Miguel Barbachano Ponce
Catástrofes en el cine

La conmoción que me causó enfrentar en la pantalla el naufragio del Titanic (60 mil toneladas de peso, 268 metros de eslora) mediante las imágenes digitalizadas de James Cameron, me condujo a dirigir una mirada memorística de algunas películas que han recreado desastres en el celuloide.

Comencemos con catástrofes exóticas, entre otras, Birds of paradise (1932), de King Vidor, que viene a ser ejemplo mayor de aquella corriente pues plantea el enfrentamiento terrorífico entre primitivismo y civilización. Continuemos con The world of Suzie Wong (1960), de Richard Quine, que narra la liberación social de la protagonista, luego de un deslizamiento terrestre ocurrido en su exótica aldea natal, ubicada en la China legendaria. Terminemos con Naked jungle, de Byrow Maskin, acerca de los destrozos provocados por un tropel de hormigas (léase Marabunta).

Ahora toca el turno --acorde con una irresistible pulsión-- a dos cintas que reproducen terremotos, me refiero a San Francisco (1934), de W.S. van Dyke, a propósito del sacudimiento que destruyó aquella ciudad en 1906 y su remake, Earthquake estrenada en Estados Unidos en noviembre de 1974.

En primera instancia es preciso señalar que el filme a cargo de Mark Robson aborda por vez primera la exposición de un desastre más allá de claustrofóbicos espacios: trasatlánticos, aviones y dirigibles.

Es de idéntica importancia recordar, también, que Robson utilizó por primera vez el sensurround.

Detengámonos un momento antes de encuadrar claustrofóbicos espacios donde ocurrieron trágicos sucesos para reconstruir en la mente y en el papel las llamas que devastaron Chicago (In old Chicago, de Henry King) y un imponente rascacielos (Towering inferno, de John Guillermin). Y como una extensión futurista de fuego y destrucción, el apocalipsis atómico creado imaginariamente por Nicholas Meyer en The day after (1983).

Hagamos referencia a espacios clausurados, es decir, a desastres aéreos y tragedias marítimas. A propósito de los aéreos es necesario citar dos películas mayores: Airport, de George Seaton, y aquella que recoge el incendio de un dirigible alemán en un espacio neoyorquino, The Hinderburg, de Robert Wise, ambas realizadas en la séptima década.

Acerquémonos enseguida a los colapsos marítimos que han estremecido a la humanidad, citando en primera instancia la célebre cinta de Cecil B. de Mille, The ten conmandements (1923) para rememorar la estrepitosa separación de las aguas del mar Rojo cuya brecha utilizó el pueblo de Israel para dirigirse a la tierra prometida. Pero más allá de esta mítica aventura, acontecieron en los mares que circundan el planeta, hechos reales, verdaderamente dramáticos, como el naufragio del Titanic, cuya primera versión cinematográfica ocurrió en 1943 a cargo de dos directores alemanes, Herbert Selpin y Werner Klingler, que transvasaron al celuloide un proyecto personal de Joseph Goebbels --ministro de propaganda del Tercer Reich-- encaminado a desprestigiar a la Gran Bretaña ante los espectadores de los países ocupados por el ejército nazi, mediante el catastrófico hundimiento del famoso transatlántico, cuya ruta cuajada de icebergs debía recorrer obligatoriamente a altas velocidades para batir absurdo récord de velocidad.

En aquella agitadísima recreación un first officer, de origen germánico, trata de evitar el inminente desastre, enfrentando con sólidos argumentos las maquinaciones publicitarias de los corruptos capitalistas británicos. Y aquí abramos un paréntesis para plantear una pregunta: ``¿veremos algún día el trabajo de Selpin y Klingler?'' Continuemos nuestro recorrido. Años más tarde, precisamente diez (1953) y 15 (1958) iluminaron las pantallas dos versiones comerciales de aquel terrible suceso: Y el mar los devoró, película estadunidense de Jean Negulesco, y A night to remember, cinta inglesa de Roy Baker. No olvidemos The Poseidon adventure (1972) de Ronald Noame.

Hasta aquí los recuerdos de filmes abocados al cine catastrófico, subgénero aparentemente olvidado que hoy renace con Titanic, de James Cameron