El pasado diciembre falleció, a los 73 años, Felipe García Beraza, miembro fundador de dos instituciones tradicionales en el ámbito cultural: el Centro Mexicano de Escritores (CME) y la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue distinguido en 1978 con el doctorado honoris causa del Nacallester College de Saint Paul, Minnessota, además de que fue secretario de los fideicomisos de los premios Rafael Heliodoro Valle y Salvador Novo (1972 y 1976, respectivamente). Por largo tiempo alentó las actividades culturales del desaparecido Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales, donde llevó a cabo memorables exposiciones, como las dedicadas a Veinte mujeres notables en la vida de México (1974), El Art déco en México (1977) y Lupe Vélez y su época (1978).
``Escritor ocasional'' que vivió, disfrutó y sufrió las vicisitudes de la vida cultural en la ciudad de México, mediante sus textos --recopilados en el volumen Al correr del tiempo. De personas y lugares (1989)-- nos llevó de la mano recordando el antiguo modo de vivir de una capital cada vez menos íntima y más impersonal. Sus recorridos incluyeron lo mismo a literatos que a políticos, artistas e historiadores (Dolores del Río, Franz Mayer, Arturo Arnáiz y Freg, Manuel Toussaint y Felipe Teixidor, entre otros). Asimismo, prologó obras fundamentales, como Santiago en América de Heliodoro Valle y Ulises criollo, de José Vasconcelos, además de que tradujo el poema El gran amante del poeta Rupert Brooke, cuya obra cerró ``el gran ciclo del orgullo patriótico inglés que se inicia con Shakespeare''.
Desde su creación en 1951, García Beraza dedicó gran parte de su vida al CME, siendo primer presidente del consejo directivo don Alfonso Reyes. Originalmente instituido como becas Rockefeller, su primera sede fue la biblioteca de Reyes, donde se reunían los primeros miembros del jurado: Julio Torri, Agustín Yáñez y Hershel Brickell. Su finalidad ha sido la de dar estímulo a la producción literaria de los jóvenes, proporcionándoles orientación metodológica y ayuda económica. A lo largo de 46 años de vida, el CME ha apoyado a más de 250 escritores, entre los que se cuentan Homero Aridjis, Carmen Boullosa, Miguel Capistrán, Rosario Castellanos, Fernando del Paso, Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, David Huerta, Jorge Ibargüengoitia, Angeles Mastretta, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Jaime Sabines, Tomás Segovia y Verónica Volkow.
Sus primeros becarios fueron Juan José Arreola, Rubén Bonifaz Nuño, Emilio Carballido y Sergio Magaña. Más tarde Arreola, junto con Juan Rulfo (becado entre 1952 y 1954) y Francisco Monterde (director del CME entre 1973 y 1985) participaron como asesores literarios, labor que actualmente desempeñan Alí Chumacero y Carlos Montemayor. Siempre atento a los trabajos literarios de los jóvenes escritores, don Felipe señalaba con satisfacción que ``la huella de los becarios ha contribuido de manera decisiva a dar a la literatura mexicana su vigor actual''.
Por otra parte, muchas de sus reflexiones nunca carentes de humor siempre estuvieron orientadas al rescate y recuperación del patrimonio cultural, cuestionando lo poco que queda de él ``en esta tierra del barroco y de las grandes soledades''.
Con vital actualidad, sus escritos incluyeron el recuerdo del pueblo decimonónico que era Cuernavaca (su tierra natal); al Taxco que sus habitantes ``se han empeñado en destruir''; la devastación de Puebla de los Angeles; las golosinas de la añeja Dulcería de Celaya; la vida tranquila y elegante de la capital porfiriana; la ``calma pachorrienta'' de Zihuatanejo hace 25 años, y la brutalidad vandálica que acaba con Chapultepec, ``bosque encantado lleno de sombras''.
Esa vocación de denuncia de todas las ``fechorías cometidas por autoridades y particulares'' --como escribió Alí Chumacero-- lo llevó, junto con De la Maza, a la creación, en 1956, de la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México. Las primeras reuniones se efectuaron en la antigua Casa del Arquitecto y más tarde, en 1964, fue constituida como asociación civil, siendo sus fundadores, entre otros, Dolores del Río, Elisa Vargaslugo, Adolfo Best Maugard y Manuel González Galván, además de García Beraza.
El propósito que alienta --hasta ahora-- su labor es la defensa y puesta en valor de la herencia artística, arqueológica e histórica; para lograrlo se motiva la participación activa de la sociedad civil, así como de organismos públicos y privados, además de que se reconocen anualmente diversos trabajos de rescate y rehabilitación de bienes muebles e inmuebles en todo el país.
Impaciente siempre, lo vislumbro ahora disfrutando de inumerables manjares ``celestiales'', al lado de los amigos que le antecedieron en la partida --entre ellos, claro, Francisco de Antuñano-- con quienes mantuvo, pese a la distancia física, ininterrumpido diálogo.
Todos los que pudimos disfrutar de su amena charla y generosa orientación en las letras y el arte, quedamos en deuda con Felipe García Beraza, eterno paseante ``soñador y solitario''.