La marcha no llenó el Zócalo, pero desbordó a la metrópoli
Jaime Avilés Ť Nunca, nunca se llenó el Zócalo. Ningún medio podrá ofrecer una foto de la plancha atestada a reventar, pero si hubieran permanecido en la plaza todos los que respondieron a la convocatoria del horror que se cierne, los organi- zadores habrían tenido que ponerle tres pisos más a la plancha, y los del último habrían podido robarle cacahuates a los que botaneaban en la azotea del Majestic.
De todos modos nunca se llenó el Zócalo. A las nueve de la noche, con aire de agotamiento, una estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México dijo y preguntó: ``Acabamos de llegar. ¿Cómo estuvo?'' Y es que las avenidas Paseo de la Reforma y Juárez estuvieron cuatro horas y media ocupadas por el flujo de la grave, serena e indignada multitud.
El último grupo organizado entró en la plaza a las 20:40. La descubierta salió del Angel de la Independencia a las 16 horas, pero desde entonces se había iniciado ya un desfile espontáneo de ciudadanos consternados, que colmaban la avenida Juárez con ese desolador murmullo que provocan los zapatos masivos al rozar el asfalto con honda preocupación, y que Ricardo Pascoe, solitario caminante frente a la Alameda, describió al pasar como el ``prólogo'' del torrente humano que se avecinaba.
Y aunque nunca se llenó el Zócalo, fue la manifestación más larga, más nutrida, más profunda (en lo que a conocimiento de causa se refiere) y más zapatista que haya ocurrido en los cuatro años de la vida pública del EZLN, no obstante que el PRD hizo un esfuerzo enorme por sumar a sus militantes de los estados circunvecinos a la capital, a los bien organizados grupos de chilangos, perredistas o no, que trabajaron con ahínco en los preparativos, distribuyendo carteles y volantes con la histórica foto que Pedro Valtierra tomó en X'oyep, construyendo escenografías luctuosas o arengando a los contertulios en la mesa, en la calle o en las cantinas, desde varios días atrás.
Mitin multimedia y 4 puntos por la paz
No se llenó el Zócalo porque quienes llegaron a las cinco de la tarde tuvieron que irse cuando los relevaban quienes hacían su arribo a las siete, y además, como dijo un observador anónimo, hay que agregar en la cuenta a los que se manifestaron sin moverse, desbordando las banquetas y ventanas de Reforma, Juárez, Madero y los antiguos edificios del gobierno de la ciudad.
Y fue también, hay que apuntarlo antes de que se olvide, una marcha pluriclasista que atravesó el arco de todas las generaciones y en la que abundaron los niños y los ancianos, se repite, de toda la escala social. ¡Qué diferencia de las marchas de febrero de 1995, en las que predominaba la clase media letrada, que sabía leer y escribir y tenía acceso por ello a los comunicados de Marcos! En el acto político de ayer había decenas de miles de personas convocadas, además de todo, por los programas de Ricardo Rocha en el Canal 2.
``¡Hola!'', dijo al reportero una joven que gritaba desde una silla de ruedas empujada por su madre. ``Tengo una infección horrible en las vías urinarias y no puedo caminar, pero no quise perderme esto'', agregó. ``Y yo tampoco'', reconoció la señora que desfallecía por el esfuerzo a sus espaldas. Una hora más tarde vería pasar un Volkswagen del PRD, sin gasolina, retacado de niños e impulsado por fortachones brazos que gritaban consignas.
El gentío que a las cinco y media de la tarde aún ocupaba en su totalidad la avenida Juárez fue arrollado intempestivamente por los gritos, los brincos e incluso los empellones de una cadena de manos juvenil y femenilmente guarurescas, que venían barriendo a los mirones y a los espontáneos, para abrirle paso a la descubierta.
¿Cuál descubierta? Unas 200 personas que avanzaban con lentitud, detrás de una manta horizontal, que hizo pensar en una plaza de toros, con todos esos hombres y mujeres detrás de una barrera de trapo que en letras enormes decía ``¡Ya basta!'' Así, el reportero prefiere coger, mejor, por 5 de Mayo, rebasar a la multitud y ganar la plancha del Zócalo, pero en la esquina que forma esa calle con Bolívar, se detiene ante un kiosco de prensa que decía desde un cartelito pegado sobre el último ejemplar de La Jornada de ayer: ``Hoy, gran supermanifestación''.
En el estrado esperaban con sus finísimos instrumentos los músicos del cuarteto de cámara Silvestre Revueltas, que llevaban ahí, sentados y afinando, desde las tres. En la azotea del Majestic había lleno hasta la bandera, y la maestra de ceremonias Julieta Egurrola había principiado su conducción del acto en un lenguaje coloquial e intimista y con un vozarrón sobrepasado que cuatro horas después ensordecería a los campaneros de la Catedral y obligaría a Jesusa Rodríguez, disfrazada de La Parca, a cubrirse los oídos con un gesto que quería decir ya basta o ya bájale (no se entendió bien).
A las 19:30, en un escenario multimedia, con dos megapantallas de video, una cámara en grúa y 200 fresneles de iluminación, comenzó el mitin de sólo tres oradores: Mariclaire Acosta, que leyó un informe de 35 minutos y, sorpresa, la gente no se fue; Andrés Manuel López Obrador, que presentó una ``estrategia de altísima intensidad política'' para sustituir la guerra de baja intensidad con cuatro medidas urgentes, y Javier Elorriaga, que la refrendó, confirmando que el PRD y el FZLN están dispuestos a movilizarse juntos por la paz en todas las ciudades del país, porque la marcha de ayer es apenas el principio. Y la próxima cita es el 24 de enero.