Arnoldo Kraus
Chiapas: patología de la moral

``... se murieron con la fe en Dios''.
Voz de un superviviente de Acteal.

Escribo nuevamente sobre Chiapas. Escribo acerca de la herida Chiapas y sobre la vergüenza con la que circula por el mundo la imagen de México, del ser mexicano. Del mexicano convertido tras la matanza de Acteal en cómplice: por silencio, por historia, por incomprensible inacción, o simplemente, por coexistir en tiempo y geografía con 45 cadáveres.

En The Economist, la prestigiada revista inglesa, recientemente se escribió de nuestro país. Algunos renglones repasan el papel del PRI-gobierno, de los grupos paramilitares y de las condiciones de los desplazados. Se incluye también una fotografía que muestra los rostros desolados y tristes de dos mujeres. Las líneas no impresas son las más importantes: aquéllas dedicadas a nosotros. Todos los que cabemos entre las realidades del Usumacinta y del río Bravo --aún no río Grande. Massacre in Mexico, dice el encabezado. Con doble ese y sin acento. La realidad es que ni la ese ni la tilde hacen diferencia: el artículo respira muerte, dolor, y, por supuesto, no miente. En Chiapas, los decesos sin causa son costumbre: antes, en y después de Acteal. El Time estadunidense también nos dedica unas páginas. Nos llaman Law and disorder y se ocupan sobre todo de la violencia. Ni una ni otra revista poseen la verdad última, pero es evidente que no denostan ni engañan; reflejan, al igual que un sinnúmero de los principales semanarios y periódicos del mundo, las caras escondidas del México que no suelen presentar nuestros gobernantes. Esperemos que la fama (in)merecida que ahora alcanzamos no nos prostituya más.

Chiapas es inexplicable. Conjunta ofensas a la razón, distanciamientos enormes de la lógica, ``planeación'' política, sanitaria y económica siempre equivocadas o ausentes, sinsabores humanos infinitos y una enorme carga histórica de rezagos, miseria, explotación y muertes inútiles e inentendibles. Todo eso es Chiapas. Pero, si hay que resumir lo que es el estado sureño, contextualizándolo dentro de un país en donde la opulencia y el poder político son ilimitados, es, ante todo, una enfermedad ominosa, quizá mal descrita, quizá poco estudiada. Chiapas es resumen de ``toda'' la patología de la moral. ¿Qué más podría hacerse en contra de los indios? ¿Qué más puede dejar de hacerse para profundizar su abandono y soledad? No existen los tumores de la moral pero sin duda, eso es Chiapas: un cáncer anaplásico --muy agresivo-- de la moral.

La daga del sur es inequívoca: en sus tierras, la moral agoniza, no existe. Por ahí no se ha asomado la ética. Gobernantes y latifundistas deben siempre haber tenido agenesia de conciencia. Ha sido tan cruento y crónico el abandono, que las caras de los indios son las de la desesperanza y la desconfianza. En cambio, su dignidad crece paulatinamente. Así lo demuestran las aterradoras fotografías de La Jornada. Quienes habitan en territorio zapatista son claros: antes de aceptar ayuda gubernamental, bienvenida el hambre, la enfermedad e incluso la muerte.

Se murieron con la fe en Dios. De rodillas y suplicando. Así reza la voz de un superviviente de Acteal. ¿Cuál fe, cuál Dios? ¿Por qué no se avecindaron en la iglesia el día del cañoneo? Lo único innegable en cambio, es la muerte, el asesinato. Los cuerpos inertes están bajo tierra, fríos y muertos, como símbolo de nuestra vergüenza y trofeo de las bandas paramilitares.

Los cambios recientes del gobierno serán estériles, al igual que la masacre, si los autores intelectuales no sufren castigo ejemplar. Así lo demanda la sociedad mexicana. ¿Cuándo nos dirán Gobernación y Roberto Albores Guillén los apellidos de quienes financiaron las hordas? O, ¿acaso renacerá la vieja política nacional y los integrantes de la ex cúpula del gobierno chiapaneco serán reconocidos con el cargo de embajadores...?