Retiraron retenes ante la presunta visita de Albores a desplazados, pero nunca llegó
Hermann Bellinghausen, enviado, Polhó, Chis., 9 de enero Ť Roberto Albores Guillén hizo creer (quizá creyó) que visitaría hoy esta cabecera municipal autónoma.
Pero los planes tuvieron que cambiar. Si bien el secretario de Salud presentó en la capital chiapaneca el Programa Emergente para la Atención de los Desplazados, y algunos miembros de la Cocopa estuvieron en esta presentación, el hecho es que ninguno de ellos viajó finalmente hacia el municipio de Chenalhó. No sólo eso, más tarde, mientras Albores se entrevistaba con el obispo Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas, el jefe de la Séptima Región Militar tomaba otro tipo de iniciativa desde Tuxtla Gutiérrez y anunciaba denuncias y medidas espectaculares contra el obispo Ruiz García el día de mañana.
Así, mientras el sustituto del exgobernador Ruiz Ferro intentaba influir en el curso de los acontecimientos en el estado de Chiapas, el Ejército federal seguía avanzando sobre las comunidades zapatistas en distintas partes de la zona de conflicto.
Miembros del Ejército retiraron ayer el retén que habían
instalado en la carretera Altamirano-Ocosingo.
Foto: José Carlo González
En tanto, aquí en Polhó se anunció que el municipio autónomo no recibiría la anunciada ayuda gubernamental que habrían de repartir los nuevos funcionarios que intentan, desde ayer despachar en el palacio de gobierno de Tuxtla Gutiérrez.
El olor del sitio
La sobrepoblación de las laderas y planicies de Polhó ha creado nuevas distancias. Colonias de casas de plástico, apiñadas en una ladera que hasta hace poco era milpa o pastizal de borregos. De pronto, 5 mil nuevos habitantes, más el millar ya existente, cambian la textura del lugar, su densidad humana y su dramatismo. Escasea todo.
``Alcanza para poco, pero para todos tenemos igual, algo'', dice un representante del Concejo Municipal que no necesariamente espera al nuevo gobernador Albores, a la Cocopa y al secretario de Salud, cuya visita se anunció para hoy.
``Eso dice la radio. A nosotros no nos avisó nadie'', agrega, incrédulo, el hombre, que evita presentarse como vocero.
Como sea, el cerco militar de los días recientes se retiró. No iban a encontrarse los de comitiva tan importante en escenario tan de a tiro de guerra como el que tenía Polhó. Da mal aspecto.
Un severo retén de oficiales del Ejército federal y agentes muy activos de la Judicial Federal, a un centenar de metros controla el acceso a la cabecera municipal autónoma de San Pedro Chenalhó.
Pero, de momento, en el pueblo están solos los indígenas. Rodea por fuera, sobre la carretera y sus cunetas, un inevitable olor a excremento humano. La mierda que dejan los que pasan alrededor, mientras habitantes, desplazados y algunos miembros de las ``temibles'' ONG y organismos civiles, cavan letrinas y construyen fosas sépticas en las sobrecargadas tierras de Polhó. Para oler adentro como les dejan oliendo afuera sus sitiadores.
Un helicóptero pegado a los cerros da un vuelo, también en rededor. El miembro del consejo haciendo una visera con la mano para ver al cielo limpio, dice:
``No es ese goberandor que dicen. Son los mismos agentes de siempre''.
Se han vuelto aquí expertos en sobrevuelos. Ya identifican los rastreadores de cada noche, las avionetas civiles y las de quién sabe, pero sobre todo la variedad de helicópteros. Son parte de su crispada cotidianidad. (O de la amenaza sostenida y sorda como una forma de tortura colectiva).
Llega una gran Suburban, típicamente translúcida, llevando a bordo al ex jefe de la policía Judicial de Distrito Federal, Luis Roberto Gutiérrez Flores. El oficial, con la llegada del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas quedó sin cargo. Ahora viene a darse una vuelta hasta las orillas de Polhó, y en el retén, los agentes allí destacados le rinden parte.
Desde un lado en Acteal, y del otro en Yabteclum y Las Limas, el Ejército federal vigila Polhó. La gran escuela primaria de Yableclum está convertida en campamento militar. ¿Cómo se llama cuando las escuelas se vuelven cuarteles? Lo mismo ocurre en Acteal semidesierto, en Las Limas, y tantas escuelas para niños de la doliente geografía chiapaneca.x