La Jornada 12 de enero de 1998

Denuncia el edil de Altamirano agresión militar a mujeres indígenas

Hermann Bellinghausen, enviado, Altamirano, Chis., 11 de enero Ť ``Ellos (los soldados) son la autoridad aquí del municipioc'', dice, casi abrumado, Rogelio Santiz Méndez, nada menos que el presidente municipal constitucional de Altamirano. No es una metáfora cruel sino la expresión precisa de lo que está ocurriendo

ahora con la autoridad civil y constitucional en Chiapas, la que legitima al Estado, y que éste reconoce como legítima.


Las mujeres, presentes en la protesta por la presencia del Ejército
Mexicano en Altamirano.
Foto: José Carlo González

Al mismo tiempo que habla brevemente con los reporteros, Santiz Méndez ayuda a acomodarse en una vieja pick-up a las 13 mujeres y una niña de 7 meses, heridas por los soldados del Ejército Mexicano en la comunidad 10 de Mayo el pasado día 9.

-Este es el producto de la labor social que hacen: golpean a la gente y maltratan a los niños, agrega Santiz, viendo que con todo y acompañantes y niños, las mujeres no van a caber.

-Mañana enviaré una denuncia al gobierno del estado, Cocopa y Conai. Estoy totalmente en desacuerdo con lo que el Ejército está haciendo en las comunidades.

El presidente municipal, perredista, se interrumpe para dar instrucciones en tzeltal a las mujeres, quienes por más que se apretujan en la caja de la camioneta, no caben.

Al mismo tiempo que el presidente municipal recoge del hospital a las mujeres para llevarlas a su comunidad, protegiéndolas con su investidura, en la plaza de esta extraña población desgarrada se efectúa un mitin.

Varios cientos de hombres y mujeres, tzeltales y tojolabales, provenientes de las más de 40 comunidades que se agrupan en el municipio autónomo 17 de Noviembre, realizan un plantón de protesta.Unas quince de esas comunidades han sido hostigadas o agredidas durante incursiones del Ejército Federal.

Se trata de las siguientes: Morelia, 1o. de Enero, 10 de Abril, 10 de Mayo, Nueva Esperanza, Ocotal, San Pedro, Lucio Cabañas, Gabino Barrera, San Miguel Yalchiptic, La ilusión, Jalisco, 20 de Noviembre y rancho El Dorado.

Un enjuto campesino tojolabal, de aspecto por demás sencillo, dice al micrófono:

-Los soldados nunca acaban de golpear y solapar. Es dinero de la nación el que se están gastando para armas contra nosotros.

A sus espaldas se descarapela una pinta gubernamental que llenó los muros del estado durante la gestión de Julio César Ruiz Ferro: ``1996: año de la paz y la reconciliación en Chiapas''.

Las madres de 10 de Mayo

A María Guzmán, la piedra que le arrojó un soldado, le pegó en la nuca y la derribó encima de Francisca, su hija de 7 meses, a quien traía en los brazos. María no llegó a perder el conocimiento, pero Francisca sufrió una pasajera conmoción y pasó vomitando todo el día siguiente.

Otra mujer fue golpeada en el vientre con el cañón de un arma, y dos días después aún lo tiene inflamado. Por eso viaja en la cabina y no en la caja de la pick-up, donde el edil Rogelio Santiz la conducirá de regreso a 10 de Mayo. ¿Es casualidad que la población elegida por el Ejército Mexicano para golpear madres e hijos se llame 10 de Mayo? ¿Quién está haciendo que esta historia inverosímil se cumpla en la vida real? Ya ni la burla perdonan.

El ``nuevo centro de población 10 de Mayo'', como se le llama propiamente, se estableció después de 1994 en unas tierras que formaron parte del rancho Nueva Vista, antes propiedad del ganadero Héctor Culebro. Próximo a la comunidad de Ocotal, 10 de Mayo fue fundado por hijos de los peones tzeltales que laboraban en el mismo rancho. Se encuentra a 20 kilómetros del centro de Altamirano, y allí, el jueves 9 de enero ocurrió lo siguiente:

A las 10 de la mañana apareció en una columna de soldados en las proximidades del centro poblacional primero a orillas del camino, y luego blolqueándolo. Después se retiraron, menos dos que permanecieron fotografiando a la comunidad y sus habitantes.

Una hora después llegaron 10 vehículos cargando tropa, seguridad pública, policía judicial y otros uniformados que los testigos no pudieron identificar. Según las mujeres de 10 de Mayo, acompañaban al destacamento cuatro priístas de la comunidad La Laguna, donde en la última semana han estado estacionándose los convoyes militares.

Todas las señoras reconocieron a Francisco Jiménez Morales, Antonio Aguilar Sánchez, Alejandro Guzmán Sánchez y Arturo Pérez Aguilar, quienes venían, evidentemente como delatores, seguramente para señalar casas y personas, como lo han hecho otros priístas en Ocotal, Morelia y San Pedro Guerrero.

Medio centenar de mujeres, acompañadas de sus hijos, se dirigieron a los soldados, y les preguntaron que a dónde iban. María Guzmán asegura que lo hicieron con respeto.

-Entonces fue que golpearon-, dice.

Mientras las mujeres eran atendidas en el hospital de San Carlos, hicieron un relato pormenorizado de los hechos, que es claramente confirmado por ellas, mientras abordan la pick-up que habrá de conducirlas de regreso.

Los soldados y policías traían consigo palos de diversos tamaños, y un camión lleno de piedras, además de sus armas de fuego. No dieron ninguna explicación. Simplemente las atacaron diciéndoles: ``pinches indias malditas, qué hacen en el camino'', ``pinches indias culeras'', ``el gobierno nos mandó, y vamos a pasar, chorreadas hijas de su puta madre''.

Según todos los testimonios, les echaron encima un camión, les arrojaron piedras, las apalearon, las patearon, tomaron a algunas de los cabellos y las azotaron contra el piso, les pisaron pies y piernas con sus botas.

Una mujer, en la pick-up, imita el movimiento de un culatazo. Las acorralaron en un barranco; por lo menos una de ellas se cayó, y las amenazaron con violarlas.

No omitieron los atacantes apedrear a los niños en brazos de sus madres, los golpearon con garrotes e intentaron repetidamente arrebatárselos. Una mujer, operada recientemente de un quiste de ovario, perdió el conocimiento, y su agresor disparó muy cerca de su cuerpo, ``para que se levantara''.

Las mujeres y niños que caían al piso eran obligados a incorporarse a punta de culatazos. Otra mujer, próxima a parir, fue picada en el abdomen con el cañón de un fusil, hiriéndole la piel. Otra embarazada tenía severamente hinchados el pie y la pierna izquierdos, de los golpes que recibió.

En total, hubo un saldo de 16 mujeres y 9 niños de brazos con lesiones. Además de Francisco, otro menor de un año perdió el conocimiento por un golpe en la cabeza. Dos mujeres recibieron heridas profundas también en la cabeza.

Según relataron después a los observadores de paz que acudieron después del ataque, las mujeres se habían defendido con piedras y palos, lo que según ellas les permitió salvar la vida. Horas después, seguían con miedo de salir del poblado, por temor a ser atacadas en el camino por los priístas o los soldados.

Trece mujeres y varios niños fueron conducidos al Hospital de San Carlos, aquí en Altamirano, donde recibieron atención médica. Ellas refieren que, cuando los soldados se percataron de lo golpeadas que estaban algunas, les ofrecieron la atención de un médico militar que los acompañaba, sin por ello dejar de atacarlas. En vez de aceptar ``la ayuda'', echaron a correr hacia el pueblo.

El verdadero problema

Concluye el mitin de los indígenas en la plaza, y el presidente municipal Rogelio Santiz consigue al fin un segundo vehículo para trasladar a la gente de 10 de Mayo.

Interrogado sobre su relación con el municipio autónomo 17 de Noviembre, con cabecera en el vecino pueblo de Morelia, el edil constitucional responde:

-Con ellos no tenemos problema. La relación es buena. Con quien no se puede es con el Ejército Mexicano. Ellos hacen lo que quieren, nunca me avisan ni consultan.

Su rostro refleja dolor, angustia e indignación. Postulado por el PRD, Santiz Méndez ganó las elecciones de 1995.

Ocupa el Ayuntamiento, remozado, de esta localidad. Ese cuya imagen fue famosa en enero de 1994, cuando era parcialmente demolido por el EZLN. En esos tiempos simbolizaba el poder ininterrumpido del PRI y los caciques, que no obstante la abstención de las comunidades zapatistas (se dice que mayoritarias en el municipio), no pudieron derrotar a Rogelio Santiz en los comicios oficiales.

Altamirano es a la vez un cuartel militar (la población de soldados es la principal fuerza económica de la cabecera municipal); un reducto de comerciantes priístas, y campesinos, también priístas, que abandonaron sus comunidades después del alzamiento zapatista, fueron acogidos entonces por los ganaderos y hoy reciben la protección del Ejército Mexicano con el cual, a su vez, colaboran.

Pero es, en primer lugar, una población cuya mayoría de electores eligió al PRD, para su gobierno municipal.

Rogelio Santiz Méndez, en el centro del huracán, hace lo que puede. De las comunidades del municipio autónomo, afirma:

-Son campesinos que no están armados. Desde 1994, no han causado ningún problema de violencia.

Y de la situación imperante, expresa un compromiso:

-Como municipio constitucional, vamos a exigir que salga el Ejército Mexicano de las comunidades.