Hoy como hace cuatro años un acontecimiento traumático, la matanza en Acteal el 22 de diciembre pasado, ha colocado de nuevo a la sociedad y al gobierno ante la urgencia de lograr de nuevo la paz en esa herida región de México. Después de haber estado a un paso de una negociación exitosa, el gobierno tiró por la ventana la oportunidad y desperdició tiempo irrecuperable por el costo en vidas que ha dejado el conflicto en Chiapas. Las piezas del rompecabezas de la paz están volviendo a colocarse en primera línea para poner otra vez en marcha la delicada maquinaria de la negociación en esta tercera oportunidad.
Hoy en 1998 ya se tiene la experiencia de los costos de una guerra y de las posibilidades de una negociación. La estrategia gubernamental de haber incumplido acuerdos firmados fue muy costosa para los 45 masacrados en Acteal y ha sido un fracaso rotundo. La guerra en Chiapas es de nuevo un trágico escaparate de México ante el mundo. La necesidad de reconstituir las condiciones políticas en Chiapas, para lograr de nuevo un clima que permita volver a las negociaciones, es urgente. En cada vuelta de tuerca las condiciones se dificultan de manera importante por el desgaste de los actores y la fragmentación de una realidad que se ha ido deteriorando de forma acelerada.
En el gobierno federal hay nuevos operadores, otro secretario de Gobernación, lo cual no garantiza necesariamente que vaya a haber nuevos proyectos y acciones; en el gobierno local de Chiapas también aparecen nuevos rostros; la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha hecho una serie de recomendaciones para establecer responsabilidades por la matanza de Acteal a un amplio grupo de altos funcionarios locales. El punto de partida de una reconstitución política en Chiapas tiene que partir de una profunda y justa impartición de justicia, la impunidad sería el mejor abono para repetir otras masacres. Al mismo tiempo, es urgente fortalecer las diversas instancias de mediación y concordia, porque su debilitamiento es un abono en favor de la guerra. La Conai ha propuesto una ``estrategia de paz con democracia'' la cual se compone de varias propuestas a los Poderes de la Unión, como el cumplimiento de los famosos acuerdos de San Andrés, y al EZLN para que siga dentro de los espacios de la ley de pacificación. La Cocopa necesita retomar su iniciativa de reformas constitucionales y establecer una estrategia activa para legislar los cambios.
Después de cuatro años se requieren resultados. Sin embargo, una diferencia importante en esta tercera llamada por la paz es que hay un clima de cierto pesimismo que tiene varios componentes. Se puede tener relativa claridad sobre los pasos que hay que dar, pero ya no existe confianza social de que se vaya a mejorar la situación en Chiapas. A pesar de los cambios en el gabinete y en el gobierno estatal, no hay certidumbre de que las jerarquías gubernamentales sobre la guerra en Chiapas sean las correctas; no se sabe si el presidente Zedillo calcula que con Chiapas se juega una parte importante de su prestigio interno y externo, que si llega al final del sexenio con malas cuentas sobre el conflicto, por más que tenga buenas cuentas macroeconómicas, su gobierno habrá fracasado en el espacio social.
Asimismo, el esfuerzo para reiniciar el proceso de pacificación, después de la larga interrupción de 1997, será de una magnitud mucho mayor que en las anteriores ocasiones y no se ve tampoco la suficiente sensibilidad política para lograrlo. La situación impone una estrategia fuerte, con expresiones claras que puedan revertir las inercias y la gran descomposición que hoy se vive en esa región en guerra.
Una nueva apuesta gubernamental al desgaste, al desconocimiento de la gravedad del caso, y a las inercias en las que la sociedad se vuelva a acostumbrar a convivir con una guerra, sería muy peligrosa para el país en estos tiempos de cambios. El gobierno de Zedillo ha entrado a su fase final, la más complicada de cualquier administración, y más de ésta que empezó con la sombra de la urgencia desde los primeros días del sexenio. De nuevo el proyecto económico, único interés genuino de este gobierno, será un rehén del proceso político. Algunos tecnócratas podrán calcular que Chiapas está muy lejos de la economía globalizada en la que el país participa, pero habrá que tomar en cuenta que Chiapas será una pieza más de un rompecabezas que tiene muchas otras partes inciertas y frágiles, como la guerra de la sucesión presidencial, la guerra del narcotráfico, las guerras de los grupos de poder, formales e informales, es decir, son muchas fuentes de inestabilidad para hacer de nuevo un mal cálculo y una estrategia equivocada.
La tercera es la vencida, esta vez no puede haber errores en la construcción de la paz en Chiapas, que es la paz del país.