Angeles González Gamio
Perla gigantesca

Resplandores nacarados, como de fina perla, deslumbran al pasar enfrente del Hemiciclo a Benito Juárez, en la recién remozada avenida Juárez que ahora luce amplias banquetas, jardineras, bancas, esculturas y la reproducción del mural ``Sueño de una tarde dominical en la alameda central''. La razón del deslumbramiento es que se acaba de terminar una magna obra de limpieza y preservación del monumento al Benemérito, que mandó edificar su paisano Porfirio Díaz, mediante el cual volvieron a relucir sus mármoles y bronces.

El autor de dicho trabajo fue Julián Arce, magnífico mexicano que tiene una empresa dedicada a esas labores en todo el mundo, y que periódicamente regresa a su patria para limpiar gratis algún monumento público. Ahora le tocó a don Benito, a quien había intención de hacerle un mausoleo desde la época de su fallecimiento. Originalmente se colocaría en el paseo de la Reforma, posteriormente se optó por la plaza de Santo Domingo, pero finalmente nada se hizo, hasta que Díaz lo mandó realizar para inaugurarlo durante las célebres fiestas del Centenario de la Independencia.

Esto coincidió con la creación, en 1905, de la Comisión Nacional para conmemorar el centenario del natalicio del prócer oaxaqueño; entre otras actividades se convocó a un concurso para recibir diversas propuestas del monumento y se integró un jurado con los arquitectos Nicolás Mariscal, Antonio Rivas Mercado y el ingeniero Manuel Velázquez de León, el cual falló en favor del proyecto del arquitecto Guillermo de Heredia.

En noviembre de 1909 se iniciaron los trabajos de la cimentación de concreto, y meses después la colocación de mil 620 bloques de mármol, que conformaron el elegante hemiciclo. El costo total de la obra que dirigió el ingeniero Ignacio León de la Barra fue de 229 mil 438 pesos. La ejecución arquitectónica fue realizada en Italia por Zoccagno y la escultórica por Lazzaroni, demostrándose una vez más la profunda predilección de Porfirio Díaz por los arquitectos y artífices italianos; baste recordar a Adamo Boari en Bellas Artes y el Palacio de Correos, y a Silvio Contri en el Palacio de Comunicaciones.

El monumento a don Benito se erigió en el lugar en donde se encontraba el Kiosco Morisco, que a partir de 1910 se ubica en la Alameda de Santa María la Ribera. Con el arreglo que hizo el experto Arce, se garantiza su conservación por lo menos en los próximos 20 años. ``Las piedras son seres vivos que necesitan cierto aire y humedad'', ha dicho don Julián, por lo que sus tratamientos para limpiarla y preservarla les permiten ``respirar''; se incluye cubrirlas con toallas y cubiertas de polietileno a alta densidad, aplicando carbonato de cuarzo como conservador.

Ahora resplandece en la avenida que se pretende llamar ``Paseo Juárez'', que ya muestra los arreglos mencionados, en espera de que se lleve a cabo el debatido proyecto Alameda, que iba a iniciarse hace seis años y continúa en palabras y papeles. Buen signo es la demolición del gigantesco edificio de Seguros América que rodea la bella iglesia de Corpus Christi, que ya está siendo protegida para evitar que sufra mayores daños. En su interior conserva un hermoso mural de Miguel Covarrubias, que pintó cuando el antiguo templo religioso se convirtió en Museo de Arte Populares. Curiosamente ese convento fue de las indias caciques, hijas de los nobles indígenas, madres de nuestro arte popular, el auténtico heredero del arte prehispánico.

Este lindo ``Paseo Juárez'' desemboca en la antigua avenida San Juan de Letrán --hoy Eje Central--, precisamente donde comienza la distinguida avenida Madero, llena de historia, bellezas arquitectónicas y riquezas comerciales y gastronómicas. En esta añeja vía, cotidianamente nacen y mueren negocios. Hace unos meses en el número 23 surgió un nuevo café de chinos: Hao Mei, igualito que los demás de su género en lo bueno y lo malo: bisquets razonables, menú enorme, malón pero baratísimo. Es una buena opción si lleva varios adolescentes voraces.

Para el disfrute nocturno, Alejandro Limantour, Teddy Choucke y Alejandro del Olmo abrieron La cantina del conde, en el número 26, con una decoración muy contemporánea y buena música. Al mediodía tienen comida corrida de bajo precio. El edificio pertenece a la familia de Limantour y es uno de los más bellos en estilo romántico; probablemente lo hicieron sus antepasados cuando colaboraban de manera prominente en el gobierno de Porfirio Díaz, época en que tuvo su auge dicha moda arquitectónica.