La exposición de centenares de objetos, muebles, pinturas, esculturas, fotografías, diseños arquitectónicos y tipográficos, reproducciones de rejas, celosías y relieves, congregados en el Museo Nacional de Arte es susceptible de satisfacer cualquier gusto. Sin embargo, me parece demasiado abarrotada, la distribución museográfica no es muy clara y por momentos uno no sabe si se encuentra en el museo, en un bazar o en lo que antes fue el almacén llamado ``El centro mercantil''. Tal vez la virtud de la muestra sea precisamente ésa, pero va en demérito de la percepción de ciertas piezas de gran calibre, como por ejemplo los radios (la radio es deco por antonomasia, hasta los micrófonos lo fueron, no se diga los fonógrafos y todo lo que acompañaba las cabinas, teléfonos incluidos, por supuesto).
Hay una fotografía de las instalaciones de la XEW en la que aparece el ingeniero José de la Herrán con su hijo del mismo nombre, entonces de pocos años, que debió ser amplificada y colocada en un sitio de honor. Igualmente las fotografías de edificios completos que se presentan, o de detalles de los mismos, hubieran resultado atractivas e instructivas de haberse amplificado, tal y como lo muestra la del edificio Ermita, cuya ampliación tamaño mural está tomada de foto de prensa, antes de que el letrero Canadá se utilizara para recorrer de arriba a abajo lo que es la angostísima fachada norte de la construcción en avenida Revolución. El Ermita es obra del arquitecto Juan Segura a quien muchos alcanzamos a conocer, lo mismo que al arquitecto Francisco J. Serrano, quien contribuyó enormemente a configurar la fisonomía de la colonia Hipódromo Condesa. La casi ausencia del interior del Palacio de Bellas Artes, que representa al deco en su aspecto mayormente lujoso y grandioso, me causó extrañeza; es como si una muestra deco en Nueva York omitiera detalles del edificio Chrysler o del Empire State. Del Palacio de Bellas Artes, como se sabe, hay espléndidas fotografías que reproducen sus detalles y yo pienso que ese era el recinto ideal para tal exposición, pero los proyectos que se concretan corresponden a la instancia que los propone y los trabaja.
Otro aspecto ausente es el de la ornamentación deco en fachadas populares o semipopulares, que las hay todavía en toda la República, pese a que en Guadalajara, Monterrey, Mérida y villas aledañas o sin ir más lejos en la propia ciudad de México se demolieron calles y hasta barrios enteros, obedeciendo al impulso freudiano de ``asesinar al padre''. Con uno que otro ejemplo popular --como el Cinema Hoctún, en Yucatán, implementado en lo que fue una casa particular-- hubiera bastado. La ornamentación deco prendió en nuestro país con singular energía porque elementos del arte prehispánico (maya, principalmente) estuvieron presentes, al igual que los elementos funerarios egipcios en la configuración del deco internacional.
Es lógico que el concierto de curadores que seleccionaron y lograron esta magna exposición, cuyas directrices corresponden al equipo del Munal y a Enrique X. de Anda con seis asesores más, haya tenido que llegar a un acuerdo respecto al número e índole de piezas a exhibir. De optarse por engrandecer el área de arquitectura, sobre todo en su aspecto ornamental, la presencia de ternos de sala completos, comedores, vitrinas que contienen bric a brac, portadas sin fin de Revista de Revistas (la mayoría son diseños originales del Chango García Cabral) frasquitos, grabados, cerámica y porcelana, joyas, etcétera, tendría que haberse reducido a la tercera o cuarta parte. Tal vez eso hubiese propiciado mayor presencia del cine, otro de los medios que asimiló el deco con mayor insistencia y fortuna, no sólo en cuanto a las escenas (las hay, en stills buenos, pero no suficientes) sino sobre todo por lo que respecta a las salas, que casi han desaparecido, pero sus fisonomías se conservan en fotos de archivo como se conservan igualmente los anuncios de multitud de películas. Hay ejemplos, pero pocos y se pierden.
Varias piezas muestran que no hay una línea de demarcación tan precisa entre el nouveau y el deco, por más que este último omite la curva asimétrica y los módulos orgánicos prosiguiendo patterns que se originaron en el cubismo y se concretaron en objetos utilitarios depurados en la Bauhaus de Weimar, o acaso antes, si nos atenemos a la ornamentación en la arquitectura holandesa ya en la primera década del siglo, o si pensamos en Frank Lloyd Wright y en el espacio plano de muchas pinturas simbolistas. El mural transportable de Roberto Montenegro, Alegoría del viento, que es posterior a la representación plana --recordemos a Aubrey Beardsley (1872-1898) cuya obra ilustrativa Montenegro admiró sin reserva-- ilustra esto de modo excelente. El fresco proviene del Palacio de Bellas Artes; ejemplifica junto con las obras tempranas de González Camarena, que son una delicia de ver, con el cuadro de Tamara de Lempicka y las pinturas de Fermín Revueltas, diversas vertientes de la influencia deco en pintura.
* No he visto que la palabra deco se acentúe, salvo en esta muestra. Décor sí se acentúa, cargando la pronunciación en la o.