La Jornada Semanal, 11 de enero de 1998
Despertar
banderas de niebla
y pájaros extraviados
y ver el cuarto como una jaula
entre una mano que despierta
y un gris todavía dormido
entre la esperanza de ser otra cosa
y la realidad de ser humano
¿otra cosa?
podríamos ser
que no fuera un sueño
tal vez un templo
perdido en el corazón de la selva
un abrigo olvidado en el guardarropa
una puerta que se abre y no se cierra
un muro blanco al sesgo de la noche
algo -o alguien- que se pierde
y aparece en el pico de oro
del martín pescador
pero a quién le importa ser
nuevas plumas
palabras inauditas
o despedidas sublimes
si las piedras vivas se abren
a nuestras canciones
sólo por escuchar
por recibir algo
en cambio.
y no es mucho lo que piden
como cajitas con música adentro
``es usted un ángel''
``gracias por acordarse de mí''
``mucha suerte''
Mas de pronto
y surge una inmensa ola de noche
desde el fondo del mar
borrando no sólo la playa
no sólo nuestras conversaciones
y nuestra conciencia de ser
sino borrando
el mar el cielo
el acto mismo de borrar
guerra sobre los hombros
paz en la tierra
todo se ha ido
de los barcos pescadores en altamar
``i punti luminosi...''
todo idéntico ante esa ola densa
el derecho a la incertidumbre
a la auora y los desechos
propios de un siglo de bruces
entre una mujer en ascuas
y una muchedumbre de palabras
la pedacería insensata
por un golpe de viento
entre la arena
y el mar
los pájaros que bajan a comer
de puntas agudas
no soles caídos
ni semillas del otro mundo
ni restos esparcidos de la jaula de oro
sino sólo lágrimas
de un orden más
de un orden más
de un orden más
espiral de vuelta