La Jornada sábado 10 de enero de 1998

Fernando Benítez
La misma historia

San Cristóbal de las Casas es un lugar donde se mantienen intactas las costumbres de la Colonia. San Cristóbal ha sido la metrópoli de los indios, del alcohol y de los enganchadores. Las fortunas de sus pocos ricos se han logrado acumular embriagando a los indios y enviándolos por generaciones a las fincas de la montaña o a las de la Tierra Caliente en el Soconusco. La irrupción del movimiento zapatista trajo a millones de indios la esperanza de un cambio.

El Soconusco es una de las regiones más fértiles de Chiapas y ahí, por añadidura, los indios han sido tratados como esclavos. Estas dos circunstancias determinaron que desde el siglo XVI los españoles lograran en poco tiempo acumular enormes fortunas.

Ya desde tiempos de los emperadores aztecas, el Soconusco exportaba a Tenochtitlán plumas de quetzal para ornato, corona y vestidos de la nobleza; de pájaro real, ave del paraíso y colibríes; de modo que el Soconusco tenía su música propia y el encanto del aire perfumado. Exportaba también cacao, que servía de moneda y se bebía como una aproximación al actual chocolate.

Durante la Colonia, la región vivió un progreso en la agricultura. Proveía en abundancia productos indígenas como maíz, frijol y chile, además de otros nuevos como ajonjolí, tabaco, vainilla, caña de azúcar, algodón, peces y aves de corral; pero el producto de exportación principal seguía siendo el cacao. Algunos terrenos secos de la costa eran aptos para la crianza de la cochinilla, sobre los nopales y otras cactáceas que abundan en estado silvestre. La época del adorno con las plumas de quetzal había terminado.

Atraídos por su riqueza, a fines del siglo XIX y principios del XX llegaron al Soconusco empresarios extranjeros, alemanes principalmente. Ante el auge del café y la instalación del ferrocarril, los alemanes emplearon capitales y fundaron fincas bien resguardadas; sus jornaleros iban a San Cristóbal el día de mercado a enganchar a los indios. En la plaza mayor, los enganchadores se sentaban frente a mesas llenas de centavos y monedas de plata. Hasta ahí acudían los indios en busca de trabajo y les decían: ``Hay mucho trabajo para tí y bien pagado. Y para celebrar el trato tómate una copa de posh --aguardiente-- que no te costará nada''.

Los enganchadores sabían que si un indio tomaba la primera copa, seguiría con muchas otras hasta caer en el suelo borracho perdido. Se dio el caso de un indígena inconsciente al que amarraron un perro a la cintura y al día siguiente, al despertar, le dijeron: ``Tu compraste este perro en tres pesos y ahora debes pagarlo''. El pobre indio respondía: ``Yo no recuerdo haber comprado ningún perro, por borracho que estuviera; además, no tengo con qué pagarlo''. Pues ``trabajarás en la finca y ganarás buen dinero'', añadían los enganchadores.

Los finqueros pagaban bien, pero le descontaban al campesino no sólo los tres pesos --con el pretexto del perro o cualquier otro-- sino la comida y el vestido de manta, de modo que al cabo de un año, después de duros trabajos, lograban reunir hasta 500 pesos. En el camino de regreso a casa muchas veces los seguían los vendedores de posh y como no podían resistir la tentación, se emborrachaban. Llegaban a su casa con escasos 300 pesos que aliviaban su miseria por un corto tiempo y volvían a engancharse en las fincas. Tal era su triste destino.

El Soconusco era el mismo de ahora: el reino de la abundancia y el reino de la infamia. El estilo de esclavitud impuesto en Chiapas, no es de ayer. Es una realidad de nuestros días que afecta a varios millones de indígenas no sólo chiapanecos. En la reciente masacre de Acteal, no se puede hablar sólo de pugnas intercomunitarias o de carácter religioso, aunque los agresores se aprovechen de ellas. En Chiapas hay una larga lucha en contra del cacicazgo priísta. Este cacicazgo es el que se encarga de armar a los grupos paramilitares nutridos por los mismos indios desarraigados y explotados.

Siempre se ha reprimido con fuerza a los grupos indígenas que han hecho una resistencia activa a su condición de esclavos. Eso no ha cambiado desde hace siglos. Sólo que ahora existe la modalidad de propiciar que los indios se maten entre sí, con base en tácticas de contrainsurgencia aplicadas en Centroamérica y que llevaron a un callejón sin salida en su momento. Los indios, sus mujeres y sus niños, expulsados de sus cabañas por los paramilitares, vagan por las calles en busca de un refugio.

Mojados por las intensas lluvias, casi desnudos, sin comer, debían detenerse para cavar con sus manos un agujero donde enterrar a sus niños muertos por hambre o enfermedad.

El presidente Ernesto Zedillo y el secretario de Gobernación, Francisco Labastida, han prometido dar a los desplazados medicamentos, víveres y recursos para que vuelvan a sus lugares de origen, enfatizando que el Ejército Federal no atacará al EZLN en sus montañas.

Sin embargo, el Ejército ha llegado al territorio de Marcos. ¿Por qué tantas contradicciones?

¿Qué hubo detrás de la agresión en Acteal y la presencia de tanta tropa en Chiapas? Quizá la intención de provocar una reacción zapatista que los llevara a la ofensiva y entonces lanzar al Ejército a la devastación del EZLN.

De ser así, los zapatistas no han caído en la trampa --por fortuna-- y siguen a la espera de una opción de paz con dignidad.