de Guerrero como uno de los más grandes ejemplos de la impunidad, el patrimonio más preciado del régimen que aún nos domina.
Por eso está muy bien que el doctor Arnoldo Kraus y el pintor Gabriel Macotela nos convoquen a poner el acento en lo que podemos hacer los ciudadanos. Me estoy adelantando a la marcha de este lunes 12 en la ciudad de México, pero creo que está faltando la gran movilización. Debiera ser posible que ante el horror de Acteal, reaccionemos de un modo pacífico y ordenado para distinguirnos precisamente de quienes han erigido su poder con base en las matanzas y los asesinatos políticos, y la corrupción que aceita las complicidades. Esa gran movilización pluripartidista y pluriclasista pudiera ser la que aglutine en la capital del país a un millón de ciudadanos mexicanos que den cuerpo al clamor por la erradicación de la violencia como método para ``resolver'' los problemas sociales y políticos.
En las filas del régimen prevalecen políticos que son capaces de cualquier barbaridad para mantenerse en el poder. Algunos sueñan incluso con ser las caras civiles de una Junta militar. Su relación con el segmento guerrerista de los militares es muy fluida. Aparecen siempre como los defensores de la fuerza armada, cuando lo que quieren de ella es que proteja intereses espurios. En ningún libro de los clásicos de la ciencia política más que en los manuales de contrainsurgencia de la CIA, se dice que el monopolio de la fuerza por parte del Estado sea para aplicarla contra su propio pueblo.
La partidización del Ejército como de la PGR es ya uno de los principales obstáculos de la transición a la democracia. Tal vez ésta sea a la larga indetenible, pero la movilización ciudadana puede acercarla y hacerla menos costosa. Un millón de mexicanos en el Zócalo de la ciudad de México en algún día de marzo, abril o mayo pueden aislar a los grupos del régimen que siempre están prestos a ejecutar nuevos Acteales; pueden dar fuerza a quienes dentro del Ejército están molestos por el desprestigio de la institución; terminarán por convencer a todos los medios de comunicación para que se pongan del lado de la sociedad, como corresponde a su función; tal vez demuestren a los empresarios que el desarrollo económico de México depende del avance de la democracia y del desmantelamiento del viejo régimen autoritario; quizá para entonces estemos abriendo paso a la reincorporación del EZLN y del EPR a la lucha política, cobijados por una movilización ciudadana que hará inviable la guerra sucia, pues tendrá la fuerza suficiente para llevar a la cárcel a quienes la practiquen.
(Una tarea para el procurador Madrazo: ver todas las tardes de una semana la película Mississippi en llamas).