La Jornada Semanal, 11 de enero de 1998
Ahora, en lo más espeso de esta sombra
que me rodea y en mí nace,
desgarrado el bonete de cascabeles,
reseca y quebradiza la palabra,
la alegría como una estrella extinta
y apenas ``dos centavos de esperanza'',
me compadezco de mi vida
de una manera altamente minuciosa.
Reconstruyo casi todos los pasos,
los tres aciertos (tal vez, cinco...)
y el tumulto de lo equivocado;
pienso en los seres amados
y en los que me han perdonado
y hasta querido en algunos momentos de oro;
en tantas y tan fatigosas expulsiones,
pérdidas del autobús
y desencuentros con
la vida y el tiempo.
Me duelen muchas cosas:
``el corazón y el sombrero'',
``lo que pudo haber sido y no fue'',
los ninguneos...
especialmente el autoninguneo
practicado de forma casi psiquiátrica
en el diván de mis duermevelas
de las seis de la mañana,
bajo este nuevo desasosiego
que debía importarme un carajo.